Antes exiliado que ganivetiano

En su discurso de despedida como alcalde en funciones de Granada, Juan García Montero recurrió a un pasaje de “Granada la bella”, de Ganivet, que habla de los cambios y de los riesgos inherentes a las batallas en torno a lo nuevo y de lo viejo.

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Bonito título, ¿verdad? Granada la bella. Y, sin embargo, no debemos dejarnos engañar. Porque la Granada a la que aspiraba Ganivet era una Granada rancia, retrógrada, clasista, iletrada y pueblerina.

Cuando estaba vivo el debate sobre si introducir luz eléctrica en Granada o mantener los velones y las lámparas de aceite como sistemas de iluminación, el visionario de Ganivet apuesta por los métodos tradicionales, faltaría más. ¿Y la obsesión que parecía haberse desatado en la ciudad por recoger la basura y controlar la suciedad? Según Ganivet, tampoco era para tanto, que “a veces la suciedad y el abandono de las calles sirven para hacer resaltar más vivamente la pulcritud de los ciudadanos”. ¡Con un par!

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Peor aún y más nauseabundo todavía es el clasismo ganivetiano, que se muestra conforme con el hecho de que la mitad de los españoles fueran ágrafos e iletrados. Así, hablando de las invasiones napoleónicas, elogia la incultura hispana resaltando que “los que salvaron a España fueron los ignorantes, los que no sabían leer ni escribir”.

¿Y el agua corriente? Pues tampoco la consideraba importante Don Ángel, que en vez de la instalación de tuberías para el abastecimiento ciudadano defendía el papel de los aguadores que bajaban el agua potable desde los manantiales, a pie o en burro, ofreciendo una preciosa y típica estampa…

¿Y quién necesita calles rectas y anchas en una ciudad, pudiendo tenerlas irregulares y estrechas, para que nos den sombra? La calle Larios, de Málaga, por ejemplo, la consideraba de una vulgaridad insultante. Y me reservo otras cuestiones, como la del comercio, para un futuro artículo…

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No sé si esta “Granada la bella” ha sido libro de cabecera de García Montero durante sus trece años como concejal de cultura. Desde luego, explicaría bastantes cosas…

¡Como le agradezco a Antonio que me alertara contra el ser ganivetiano, cuando publiqué mi artículo de hace unas semanas, preguntando si nos considerábamos como tales, tras la consulta evacuada por el Centro Artístico a la RAE sobre el uso del adjetivo!

Ahora lo tengo claro: ¡antes exiliado que ganivetiano!

Jesús Lens

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¿Es usted ganivetiano?

Interesante la iniciativa del Centro Artístico, solicitando a la RAE que, con motivo del 150 aniversario del nacimiento de Ángel Ganivet, el adjetivo “ganivetiano” pase a formar parte del diccionario de la lengua, al estilo de los lorquiano, cervantino o machadiano. Interesante propósito, pero ¿quijotesco?

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Porque ahora mismo, yo no sé exactamente lo que significa “ganivetiano”. ¡Menos mal que no me tengo por uno de esos autores de reconocido prestigio que, considera la RAE, deben utilizar habitualmente el adjetivo en sus textos, durante los próximos seis o siete años, para que esto no sea flor de un día!

Antes de Googlear el término, pregunto en diferentes grupos de WhatssApp si la peña se considera “ganivetiana” o, al menos, qué implicaría considerarse como tal. La primera respuesta, ingeniosa y divertida: “Que te guste la calle Ganivet y la disfrutes a tope. Yo lo soy”.

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Era lógico, ¿verdad? Otro, haciendo gala de ese humor negro que ya solo florece en los círculos de confianza, decía que lo somos porque nos gusta bañarnos en las aguas frescas… Y un tercero señalaba que él sí se considera ganivetiano. Y a mucha honra. Que cuando alguien hace algo francamente extraordinario, suele decir “menuda ganivetianada”.

Como ya conozco bastante sobre la muerte de Ángel Ganivet, que la estudié para un trabajo que tengo entre manos, he aprovechado para buscar información sobre su pensamiento, precursor del espíritu del 98 y que reprochaba a la sociedad española su contumaz abulia, proponiendo “un cambio axiológico fundado en la voluntad, las ideas y la acción”, según la Wikipedia. ¡Ahí es nada! Claramente, el ideario ganivetiano está pendiente de cumplimiento, ¿no les parece?

Sigo leyendo, y la emprendo con “Granada la bella”, que arranca así: “Voy a hablar de Granada… para exponer ideas viejas con espíritu nuevo y acaso ideas nuevas con espíritu viejo, pero desde el comienzo dese por sentado que mi intención no es cantar bellezas reales, sino bellezas ideales, imaginarias. Mi Granada no es la de hoy, es la que pudiera y debiera ser, la que ignoro si algún día será”.

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Como no me va a dar tiempo a terminar la lectura de “Granada la bella” antes del deadline de esta columna, la remataré sugiriendo a los hosteleros de la mítica calle que aporten su granito de arena a la causa, encargando diseños con la leyenda: “Yo soy ganivetiano”.

Jesús Lens

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