Las largas colas

La larga cola es un concepto referido a un modelo de negocio que, en su momento, rompió con los estándares comerciales al uso y en el que se basa el éxito de Amazon, por ejemplo. En vez de colocar los productos en muy poco tiempo, pegar el pelotazo y rotarlos, con la larga cola se trata de hacer muchas ventas de muchos productos a lo largo de mucho tiempo.

Siempre me gustó ese concepto, pero de un tiempo a esta parte le estoy cogiendo manía a todo lo que suena a cola. Caí en la cuenta justo ayer, después de ver el noticiario satírico de Bill Maher en el que se hablaba de las colas kilométricas para votar anticipadamente en los Estados Unidos. Una imagen refrendada en la portada de la revista semanal The New Yorker, que muestra una serpenteante e interminable cola de votantes en un entorno urbano.

Será por eso que, al salir a la calle, estaba especialmente receptivo a la cuestión de las colas crecientes. Por ejemplo, en la puerta del consultorio médico de Poeta Manuel de Góngora. O en Correos, en Puerta Real. O en la puerta de cualquier oficina bancaria. Miraba las colas, inmóviles, y calculaba el tiempo infinito que iban a pasar allí aquellas personas.

Que dirán ustedes que es por la Cosa. Y sí. Pero no: antes, ya había que hacer colas eternas para casi todo, sacando número para ver la vida pasar durante un buen rato. Las colas eran la representación gráfica y la cara visible del fracaso de los países comunistas. ¿Se acuerdan de qué extraño nos parecía que la gente tuviera que hacer cola para casi todo? Pues mírennos ahora: en un día normal, no hay quien nos quite cuatro o cinco colas bien esperadas.


 Insisto, no es solo cosa de la Cosa. Con el cuento de la digitalización se está despidiendo a miles de trabajadores de todos los sectores. Y lo que nos queda por ver en los próximos meses. Pero el desarrollo tecnológico no avanza al mismo ritmo que la eufemísticamente llamada ‘optimización de los recursos humanos’, por lo que el servicio es cada vez más deficiente. Al final, somos los clientes quienes perdemos nuestro tiempo y ponemos nuestra tecnología al servicio de las empresas que, encima, nos sangran vivos. ¿No es de locos?

Jesús Lens

Las Colas

Columna que publico hoy en IDEAL. Y es que entre las ratas del río Monachil y esto, da la sensación de que vamos, a pasos agigantados… ¡hacia atrás!

Pocas imágenes más representativas del tercermundismo que las colas. Hacer cola, básicamente, es perder el tiempo. Y hacérselo perder a los demás. Por lo tanto, cuantas más colas y más largas, peor. Así, en general. Y en bruto.

 cola

Asistimos estos días a las lamentables imágenes de las colas que se montan desde antes del amanecer, en las gélidas madrugadas de invierno, a las puertas del Registro Civil de Granada, una de esas dependencias que aún requiere de la presencia física de los usuarios para una adecuada prestación de servicios: inscripciones y partidas de nacimiento, defunción y otros documentos oficiales por el estilo.

Fotografías de colas enormes y desmesuradas, más propias de fans adolescentes que aguardan para conseguir las mejores entradas para un concierto que de ciudadanos de a pie que acuden a un edificio público en un país desarrollado. Aberrantes colas que hacen sonreír cuando están integradas por frikis gafapastas que tratan de hacerse en primicia con el último gadget tecnológico del momento; pero que dan pena cuando son el reflejo de la ineficacia y la ineficiencia de la administración pública.

 Colas

Ojo. De la administración, no de los pobres funcionarios a los que les toca sufrir las iras de los ciudadanos, indignados, maltratados y aplastados por el peso de la burocracia. Según hemos podido leer, la culpa de haber llegado a esta situación la tienen los recortes, excusa que, dicho sea de paso, sirve para un roto y para un descosido: la falta de presupuesto “obliga” a no cubrir bajas, a no pagar horas de refuerzo y a no abrir por la tarde. Y ello condena a centenares de personas a perder horas y horas de su vida personal, laboral y profesional en la absurda, ingrata, inane e imbécil tarea de hacer cola.

Una de las imágenes que tenemos grabada en nuestro imaginario colectivo y que mejor reflejaba el fracaso colectivo del supuesto régimen socialista soviético es la de las colas. Colas para poder adquirir cualquier bien o servicio, por básico que fuera. Una foto con decenas de personas en fila, ateridas de frío y esperando pacientemente; nos retrotrae a tiempos pretéritos y que creíamos extintos. Da igual que ahora vistamos con ropas de colores y calcemos botas aislantes: hacer cola en mitad de la calle huele a naftalina, pinta en sepia, recuerda a las cartillas de racionamiento y es sinónimo de derrota y de inacción, de pérdida de tiempo, de improductividad y de vacío.

 Colas registro civil

No sé lo que costará, en cifras, reponer a los funcionarios que, hasta hace poco, atendían en tiempo y forma el Registro Civil, pero en imagen, estética, dignidad y confianza; la vuelta a una cierta normalidad en la atención a los ciudadanos no tendría precio.

Jesús Lens

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