¡Apaga la televisión!

Consejo de los miembros de La Banda de la Tenaza
Consejo de los miembros de La Banda de la Tenaza

¿Te acuerdas de esta reseña? La Banda de la Tenaza, un libro estupendo con dibujos de Robert Crumb como este que hemos puesto arriba.

 

Si eres uno de esos que Ven la Vida en Serie, no te ofendas. Nos referimos a la televisión normal 😉

 

¡Menos tele y más barras!

 

Jesús Lens, el Embarrado

 

¿Y los 1 de febrero de 20082009, 2010, 2011 y 2012?

 

 

 

La banda de la tenaza

Estuve varios días tuiteando frases extraídas de este libro de Edward Abbey, publicado el pasado junio por la editorial Berenice y que se ha convertido en un fenómeno de ventas.

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Y no es de extrañar.

Lo extraño es que este clásico de los años sesenta permaneciera inédito en nuestro país. Extraño y escandaloso. Porque se trata de uno de esos títulos fundacionales que, como señala Didier Jacob, “se ha convertido en la biblia del activismo y la resistencia más o menos pacíficos”.

Ha sido necesario que nos encontremos no ya sumergidos, sino ahogados en lo más profundo de la crisis más salvaje de los últimos cien años para acceder a una lectura descacharrante, concienciada, salvaje y, sobre todo, libre, libérrima, libertaria y libertina.

“The monkey wrench gang”, se titula el original de un libro que, además de la historia protagonizada por Hayduke, Abbzug, Sarvis y Smith; trae las siempre atractivas ilustraciones de un clásico como Robert Crumb, con esos trazos tan particulares y tan bien definidos.

 La banda de la tenaza

Los cuatro protagonistas son americanos. Norteamericanos. Yanquis. El primero es tan yanqui que hasta estuvo en Vietnam. Porque la historia se desarrolla es aquellos míticos y mitificados años sesenta. Smith, por su parte, es un mormón que trabaja como guía de cañones. Doc Sarvis es médico en Alburquerque y Abbzug es su fiel asistenta, enfermera, amante y confidente.

Todos ellos coinciden en un descenso en balsa neumática liderado por Smith. Pero, sobre todo, los cuatro coinciden en odiar lo que las grandes corporaciones, el estado y los especuladores están haciendo con los ríos y los cañones del Colorado.

Y deciden actuar.

Porque los integrantes de la Banda de la Tenaza no son de los conformistas que se limitan a lamentarse de lo mal que está todo en la barra del bar para, después, volverse a casa y sentarse en el sofá, a tragar la ración diaria de telebasura. ¡En absoluto!

 Apaga la televisión

Nuestros héroes son personas de acción que deciden enfrentarse a la Máquina y a sus representantes, dándoles donde más les duele: en su frío, desmesurado e inhumano corazón industrial. Y lo harán aplicando la vieja táctica del boicot. Y la guerra de guerrillas.

Trazan su estrategia y, buenos conocedores del terreno por el que pisan, aprovechan la orografía y la geografía de uno de los paraísos que aún quedan en la tierra para…

Bueno. Para cosas diversas que requieren de valor, organización, esfuerzo y sacrificio. Actitudes que están muy lejos del soso cíberactivismo al que nos hemos acostumbrado en estos tiempos del “Me Gusta” en el Facebook, como si fueran la vanguardia de la lucha por la libertad, tal y como escribíamos en este artículo de IDEAL.

 La Banda de la Tenaza

Si crees que la Máquina va ganando y que deberíamos hacer algo para igualar las fuerzas, la Banda de la Tenaza te pone en camino. Con su actitud, con su humor, con su forma de beber cerveza, de moverse por el mundo, de amar la naturaleza y de luchar por aquello en lo que creen. A través de la reflexión, por supuesto. Pero, sobre todo, a través de la acción. Mucha acción.

Jesús Lens

PD.- Cuando Robert Redford la lleve al cine, os acordaréis de esta reseña 😉

 La banda de la tenaza Robert Redford

Y ahora, a ver los 11 de enero de 2009, 2010, 2011 y 2012

El viaje a Budapest (previa)

¡Que si me acuerdo, me pregunta!

