Celebración cerebral

Mi columna de hoy, en IDEAL, habla de varias cosas que, como las neuronas, están conectadas:

Al principio pensé que era una de esas típicas noticias chorra que solo buscan generar viralidad y aumentar el tráfico de las webs: un paciente toca el saxofón en el quirófano durante una delicada operación. Es lo malo de leer la prensa en pantalla, de forma apresurada y tangencial. Que todo me suena a camelo y tiendo a ponerle sordina.

Saxofonista operación

La revelación llegó cuando, al día siguiente, desplegué el periódico impreso y leí la noticia completa, entrando en los detalles. Y, desde luego, era cualquier cosa menos chorra. El paciente era un músico de 27 años llamado Carlos y la intervención a la que iba a ser sometido era la extirpación de un tumor cerebral. En ese tipo de operaciones se corre el riesgo de tocar alguna parte del cerebro que deje secuelas irreversibles, por lo que el equipo médico pidió al enfermo no solo que tocara el saxofón para estar atentos a las reacciones de su cerebro, sino también que leyera complicadas partituras de música clásica y que se mantuviera cerebralmente activo, además de despierto. De esa forma, los médicos evitaban el más mínimo contacto con las áreas del cerebro que Carlos utiliza en el desenvolvimiento normal de su vida profesional, artística y creativa.

Para mí, que soy de letras, que algo así pueda ocurrir es una mezcla entre la ciencia ficción y un milagro. Porque no comprendo el cerebro. Ni sus conexiones o mecanismos. Es un misterio. Absoluto.

Celebración cerebral

Ese mismo día también pude leer los resultados de un estudio científico según los cuáles, el tan cacareado espíritu navideño no solo existe, sino que está perfectamente localizado en diversas áreas de la corteza motora sensorial y en el lóbulo parietal del cerebro. Es decir que si los villancicos, las zambombas, las lucecitas intermitentes, los flácidos Papás Noeles de los chinos entrando en las casas con escalo, las felicitaciones y las sonrisas más o menos fingidas le dejan a usted indiferente o, directamente le cabrean, sepa que es una pura y mecánica reacción neuronal imposible de controlar y que nada tiene que ver con la mala follá proverbial de esta tierra.

Celebración cerebral espíritu navideño

De cara al futuro, sería importante que algún sesudo estudio determine qué partes del córtex cerebral reciben los mensajes de nuestros políticos en campaña electoral y cómo reacciona nuestro cerebro, neuronalmente hablando, ante el aluvión de mítines, sondeos, encuestas, debates decisivos, debates intrascendentes, análisis, postanálisis, ruindades, mezquindades, etcétera. ¿Cuántas neuronas no se nos habrán suicidado a lo largo de este larguísimo 2015, electoralmente hablando?

Celebración cerebral destrucción neuronal

Y, más difícil todavía, ¿llegaremos a conocer el mecanismo que utiliza nuestro cerebro para procesar todo el lodo vertido en la campaña y convertirlo en una papeleta electoral? Resulta curioso que, cuando llega el sábado previo al domingo electoral, nuestro cerebro tiende a relajarse, dichoso y contento por el final del suplicio. Más que de reflexión, es una jornada de celebración sin la que los índices de abstención serían ostensiblemente mayores de los que son.

Jesús Lens

Twitter Lens

Más allá del debate: la gente

Mi columna de hoy domingo en IDEAL:

Sí. Yo también me lo pasé canela con el debate. Nunca pensé que llegaría a escribir algo así, pero es cierto. Me divertí. Aunque, ¿fue decisivo? Para nada. Porque fue un debate, en el fondo, intrascendente. Un debate que se prestó a un incesante tuiteo, pero siempre sobre cuestiones incidentales: el sudor de uno y los tacones de la otra. El nerviosismo de este frente a la estolidez de aquel. Y así.

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De hecho, y nada más ver la disposición de los actores sobre el plató, nos dimos cuenta de aquello era una farsa: ¿dos horas y media de pie y encerrados en un círculo, sin un atril o una banqueta que llevarse a la boca? Es que ni en un bar atiborrado de gente, viendo la final de la Champions, se puede adoptar una postura más incómoda, antinatural y forzada. Ya puestos a torturar a los candidatos, ¿por qué no obligarles a correr en una cinta estática, mientras debaten? Y Pastor subiendo el nivel de inclinación de la cinta o incrementando su velocidad según le caiga el candidato en cuestión…

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En el debate, en realidad, no hubo confrontación de ideas o de programas. Hubo chascarrillos e ingeniosidades. Y, sobre todo, meteduras de pata. Pero dio igual. Porque lo importante, lo verdaderamente decisivo del debate comenzó a su finalización, en las redes sociales, con cientos de miles de internautas mostrando su descontento por la enorme cantidad de temas que no se habían tocado. Temas importantes, de los que forman parte de nuestro día a día, de los que realmente nos afectan a todos y no solo a los partidos y a la gente que vive alrededor de la política y que, por eso, disfruta convirtiéndola en un espectáculo.

Como la sanidad, la dependencia, el cambio climático, la accesibilidad, la pobreza, el déficit democrático en la Unión Europea o la cuestión de la inmigración y los refugiados. Temas como la cultura, por ejemplo, a la que no se dedicó ni un segundo, más allá de la mención a ciertos apellidos como vía para cerrar heridas con Cataluña. Y de educación se habló de forma brevísima, dado que todos los candidatos estaban de acuerdo: pacto de estado. Y a volar. ¡Cómo si no lleváramos decenas de años clamando por él, sin el más mínimo resultado!

Este modelo de Debate me parece mucho más serio
Este modelo de Debate me parece mucho más serio

Menos mal que cuando terminó el show, comenzó la reflexión. Reflexión serena protagonizada por la gente que, en sus casas, dedicó horas y horas a hablar de lo que verdaderamente nos afecta. Los emergentes llevan a gala estar conectados con las preocupaciones de la calle para superar la vieja ortodoxia de los partidos tradicionales. No tuve esa percepción durante el debate. Allí estaban Pablo y Albert, encantados de conocerse y de jugar en las ligas mayores, más preocupados por decidir qué hacer con las manos -ahí, el líder podemita dio una soberana lección, armado con un BIC- que de transmitir ideas para conquistar a un electorado que, más allá del espectáculo, exige coherencia, sinceridad y compromiso.

Jesús Lens