Blanco y negro

El sieso que llevo dentro hace que no les preste atención a las cadenas de las redes sociales, pero cuando el gran Álvaro Arriaga me retó a contar mi día a día a través de siete fotos en blanco y negro, sin figuras humanas ni explicaciones, me animé a ello.

Como persona de letras y palabras, soy malo expresándome a través de las imágenes y mis fotografías suelen estar entre lo malo y lo peor. De ahí que el reto planteado por Álvaro fuera ciertamente eso, un reto.

Día a día fui publicando una fotillo y retando a otras personas a hacerlo. La mayoría también aceptaron y, a su vez, nominaban a sus amigos y conocidos. Así, a lo largo de la pasada semana, los muros de Pepe, Gustavo, Silvia, Esther, Agustín, Colin, Cristian, Bernal, Mayela, Sergio o Pepita se han ido llenando de atractivas y estimulantes fotos en ese blanco y negro tan elocuente y revelador.

Me lo he pasado tan bien con esta historia que, una vez terminado el reto y mientras camino, sigo buscando motivos para retratar en modo noir, recordando aquella célebre definición que lo describía como una infinita capa de grises.

El blanco y negro, salvo en su versión dulce y cafetera, tiene mala prensa. Es sinónimo de viejo y trasnochado. De añejo y caduco. Y, sin embargo, para mí, su magia sigue incólume: sus atmósferas, sus texturas, su capacidad de transmitir sensaciones físicas a través de la imagen…

El ByN constituye una de las dicotomías esenciales en la historia de la humanidad. Símbolo de la pureza, de la totalidad y la deidad; el blanco se contrapone al negro, sinónimo de las tinieblas, lo oscuro, peligroso y demoníaco.

Blanco-negro como símbolo de los extremos, también. Que las cosas, ya se sabe, no son blancas o negras. Y ahí, en esa conjunción, radica el quid de las cuestión. Mientras que el maniqueísmo utiliza el blanco o negro como paradigma, el ByN se erige como el concepto integrador por excelencia, abarcando todo el espectro posible de opciones y posibilidades.

Fuera del blanco y negro, pues, no cabría nada, lo que es buena prueba de su magnificencia. Hablamos de estética, por su puesto. Pero también de ética, moral y filosofía, como los expresionistas alemanes nos enseñaron en su momento. Hagan la prueba. Una semana es suficiente. Se engancharán.

(PD.- Acabo de ver que hace años, ya titulé una columna en IDEAL como «Blanco y Negro». La vida, eterna repetición…

Jesús Lens