De la cata de vinos convertida en relato

Hace unos días fuimos a comer a casa de Álvaro Arriaga, que es casi tanto como decir a nuestra casa, dado el nivel de confianza, amistad y buen rollo que siempre nos envuelve cuando el ascensor del Edificio Pantalla de CajaGRANADA abre sus puertas y nos franquea el paso a uno de los restaurantes con más personalidad de todos los que conozco.

 alvaro arriaga

Antes iba más a menudo a visitar a Álvaro, Dani y su gente, pero ahora todo resulta más difícil y complicado. Lo único bueno de espaciar tantísimo estas visitas es que cada vez que consigo comer allí, la ocasión se convierte en toda una experiencia. Y, tal y como escribe Dominique Bertholet en este preclaro artículo, de eso se trata, cuando nos liamos la manta a la cabeza y decidimos tirar la casa por la ventana, gastronómicamente hablando: de convertir el momento en una experiencia para los sentidos.

Y justo ahí es donde entra el Relato de Cata de Vinos. O, mejor dicho, la capacidad de Daniel Castro para convertir una improvisada cata de vinos en un relato que resulta sencillo de comprender para un olfato obtuso como el mío, cuando se trata de paladear y saborear determinados caldos.

“Aroma a coco y vainilla”.

Vale. Yo no dudo de Dani. ¡Seguro que estaban ahí, en la copa, dando vueltas y penetrando en mi pituitaria! Pero yo no los percibía.

 Daniel Castro

Menos indignado que decepcionado, Dani fue por un vino blanco y cambió su discurso: “cerrad los ojos y concentraos. Pensad en la Nochevieja, mientras suenan las campanadas. Y ahora… ¡oled! ¿No os recuerda a esas uvas que se atropellan en la boca, una con la otra? Porque no has terminado de masticar la anterior cuando ya te tienes que comer la siguiente, los segundos pasando, a punto de dar las doce…”.

¡Ahora sí! Efectivamente. ¡Allí estaba! Allí estaba aquel olor, aquel sabor; fuerte e intenso, con ecos y reminiscencias a momentos memorables y… fácilmente reconocibles.

 Álvaro Arriaga restaurante

Seguimos comiendo. Nos tomamos un carpaccio increíble y dimos cuenta de un txangurro cantábrico, para agasajar nuestros imborrables orígenes gallego-bilbaínos y, de paso, hacer más perceptible y cercana esa sensación de estar como en casa. Fue entonces cuando Dani nos propone otro reto, haciéndonos cerrar nuevamente los ojos.

Aquello era raro.

Es decir, aquel vino olía raro.

– Esto no me huele bien, pero que nada de bien… –hubiéramos afirmado, de estar en un relato negro y criminal, sintiendo la imperiosa necesidad de soltar una frase tópica.

Pero quedaba feo decirlo. ¿O no? Fue Dani el que tomó la palabra, viéndonos indecisos y timoratos:

– ¿No huele como un flotador de plástico barato comprado por un euro en una tienda de chinos?

 

 

– Hombre, así explicado…

Pero es que así era, efectivamente. Aquel vino olía (levemente) a petróleo. Porque se trataba de un vino orgánico con reminiscencias a hidrocarburos. Que suena francamente mejor que lo del flotador de plástico de un euro. Pero que es menos expresivo. Y, desde luego, mucho menos divertido.

 Daniel Castro at work

Y es que a Dani le gustan los relatos. Y las poesías. Y contar cosas curiosas y anécdotas sobre platos, bebidas y comidas. Y hacer maridajes especiales con distintos tipos de cervezas. O escribir qué vinos acompañarían a un buen asesinato, si nos volvemos a poner en clave negra y criminal.

Y así, claro, se pasan las horas, entre platos, copas, risas, descubrimientos, aprendizajes y postres que uno nunca quiere comer, pero siempre termina probando; antes de ese digestivo que ayuda a asentar la comida.

Experiencias.

Porque la vida son momentos. Y los momentos, gracias a los relatos y las narraciones, tienen un sabor especial.

El talento está en saber contarlos. En saber transmitirlos.

Y en eso, Dani, es un maestro.

¡Salud!

En Twitter: @Jesus_Lens