Eliminados

¿Cómo? ¿Eliminados? ¿En serio? ¡No es posible! Si el Europeo era nuestro…

Cuando el Europeo todavía era nuestro

Si usted no es un experto aficionado al deporte de la canasta y ha seguido el Eurobásket a través de la televisión, el jueves por la noche se acostaría con cara de estupefacción, sin entender nada.

¿Cómo es posible que perdiera la España de los inconmensurables Gasol, la experiencia de Navarro y San Emeterio, la magia del Chacho o la pujanza de los Hernángomez, que tan bien se habían acoplado al equipo?

Es lo que tiene que, retransmitiendo y comentando los partidos, haya forofos y no periodistas y/o analistas que digan lo que ven. Por supuesto, (casi) todos queremos que gane España, pero hay que ser serios y rigurosos. Y, de forma fría y objetiva, hay que decir que el Eurobásket se le ha hecho eterno a una España que se paseó en partidos intrascendentes, pero a la que se le atragantó el primer choque serio, contra Croacia. Los turcos, en octavos, nos marearon durante toda la primera parte y contra una Alemania capitidisminuida, fue necesario que Marc Gasol nos sacara del entuerto a base de… triples.

Entonces llegó Eslovenia. Mi Cuate Pepe me lo había hecho notar desde el primer día, tras ver su esplendorosa puesta en escena: ¡son buenísimos! Y ya lo creo que lo son. A estas alturas, todos lo sabemos, ¿verdad? El Dragón Dragic, el merengue Randolph y… ¡Luka Doncic! Wonder-Boy. Sin olvidar al resto de un equipo joven, cohesionado, con hambre y concentración.

De repente, el mejor Ricky de la historia ya no metía triples providenciales, a los Gasol les faltaba combustible, los jóvenes se precipitaban y el Chacho se perdía en sus juegos malabares.

Lo de Eslovenia fue un baño, efectivamente. Un baño de realidad. Un baño que, sin embargo, no debe desanimarnos. Tenemos que pelear por el bronce, el próximo domingo. Y es necesario encarar el futuro asumiendo que el tiempo pasa y que toca adaptarse. La NBA se lo pone muy difícil a sus jugadores, las temporadas son cada vez más largas y exigentes y la veteranía y la experiencia de los Júnior de Oro, la mítica Generación de los 80, ya no son suficientes para sostener a una selección que tantas alegrías nos ha dado.

Y que nos seguirá dando, ojo, aunque ya no sea obligatorio ni preceptivo ganar metales.

Jesús Lens

METAMORFOSIS

«El origen está delante de nosotros»

Heidegger

 

 

El comienzo de «La metamorfosis», de Kafka, siempre me pareció aterrador: «Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto».

 

¿No da miedo?
¿No da miedo?

Además, siempre lo relacioné con el célebre -y repetido, parafraseado, copiado y adaptado hasta la saciedad -microrrelato de Augusto Monterroso: «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí».

 

Y es que siempre se ha dicho que el sueño de la razón produce monstruos.

 

Enero de 2010 está siendo un mes atípico, excitante y vertiginoso. El mes en que todo cambió. Uno de esos meses definitorios en la vida de una persona. El primer mes del resto de una vida.

 

Escribe Edgar Morin, en su «Elogio de la metamorfosis» el siguiente párrafo (que hay que leer con atención): «El nacimiento de la vida puede concebirse como la metamorfosis de una organización físico-química que, alcanzado un punto de saturación, crea una metaorganización viviente, la cual, aún con los mismos constituyentes  físico-químicos, produce cualidades nuevas».

 

Vale, vale.

 

Es un poco farragoso.

 

Pero el mismo Morin lo explica de una manera tradicionalmente natural: «¿Qué es una metamorfosis? La oruga que se encierra en una crisálida comienza así un proceso de autodestrucción y autorreconstrucción al mismo tiempo, adopta la organización y la forma de la mariposa, distinta a la de la oruga, pero sigue siendo ella misma».

 

2010: cucarachas, orugas, dinosaurios, mariposas…

 

Como dice Eduardo Galeano: «Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.»

 

Jesús Lens, desde la crisálida.