Qué gracioso, Daniel.

¡Cómo si uno mantuviera habitualmente peleas columnísticas con compañeros de periódico!

Os cuento.

Hace unos años, al principio de mis colaboraciones en las páginas de Opinión de IDEAL, coincidía con otro columnista, insultantemente joven, llamado Daniel Barredo.

¡Cómo conseguía irritarme, el tío! No siempre, claro. Pero a veces, sí. Ahora bien, ¡cómo escribía, el cabronazo! Era uno de esos jóvenes airados que no se mordían la lengua, dotados de una prosa tempestuosa, agitadora, deslumbrante y salvaje.

En cada uno de sus párrafos había una fuerza descomunal así que, aunque había veces en que sus tesis me sacaban de quicio, no podía dejar de leerle. ¡Demonios! Ni podía… ni quería.

Daniel Barredo hacía bandera de la incorrección política, pero se notaba que no era pose: le llevaba dentro.

Hubo una ocasión en que cargó contra los viejos, a quiénes otros hubiéramos llamado “la tercera edad”. Decía algo así como que habían caído unas gotas de lluvia y el viejo, torpe y desacostumbrado, se había puesto al volante. Y la había liado, claro.

No recuerdo si fue a ese artículo o a algún otro al que le contesté, a través de mi privilegiada columna. Y mira que a mí no me gustan las peleas públicas, los fuegos cruzados ni esas milongas tomboleras y populacheras. Pero algo de lo que escribiera Daniel fue la gota que colmó el vaso y le dediqué una columna con tintes de reproche.

¡Lástima ser tan descuidado y no haberla guardado!

En fin.

Después, Daniel dejó de publicar en IDEAL. Y le perdí la pista. Nunca más se supo.

Hasta que, hace unas semanas, leí en la prensa cultural que un tal Daniel Barredo había ganado el Premio Andalucía Joven de Narrativa 2011 por su novela “El viaje a Budapest”.

Y, casualidades de la vida, me lo encontré por el Facebook, amigo de una recién incorporada amiga, periodista y amante de la cultura.

Y lo agregué.

Y me aceptó.

Y me mandó un mensaje preguntando que si me acordaba de aquellas reyertas periodísticas nuestras…

¡Que si me acordaba, me pregunta!

El caso es que, al poco de ser amigos del Facebook, recibí un mensaje instándome, a mí y a otros compañeros cibernéticos, a leer su novela. Una novela que le está reportando graves consecuencias personales y familiares, según nos cuenta.

¿Por qué?

Pues porque, nada más leerla, “mis vecinos ya nunca más me verán como aquel adorable muchacho que nació para hacer cosas grandes, sino que torcerán las cabezas y me llamarán hijo de la gran puta. Mi familia no querrá saber nada más de mí y lo que es peor: no tendré a nadie a quien dar un sablazo”.

El autor escribe esto en un prefacio que es toda una declaración de intenciones.

En mis manos tengo un ejemplar de “El viaje a Budapest”, llamándome. A voces.

Empieza así:

“El coño de Rosario era tan vulgar como esa lata de anchoas en aceite de girasol que sirven en los bares de carretera. Tenía tantos pelos como la pantorrilla de un gigante y olía mal, a ostras podridas, a país sin agua.”

Escribo estas líneas un sábado por la noche. ¿Momento idóneo para empezar a leerlo? Lo sería si hubiera salido a la calle y volviera de tomar unas Alhambras con los amigos. O de algún concierto. O de apurar unas copas.

Pero no ataviado con un chándal disparejo y las zapatillas de paño puestas, desde que volví de correr, tal y como me hallo.

La verdad, para hacer justicia a un libro como el que, creo, va a ser éste, conviene empezar a leerlo un poco encanallado y engolfado, con sabor a alcohol en el gaznate y derrotado por la noche.

O quizá no. ¿Quién sabe?

En cualquier caso, ya os contaré.

Jesús expectante Lens

PD.- Veamos, en anteriores 18 de marzo, en qué estábamos: 2008, 2009, 2010 y 2011