Películas que aportan

O, por ser más precisos, ¿qué aportan ciertas películas?

 El efecto K

Este fin de semana de lluvia, frío y viento, tras una semana laboral larga, variopinta y muy callejera y en previsión de otros cinco días laborables que van a ser muy movidos; me atrincheré en casa, como me gusta hacer de cuando en vez, y solo salí para correr y para desayunar en El Madero, tras comprar la prensa.

Así, he tenido tiempo para leer, dormir, hacer recortitos, ordenar (un poco solo) mi biblioteca, escuchar varios discos, ver baloncesto y, por supuesto, para ver cine.

Cuatro películas. La que más me ha gustado ha sido toda una sorpresa. “El efecto K. El montador de Stalin”. Me ha gustado tanto y la tengo tan reciente que prefiero no comentar nada sobre la misma. Aún. Porque es de esas películas que, personalmente, me encantan, fascinan y enamoran.

La segunda fue una larga película de Choi Dong-hoon. Si al nombre le añadimos el previsible dato de que, efectivamente, es coreana, lo mismo podrían pensar que estoy de un subido que flipas. Pero “El gran golpe”, dirigida en 2012, es la película coreana más taquillera de la historia y cuenta un atraco… de película, en el Casino de Macao. Es un “Ocean’s Eleven” de una impecable factura, con un diseño de producción apabullante.

 El gran golpe

Pero el título de esta entrada hace referencia a las otras dos películas que he visto estos días. Una es “Blue Valentine” y la otra “Réquiem por un sueño”. Ambas cuentan historias poco novedosas y tratan de temas ya tratados mil y una veces antes en otras películas.

 Requiem por un sueño

Pero, mientras que las secuencias de la película de Aranofski, su potencia visual, su estilo personal, su banda sonora, su delirante estética entre el pop y el kitsch, tan ajustadas a la narración y las interpretaciones son de las que impresionan y dejan huella; todo lo que pasa en “Blue Valentine”, por mucho que la interpretación naturalista de Ryan Gosling pretenda lo contrario, me resulta absolutamente indiferente.

 Blue Valentine

Ni me emociona la historia de amor ni me conmueve la historia de desamor. Ni la llama me enciende ni los rescoldos me dejan frío. Sencillamente, me da igual todo lo que les pasa a los protagonistas.

Es decir, que no hay historias buenas o malas en sí mismas, sino historias bien o mal contadas.

¿Podemos estar de acuerdo?

Jesús Lens, pasto de una Lensanity desaforada.

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