Defender el Palacio

Hace bien Luis Salvador en defender el Palacio de Congresos de Granada como en las películas medievales se defendía el castillo o, en los wésterns, el fuerte. Toca hacerse eso, fuertes, e impedir que Sevilla se apodere de ninguno de sus órganos de gestión. Sevilla como concepto, ustedes me entienden.

Es lugar común en Granada, entre tercios y ‘follazas’, quejarse en el bar de que, si pudiera desmontarlas, la Junta se llevaría la Alhambra y la Sierra a Sevilla. No creo que el Palacio de Congresos, en la ruina, despierte tantas pasiones, pero por si acaso, el alcalde ha estado hábil y rápido de reflejos para evitar que la secretaría del consorcio que rige sus destinos se lleve desde orillas del Guadalquivir. Lo que pase a partir de ahora, está por ver.

También ha estado certero Salvador bajando la cuestión a la arena política y alejándola de la judicial. La actual corporación municipal se ha encontrado con un marronazo heredado de las anteriores y es justo que su resolución involucre a la Junta, no le dé por salir por patas, hacer un ‘simpa’ y si te he visto no me acuerdo.

En la jerga económico–empresarial se habla de ‘too big to fail’ para referirse a la situación de una institución financiera cuya caída tendría nefastas consecuencias para la economía y que, por tanto, precisa un rescate de los poderes públicos.

Verbigracia, la ya extinta Bankia, cuyo logo ha sido desmontado del Cubo a lo largo del fin de semana. Ojalá que, cuando la estrella de Miró nos salude desde lo alto, no sea a modo de imagen o recurso publicitario, sino porque el edificio de Campo Baeza tenga auténtico contenido económico, laboral y empresarial para Granada a través de Caixabank.

Dejar caer el Palacio de Congresos sería un mazazo y, aunque no supondría la ruina de miles de familias, sería la puntilla para la imagen de la ciudad. Insisto: en este contencioso, Luis Salvador está haciendo las cosas bien. Ojalá que tenga buena resolución. Óptima no será. Pero al menos, que sea la mejor de las posibles.

Jesús Lens

Luz en la oscuridad

El pasado lunes se ‘celebró’ el llamado Blue Monday, catalogado como el día más triste del año. Si semejante chorrada siempre me ha parecido una ridiculez, lo de este año ha entrado directamente en la categoría de mentecatez. ¿Será por días tristes, oscuros y amenazadores en este arranque de 2021?

Seamos claros: ¿tiene usted salud y tiene con qué pagar las facturas e ir tirando? Pues arreando que es gerundio. A trabajar y a hacer cosas, como recomienda el humorista Miguel Ángel Martín en la despedida de su imprescindible informativo matinal para ahorrar tiempo.

Que la cosa está mal no escapa a nadie. Que estamos locos por practicar ejercicios de escapismo y huir de la cruda realidad, aunque sea momentáneamente, tampoco. El fin de semana, por ejemplo, aprovechando estos luminosos días de invierno y antes de quedar perimetralmente encerrados, muchos capitalinos se escaparon a la Costa, a la Sierra y a la Alpujarra, desoyendo los consejos gubernativos sobre el autoconfinamiento.

Es lo que tiene la confusión de mensajes: con la boca grande, la de hablar, te instan a quedarte en casa, a no salir. Con la boca chica, la que se pronuncia a través del BOJA, te animan a asomarte al chiringuito, a bajar al bar o a disfrutar de una barbacoa en el merendero. Es lo que tiene esa dialéctica imposible que defiende una cosa y la contraria al mismo tiempo.

Hablemos de luz. De forma casi clandestina, el 23 de diciembre a las 20.36 horas, el ministro de Transportes, José Luis Ábalos, hacía público que el Premio Nacional de Arquitectura 2020 era para Alberto Campo Baeza, artífice de dos edificios señeros de Granada: el Cubo de Bankia y el Centro Cultural de CajaGranada Fundación.

Por razones laborales, esos dos edificios forman parte de mi vida. Pude entrar al Cubo cuando todavía estaba en obras y viví muy de cerca la construcción de su edificio hermano. Siempre, todas y cada una de las veces que traspaso sus puertas, siento su belleza. ¡La de gente a la que he acompañado para hacerla partícipe de esa admiración!

Campo Baeza utilizó la luz como uno de los elementos arquitectónicos definitorios de estas dos obras maestras. La luz del sur. La luz de Granada. En estos tiempos sombríos y oscuros en los que nos desayunamos, comemos y cenamos con malas noticias, este Premio Nacional de Arquitectura debería hacernos saltar de alegría, entre el orgullo y la satisfacción.

