Trabajar en festivo

El pasado lunes 27 de febrero, víspera del Día de Andalucía, pasé por la peluquería. No llevaba ni cinco minutos esperando mi turno cuando sonó el teléfono. Toni puso el manos libres. Era una voz joven que le preguntó si abría al día siguiente. «¿Mañana? Mañana es fiesta», contestó Toni.

Cuando ya estaba en el sillón, entraron otros dos chavales. Veinteañeros. Hablaban de diferentes modelos de coches hasta que la conversación derivó hacia la cuestión de los horarios. Y, de nuevo, la pregunta de rigor: «¿Abres mañana, Toni?» Como había confianza con los chavales, el peluquero les dijo que sí. Que para ellos sí. Y que si llegaban a las siete de la mañana, les pelaba gratis. Al cero. Rapado radical. Pero gratis.

 

A los chavales, orgullosos practicantes de ese tupé moderno de la chavalería contemporánea, les horrorizó la propuesta y prefirieron volver al tema de los coches con o sin maletero.

 

Escuchando estas conversaciones, me acordaba de la cuestión de las 35 horas semanales que, por decreto, trata de establecer la legislación laboral. Y me dio por reír. De pena, claro. Es posible que el sueño de las 35 horas semanales sea posible para algunos trabajadores, privilegiados ellos, pero para una inmensa mayoría, el único anhelo es poder trabajar. Y punto. Con los horarios y condiciones que sean.

Es curioso que, mientras nuestros políticos aprueban normas como la de las 35 horas, en las redes sociales no tienen empacho en mostrarse, trabajando, a horas intempestivas. O haciendo como que trabajan, que esa es otra. Se muestran heroicos, deslomándose a deshoras y sacando pecho, émulos del stajanovismo más radical.

 

Está muy bien el lema de la Cultura del Esfuerzo, pero no olvidemos que debe convivir con otros conceptos cada vez más en desuso, como los de vacaciones, descanso, fin de semana o festivo. Que resulta significativo que, para los jóvenes, lo normal debería ser que una peluquería de barrio abriera el Día de Andalucía.

Esforzados representantes públicos: antes de lucirse como incansables máquinas de trabajar, a cualquier hora del día y de la noche, piensen en el mensaje que mandan a la sociedad. Mejor harían en disfrutar de su merecido descanso… y en darle más medios a la Inspección de Trabajo, a ver si lo de las 35 horas semanales dejara de ser un chiste de muy mal gusto.

 

Jesús Lens