Más allá del debate: la gente

Mi columna de hoy domingo en IDEAL:

Sí. Yo también me lo pasé canela con el debate. Nunca pensé que llegaría a escribir algo así, pero es cierto. Me divertí. Aunque, ¿fue decisivo? Para nada. Porque fue un debate, en el fondo, intrascendente. Un debate que se prestó a un incesante tuiteo, pero siempre sobre cuestiones incidentales: el sudor de uno y los tacones de la otra. El nerviosismo de este frente a la estolidez de aquel. Y así.

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De hecho, y nada más ver la disposición de los actores sobre el plató, nos dimos cuenta de aquello era una farsa: ¿dos horas y media de pie y encerrados en un círculo, sin un atril o una banqueta que llevarse a la boca? Es que ni en un bar atiborrado de gente, viendo la final de la Champions, se puede adoptar una postura más incómoda, antinatural y forzada. Ya puestos a torturar a los candidatos, ¿por qué no obligarles a correr en una cinta estática, mientras debaten? Y Pastor subiendo el nivel de inclinación de la cinta o incrementando su velocidad según le caiga el candidato en cuestión…

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En el debate, en realidad, no hubo confrontación de ideas o de programas. Hubo chascarrillos e ingeniosidades. Y, sobre todo, meteduras de pata. Pero dio igual. Porque lo importante, lo verdaderamente decisivo del debate comenzó a su finalización, en las redes sociales, con cientos de miles de internautas mostrando su descontento por la enorme cantidad de temas que no se habían tocado. Temas importantes, de los que forman parte de nuestro día a día, de los que realmente nos afectan a todos y no solo a los partidos y a la gente que vive alrededor de la política y que, por eso, disfruta convirtiéndola en un espectáculo.

Como la sanidad, la dependencia, el cambio climático, la accesibilidad, la pobreza, el déficit democrático en la Unión Europea o la cuestión de la inmigración y los refugiados. Temas como la cultura, por ejemplo, a la que no se dedicó ni un segundo, más allá de la mención a ciertos apellidos como vía para cerrar heridas con Cataluña. Y de educación se habló de forma brevísima, dado que todos los candidatos estaban de acuerdo: pacto de estado. Y a volar. ¡Cómo si no lleváramos decenas de años clamando por él, sin el más mínimo resultado!

Este modelo de Debate me parece mucho más serio
Este modelo de Debate me parece mucho más serio

Menos mal que cuando terminó el show, comenzó la reflexión. Reflexión serena protagonizada por la gente que, en sus casas, dedicó horas y horas a hablar de lo que verdaderamente nos afecta. Los emergentes llevan a gala estar conectados con las preocupaciones de la calle para superar la vieja ortodoxia de los partidos tradicionales. No tuve esa percepción durante el debate. Allí estaban Pablo y Albert, encantados de conocerse y de jugar en las ligas mayores, más preocupados por decidir qué hacer con las manos -ahí, el líder podemita dio una soberana lección, armado con un BIC- que de transmitir ideas para conquistar a un electorado que, más allá del espectáculo, exige coherencia, sinceridad y compromiso.

Jesús Lens