Pateando el Albaicín

El miércoles, después de un café tempranero, quedé con mi colega y buen amigo Gustavo, que teníamos trabajo de campo por hacer. En Acento Comunicación estamos inmersos en un apasionante curro sobre el Albaicín y, después de buscar documentación escrita y virtual, tocaba patear las calles, encontrar perspectivas y tomar fotos.

Lo bueno de salir de amanecida, además de evitar el calor, es que apenas había nadie por las calles, excepción hecha de los corredores más madrugadores. Así, pudimos cruzar la Puerta de las Granadas en solitario y deleitarnos en absoluto silencio con las perspectivas del barrio desde el mirador de la Churra.

Pudimos hacer fotos de los puentes de Cabrera y Espinosa, completamente vacíos, y asomarnos al acueducto de la Acequia de Romayla con toda tranquilidad, aunque tampoco es que suela haber colas para ver esta parte de la Alhambra, la verdad sea dicha.

No había un alma en el camino del Avellano y, un rato después, apenas nos cruzamos con nadie por la Verea de Enmedio, uno de los paseos más alucinantes del mundo.

A eso de las once y media de la mañana llevábamos en las piernas un buen puñado de kilómetros, en las retinas -y en las cámaras de fotos- un floreciente ramillete de imágenes y, en el cuerpo, un sinfín de sensaciones e impresiones.

Gustavo todavía se quedó en el barrio, que tenía entrevistas por hacer. Yo aproveché para recorrer el Albaicín un rato más. Esta vez, al trote cochinero. Subí a San Miguel Alto, me refresqué en la Fuente del Aceytuno y volé hasta el Zaidín. Tras una ducha, me abalancé sobre el portátil, que tenía mucho por escribir.

Recorridos cinematográficos, los senderos del agua, los desafíos de la gastronomía, la protección del patrimonio, personajes singulares, Cármenes de ensueño, vida diaria, presión turística, historia y memoria, retos de futuro y un largo etcétera. En eso estamos, estos días.

Al final de la jornada, mientras Inglaterra y Croacia se jugaban el pase a la Final del Mundial, Gustavo me mandaba una información imprescindible para terminar in extremis mi espetada entrega del suplemento Gourmet de hoy, que les animo a leer, con gusto… y con hambre. Y, entre risas y buen humor, se despedía: “25 kilómetros caminados, marca la aplicación del móvil. Que lo mismo no es exacto, pero que ha sido… ¡otro día en la oficina!”

Jesús Lens

Comida llama a comida

Ayer estuve en la playa de Cabria celebrando uno de esos ritos ancestrales que tanto nos gustan, en sentido literal: inaugurar el verano comiendo espetos de sardinas en el Tito Yayo, bien regados por varias decenas de Alhambras Especiales y seguidos de un extraordinario arroz con bogavante y un arroz muy negro, criminalmente sabroso.

Al margen de las cuestiones baloncestísticas -¿triunfará Doncic en la NBA? ¿Debería Pau volver a jugar a España?- y políticas -esta parte lo soslayamos con displicencia, para que no se nos cortara la digestión- hablamos mucho de gastronomía. Y es que no hay como estar comiendo, mucho y bien, para que apetezca hablar de comida.

El punto de partida para la ruta gastronómica trazada sobre las mesas del Tito Yayo arrancó en La Peza, por razones que ahora mismo no sabría explicar. Allí nos zampamos unas papas a lo pobre para desayunar, un arroz picante que quita el sentío y un chorizo de papas que quita el hipo.

En Exfiliana y Alcudia de Guadix, al margen el chorizo del Magán -a la brasa y sobre pan casero- es recomendable el vino del país, joven, se toma a partir de diciembre. Y unos panes catetos, de los que duran una semana. En La Calahorra, el choto de Juan El Burro, es mítico. Probar en Labella, garito regentado por sus hijos. Y el cordero al horno y a la lata, de El Manjón.

Cuando la conversación daba síntomas de agotamiento, Dimas sacó a colación el rin ran de Jérez del Marquesao, un bacalao desmigao y hecho tiras que se prepara con cebolla y pimiento.

El viento fresco hacía grata la permanencia en la terraza del restaurante y entre cavas y mojitos, mientras unos jugaban al dominó y otros se acercaban al rebalaje, los demás disfrutamos viendo a un espabilao que había metido su flamante todoterreno en la arena y no conseguía sacarlo, que la primera línea de playa siempre es muy tentadora.

Los sesos del Coronichi, en Montefrío

Cambiamos de comarca y nos pasamos al Poniente y los lomos de conejo del Cortijo de Tájar. Entonces surgió en la conversación el Coronichi de Montefrío, con sus cabezas de cordero al horno -enteras y partida por mitad, rodeadas de papas gordas- y los sesos al mojeteo, una de esas ofertas imposibles de superar que sirvieron para poner el punto y final a la tertulia.

Jesús Lens

Infraestructuras al cuadrado

Soy muy pesado e insistente con el tema, pero el lenguaje no es neutro ni las palabras son inocentes. Por ejemplo, trabajemos hoy sobre el concepto de infraestructuras, aplicado a la Granada contemporánea.

Foto de Jorge Pastor

Infra es un prefijo latino que significa debajo y por infraestructura se conoce al conjunto de elementos o servicios necesarios para el funcionamiento de una organización o para el desarrollo de una actividad. Hablamos, pues, de la base, de los pilares fundamentales que sostienen cualquier proyecto.

 

En Granada, sin embargo, el concepto de infraestructura riza el rizo etimológico y decide apostar a la grande. Que, en este caso, es hacerlo a la chica. Porque Granada está a la cola de la inversión en infraestructuras en Andalucía y se sitúa en el antepenúltimo puesto de España, como leíamos ayer en IDEAL, en este documentado trabajo de Jorge Pastor.

En dos palabras: padecemos una lamentable y patética situación de infra-infraestructuras. Y eso, siendo una de las provincias con menor riqueza de España, debería darnos que pensar.

 

¿En qué están nuestros congresistas; diputados y senadores? Más allá de en defender a la quisquilla de Motril, quiero decir. ¿En qué están nuestros parlamentarios autonómicos? Y cuando digo “nuestros”, me refiero a los de usted y a los míos. A los que ocupan escaño en Sevilla y en Madrid, representando los intereses de Granada, al margen de partidos e ideologías.

 

El 155, esa cifra que actúa a modo de venda delante de los ojos, lo eclipsa todo. Miles y miles de horas invertidas en hablar, debatir, reflexionar, discutir, vociferar e insultar a cuenta del Procés. Del desafío nacionalista. De como demonios quieran ustedes llamarlo.

Mientras, entre el flamear de banderas y las polémicas sobre los himnos, Granada sigue siendo el culo del mundo, un infralugar que ocupa los puestos más bajos en cualquier ranking, estadística o clasificación que verse sobre riqueza, renta, empleo o inversión.

 

Parece que los empresarios están que trinan y van a hacer público un documento sobre todo lo que hace falta en Granada para seguir creciendo, promovido por la Cámara de Comercio y el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos.

 

A ver si cuando salga, nuestros representantes políticos tienen ocasión de echarle un vistazo, entre sesión y sesión en defensa de la denominación de origen de la exquisita quisquilla de Motril o del estudio sobre las cualidades del espeto de sardinas para ser considerado Patrimonio de la Humanidad.

 

Jesús Lens