Cortedad de miras

Hay gente que, sencillamente, es corta de miras. Te das cuenta porque, cuando hablas con ella, no termina de enfocar bien, mostrando una mirada entre perdida y errática, paseando más por los cerros de Úbeda que por los paisajes que tú tratas de describirle y mostrarle.

La gente corta de miras no está cortada por el mismo patrón. Hay miopías provocadas por la incapacidad de ver más allá del aquí y el ahora, de trascender lo aparente, de imaginar que hay vida fuera de lo inmediato. Esta miopía está provocada por una galopante falta de imaginación que, apelando al realismo y a la cercanía, es incapaz de asomarse a un campo visual más lejano, amplio y multicolor.

 

La cortedad de miras puede venir dada, también, por atrofia ocular: hay gente que, de tanto mirarse el ombligo, pierde la capacidad de mirar fuera de sí. Se trata de una ceguera de corte narcisista causada por el deslumbramiento que provoca estar todo el tiempo contemplando el propio reflejo, extasiado ante su imagen. En estos casos, la mirada roma aumenta exponencialmente cuando el cegado se rodea de personas que le dicen que, efectivamente, su visión es imprescindible, sagaz y única.

Y luego nos queda la cortedad de miras derivada de otra carencia: la de entendederas. Este caso es, por supuesto, el peor. El más grave y lesivo. Porque, en este caso, el paciente suele estar convencido de tener vista de lince… cuando no es más que un topo aquejado de cataratas.

 

La cortedad de miras provocadas por el poco seso hace que el paciente no sea capaz de identificar un tesoro aunque le pongan una esmeralda, brillante y reluciente, enfrente de sus ojos. Dará lo mismo lo que le digas y le expliques, los argumentos que utilices y los datos que aportes: una mirada vidriosa y una sonrisa bobalicona te demuestran que no. Que ahí no hay nada que rascar.

En Granada tenemos una necesidad imperiosa de contar con gente con amplitud de miras en los puestos de responsabilidad. Sí. Es cierto. Resulta aventurado y peligroso querer ir más allá de los caminos habituales, de los trillados y conocidos. Es más cansado abrir brecha que seguir la hoja de ruta trazada por otros. Y es más fácil dar un tropezón. Pero es la única forma de llegar lejos y conseguir logros significativos y perdurables.

 

Jesús Lens