Jesús Lens

Que nada se mueva

Hace unos días leía con asombro que una asociación dedicada a la protección y difusión del patrimonio histórico y cultural de Granada rechazaba la intervención que, por fin y después de varios lustros, se está ejecutando en el Paseo de Romayla para devolver a la ciudadanía el uso y disfrute de la margen izquierda del Darro.

Mientras que la Carrera del Darro está habitualmente colapsada y la convivencia entre vehículos, turistas, caminantes y residentes es virtualmente imposible, la otra mitad de uno de los paseos más bonitos del mundo está vetada a la gente. El cauce del río, desde la fuente del Avellano hasta el criminal embovedado que arranca al borde de Plaza Nueva, que debería ser un entorno privilegiado y la envidia de medio mundo, sigue enmarañado, asalvajado y asilvestrado, en los peores sentidos del término.

¿Cuántas veces se ha anunciado la rehabilitación de la zona? ¿Hace cuántos años que se debería haber acometido dicha intervención? Pues ahora que la cosa parece salir adelante de una vez, gracias al compromiso del Patronato de la Alhambra; la asociación Oppidum Eleberis rechaza la actuación por introducir elementos de arquitectura moderna y pide una nueva fase de información y participación ciudadana.

¿En serio? ¿No basta con aquella primera primera fase de consultas a la ciudadanía de la que partió el proyecto en ejecución? ¿Qué hace falta ahora? ¿Un referéndum? ¿Una encuesta? ¿Una consulta?

¡Cuánto daño ha hecho el Megustismo impulsado por las redes sociales en este siglo XXI! El fenómeno Like de facebook, twitter e instagram empieza a instalarse en el imaginario colectivo de cada vez más gente, convencida de que su particular criterio estético o su gusto personal deben prevalecer sobre los de los demás.

En Granada, el inmovilismo estético es un buen síntoma de la parálisis secular que nos atenaza como sociedad. Como muestra, el Cubo de Bankia. Dan igual los premios y galardones cosechados o que su arquitecto, Alberto Campo Baeza, sea reconocido en todo el mundo. No importa que expertos internacionales y aficionados a la arquitectura de los cinco continentes lo tengan como objetivo ineludible en sus visitas a España. Para ciertos granadinos, no es más que un mojón de cemento.

Jesús Lens

Empresariado

De los muchos parabienes y felicitaciones que recibió ayer Gerardo Cuerva en la sede territorial de Bankia en Andalucía, durante la celebración del 40 aniversario de la Confederación Granadina de Empresarios; el más elocuente, sincero y atronador vino dado por el aplauso espontáneo de las más de 400 personas que abarrotaban el salón de actos del Cubo.

40 aniversario de la CGE en Sede Territorial de Bankia en Granada

Fue un aplauso sincero, cálido y creciente que surgió porque sí. Porque tenía que surgir. Porque Gerardo se ha hecho merecedor de él. Y el discurso que pronunció inmediatamente después estuvo a la altura del aplauso.

El Milagro de Granada, lo tituló. Un milagro que sitúa a nuestra provincia, dentro de cuarenta años, en la vanguardia biosanitaria y científica, gracias al impulso del PTS y del acelerador de partículas. Una Granada en la vanguardia cultural e intelectual, gracias al trabajo de la UGR y a la proyección internacional de sus festivales y certámenes literarios, artísticos, teatrales, musicales y cinematográficos. Una Granada en la que residirían miles de personas foráneas, disfrutando de comarcas como las Alpujarras o el Valle de Lecrín o de la pujante Costa Tropical.

Mirar hacia delante. Sin olvidar las raíces ni la historia, por supuesto. Pero sin permitir, tampoco, que esas raíces nos impidan movernos, encadenándonos al suelo, o vernos inmovilizados por el peso de esa historia milenaria.

Gerardo Cuerva es un tipo conciliador con la rara virtud de llamar a las cosas por su nombre sin herir ni molestar a nadie. O haciéndolo solo lo justo. Será porque también es un tipo pragmático que, en sus razonamientos mentales, aplica el cada vez menos usado y tan añorado sentido común. De ahí el respeto y el cariño que le muestran los responsables políticos de unos y otros signos.

Me gustó mucho, igualmente, su apelación a esos “pequeños conformismos del pasado” que tanto daño han hecho a una sociedad granadina demasiado acostumbrada a tragar y a transigir. Y lo dice alguien que sabe lo que es negociar y ceder, pero sin rendirse ni bajar los brazos. Sin dejar de pelear.

Enhorabuena a los empresarios granadinos por 40 años de asociacionismo y fomento del emprendimiento. Y a Gerardo Cuerva por su reelección y por el estupendo equipo del que se ha rodeado para su siguiente mandato. Ojalá que siga siendo fructífero y contribuya a la materialización de ese Milagro de Granada, que celebraremos en 2058.

Jesús Lens