Volver en Las 2 Colinas

Creo en la simbología de los ciclos y cada vez tengo más en consideración el paso del tiempo. Aunque trato de que el paso no se convierta en peso…

Foto: Ramón L. Pérez

Hace un año, en la carrera de Las 2 Colinas, terminé de romperme: tras haber aguantado unos meses con el pie derecho en telerengue -por culpa de tanto insensato trail de montaña- el exigente recorrido de la prueba organizada por las Fuerzas Armadas y lo complicado de un piso repleto de adoquines y empedrado, terminaron dejándome cojo y para el arrastre, en el sentido literal del término.

Tardé siete meses en recuperarme. Físicamente. Mental y moralmente, me ha costado mucho más: en lo que va de año, apenas he salido a rodar y solo en un par de ocasiones he pasado, por escaso margen, de los 10 kilómetros. Cuando no era el frío, era la lluvia. O la nieve. O el viento. O la agenda, los compromisos, los horarios, el cansancio, el agobio y el estrés.

Razones de peso para no practicar deporte, apenas hay. Excusas, a patadas.

Dejé pasar las primeras carreras del Circuito de Fondo de Diputación, no llegué al Padre Marcelino, ni me planteé la Media Maratón de Granada y, entonces, mis buenos amigos de las Cabras Locas se apuntaron, en masa, a Las Dos Colinas.

Me lo puse como reto. Volver. Exactamente un año después. Regresar a las carreteras justo donde lo dejé. No estoy en forma. Ni muchísimo menos. Apenas he hecho salidas ni entrenamientos que puedan definirse como tales.

Me presenté en la línea de salida ataviado con ropa vieja y ajada, utilizada en  decenas de carreras anteriores. Mi intención era hacer 8 o 10 kilómetros y retirarme de la prueba. Volver a sentir el placer de correr entre miles de personas por algunos de los lugares más emblemáticos de Granada. Pero sin forzar. Sin correr… riesgos innecesarios.

Foto: Ramón L. Pérez.
Careto: Jesús Lens

Salí entre los últimos. Vi cómo se alejaban las Cabras y rodé, rodé y rodé, saludando a los amigos que me adelantaban, disfrutando del aliento de la gente y del ritmo que las batucadas le meten a las piernas.

Al final, iba tan tranquilo y disfruté tanto de los paisajes y del ambiente, de la excelente temperatura, de las maravillosas vistas, de la impecable organización… ¡que completé los 15,5 kms del recorrido! Volver. ¡Qué bonita palabra!

Jesús Lens

El peso del tiempo

Resulta inevitable, al comienzo de año, echar la vista atrás y reflexionar sobre el paso del tiempo. Y sobre su peso. Que, en ocasiones, son toneladas.

Uno empieza a cobrar conciencia del paso del tiempo cuando sus deportistas favoritos, en vez de parecer personas mayores, se convierten en críos insultantemente jóvenes, imberbes y descarados. Te das cuenta de lo viejo que eres la primera vez que te descubres tildando a un deportista de niñato millonario y malcriado.

Otro signo inequívoco del paso del tiempo viene dado por esas reuniones de amigos en las que los temas de conversación arrancan con un preocupante “¿te acuerdas de aquella vez en que…?”. Muchas risas, pero viejunismo rampante, al fin y al cabo.

Sin embargo, el mazazo temporal te deja definitivamente noqueado cuando empiezan a celebrarse los 20 o, peor aún, los 25 aniversarios de acontecimientos históricos e hitos deportivos, culturales o científicos de los que guardas recuerdo… por haberlos vivido o presenciado en primera persona, en vivo y en directo.

Por ejemplo, este 2018 se celebran 25 años del Nobel de la Paz a Mandela y de Klerk por propiciar el final del Apartheid, mientras que Sarajevo seguía sufriendo el deplorable sitio del ejército serbio. Clinton tomaba posesión como presidente norteamericano y el World Trade Center sufría un primer atentado terrorista. En Waco, asediados por el FBI, morían 74 davidianos, secta liderada por David Koresh. “Parque Jurásico” arrasaba en taquilla y Nirvana y Guns N’ Roses sacaban disco nuevo.

Y se cumplen unos nada desdeñables 20 años de la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba, los 11 Óscar de “Titanic”, el Nobel de Literatura al granadino José Saramago, la constitución del Banco Central Europeo, la detención en Londres de Pinochet a demanda del Juez Garzón o la final de Roland Garros entre dos españoles: Moyá y Corretja, con Arancha Sánchez Vicario ganándole a Mónica Seles.

Pero 2018 nos trae el argumento definitivo de que el tiempo es relativo y de que, por tanto, Einstein tenía razón: en febrero de 1998, la poderosa Netscape presentaba en sociedad el buscador Mozilla con el que quería hacerle la competencia al imparable Explorer de Microsoft. Se presumía un duelo de titanes. Unos meses después, en septiembre, dos jóvenes estudiantes de Stanford, Larry Page y Serguéi Brin, fundaban en California una empresa llamada… Google. ¿Les suena?

Jesús Lens