La grieta

Ahora mismo no hay otro libro más importante en el mercado editorial español que “La grieta”, de Carlos Spottorno y Guillermo Abril, publicado por Astiberri y que debería ser de lectura obligatoria por todos los que… bueno. Por todos. Y punto. Al menos, por todos los interesados en asomarse a lo que está pasando justo al borde de esta Europa nuestra. Aunque cada vez sea menos. Menos Europa… y menos nuestra. Y de ello hablo hoy en IDEAL, agradeciendo a Fernando Marías que me haya puesto en la pista de un libro IMPRESCINDIBLE.

“La grieta” es el diario de campo de dos reporteros que recorren la frontera desde África hasta el Ártico, con el fin de desentrañar las causas y consecuencias de la crisis de identidad de Europa”. Así describen los autores su propio trabajo en la web que han creado para darle visibilidad: www.lagrieta.info

 

Y es que, efectivamente, todo comienza en Melilla. Es el primer viaje que hacen el reportero Guillermo Abril y el fotoperiodista Carlos Spottorno. A la frontera más cercana. A la que tantas veces vemos en las portadas de nuestros periódicos, junto a las fotos de personas que, sangrando por los cortes provocados por las concertinas, no saben si reír o llorar.

ICULT pagina comic La grieta de Carlos Spottorno y Guillermo Abril

En Melilla, la valla es la plasmación física de una frontera, la más desigual del mundo, conformada en realidad por ese mar Mediterráneo que jamás en la historia había separado tanto y a tantas personas.

 

Estos días estamos lógica y justamente indignados por la infamia que supone el muro de Trump, pero ello no debería hacernos olvidar nuestros propios muros, vallas y fronteras armadas, a todo lo ancho y lo largo del continente.

Lean, lean “La grieta” y déjense conducir de Melilla a Lampedusa, pasando por Grecia, Bulgaria, Serbia, Hungría, Bielorrusia, Ucrania o Finlandia, donde llegaremos al Círculo Polar Ártico. Viajes que, a lo largo de tres años, produjeron 25.000 fotos y 15 cuadernos de notas, condensados en una fascinante publicación que está entre el fotolibro y la novela gráfica. “La grieta”, cientos de fotografías tratadas cromáticamente y, en algunos casos, volteadas para facilitar la narrativa, pero en las que no ha sido añadido ni eliminado elemento alguno.

Cuando Coppola presentó “Apocalypse Now” en Cannes, dijo que su película no era sobre Vietnam. Que era Vietnam. Los autores de “La grieta” señalan que el libro no está basado en hechos reales. Que son hechos reales. Por desgracia, no se puede describir mejor.

 

Jesús Lens

Dublinés

Lee uno palabras como James Joyce, Ulises o Dublineses y le entra una especie de miedo paralizante, de pereza inconmensurable, de tedio supino, de superior aburrimiento.

Lo siento, pero es así. Al menos, a mí me pasa.

¿Qué me llevó, pues, a comprar y leer una obra como “Dublinés”, de Alfonso Zapico?

Teniendo en cuenta de que “es una obra llena de detalles, está centrada en la vida de James Joyce y recorre con el autor los momentos, las conversaciones, las penurias y las aventuras con las que se fue construyendo una de las grandes figuras del siglo XX”, sería como para hacérselo ver, ¿no crees?

Ahora que, ¿y si nos encontramos a Joyce “escribiendo novelas o bebiendo cerveza? Es posible que le veas vacilándole a Yeats o riéndose de Proust en su propia cara. Si te lo cruzas, conviene no molestarle… Es mucho mejor reírse con él”.

¿Ein? ¿Perdón? ¿Reírse con… Joyce? ¿Con James Joyce? ¿Estamos locos, se nos ha ido la pinza o es que, quizá, Eduardo Madina había bebido demasiadas pintas al escribir ese párrafo anterior?

Pues no, amigos. No. Resulta que, efectivamente, James Joyce puede ser un cachondo. Al menos, eso piensa Alfonso Zapico. Y así nos presenta al autor de algunas de las obras más, más, más (*)… de la literatura universal: un juerguista nato, un irresponsable, un niño grande egoísta y sinvergüenza que vivía en los pubs y que cada libra que tenía, se la gastaba en una buena farra.

Alfonso Zapico ha escrito y dibujado un fastuoso álbum en que ha recreado el Dublín de los años 20 así como las grandes (y pequeñas) capitales europeas en las Joyce residió a lo largo de su vida. Un álbum fastuoso y desenfadado en el que veremos al genio irlandés echando la pota después de agarrar una kurda, a su hermano hecho un basilisco por tener que aguantar a un gorrón como el literato y a la señora Joyce hecha una energúmena, cansada de las golferías de su díscolo esposo.

Disfrutaremos con los paseos de Joyce por esa Dublín que, después, describiría con todo lujo de detalles en sus libros. Sentiremos la atmósfera de los pubs y descubriremos el proceso creativo de un autor que, no por consagrado, era menos humano que el resto de sus semejantes, con sus imperfecciones, infidelidades y miserias a cuestas.

Le veremos descubrir el amor y el sexo, comportarse como un irresponsable y caprichoso, viajar por toda Europa, pegando sablazos a todos los que se le ponían a tiro. Le encontraremos dando clases de inglés para sobrevivir y aquejado de la melancolía, la morriña y la saudade por su Irlanda perdida. Conoceremos esas leyendas que tanto le gustaban y le escucharemos entonar esas baladas que todo buen irlandés lleva impresas en su ADN más profundo.

Decíamos que “Dublinés” es un álbum fascinante. Fastuoso y desenfadado. Es uno de los grandes tebeos, o cómics, publicados por la imprescindible editorial Astiberri en su más que delicioso catálogo.

Penséis lo que penséis de Joyce, no dejéis de leer “Dublinés”. Eso no te garantiza que, después, leerás el “Ulises”. Pero sí, a buen seguro, que le tendrás menos manía.

Jesús Lens

(*) Que cada uno añada los objetivos que, consideren, mejor pegan en ese espacio.