The Monuments Men

Me ocurrió en Líbano. Habíamos ido de viaje una Navidad, aprovechando que parecía que se había abierto una ventana de paz en una zona habitualmente conflictiva y en situación de tensión permanente. Sin embargo, nada más llegar a Siria, comenzó un recrudecimiento de las hostilidades entre Israel y Palestina, lo que volvió a incendiar todo el Oriente Medio.

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Era mediodía cuando arribamos a uno de los enclaves históricos más importantes de El Líbano: una fortaleza medieval de la época de las Cruzadas. Me quedé helado, de piedra nunca mejor dicho, al encontrar que los muros del castillo estaban rodeados de sacos terreros y que, en su interior, en el patio, al otro lado del arco de entrada; había un enorme carro blindado. (Ver la foto aquí, para hacerse una idea)

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Para entrar a ver el monumento no hubo que sacar entrada sino que tuvimos que convencer al militar al mando de que éramos viajeros españoles. ¡Qué caras, las de los soldados, cuando se cruzaban con nosotros y nos veían atender las explicaciones histórico-artísticas de Daniel, nuestro guía!

Mientras caminaba por el interior de aquella joya arquitectónica, no dejaba de mirar al cielo. “¿Te imaginas que justo ahora comienza una ofensiva de Israel y les da por bombardear precisamente este castillo?”

 The Monuments Men película

Lo peor era pensar en los periódicos españoles. Titular: “Viajeros españoles fallecidos en Líbano por ataque israelí” Subtitular: “Los lumbreras estaban haciendo turismo en un enclave militar controlado por el ejército”.

 The Monuments Men iglesia

Pero también me jodía, profundamente, pensar que aquella maravilla del patrimonio de la humanidad podría resultar afectada por las bombas, en mitad de un conflicto bélico. De hecho, la guerra civil en Siria, además de cobrarse miles de vidas humanas, también ha terminado con algunos enclaves culturales, históricos y artísticos de valor incalculable. Como el zoco medieval de la ciudad de Alepo, que ardió completamente en 2012.

La pregunta es: ¿tiene importancia la preservación del patrimonio, durante un conflicto armado?

Y con ello enlazamos con el libro que comentamos. Pronto los tendremos hasta en la sopa. Porque el reparto de la película escrita y dirigida por George Clooney incluye, además de al propio Clooney; nada menos que a Matt Damon, Bill Murray, John Goodman, Cate Blanchett, Bob Balaban, Jean Dujardin y Hugh Bonneville.

 The Monuments Men poster

¡Casi nada al aparato!

Pero la película, que se estrena en el próximo Festival de Berlín, está basada en un libro, muy interesante, de Robert Edsel; en el que se cuenta una de las operaciones más desconocidas, sorprendentes e interesantes de las desarrolladas durante la II Guerra Mundial.

 The Monuments Men cuadros

La denominación de Los Hombres de los Monumentos es una fiel descripción de la titánica, ingrata e imprescindible tarea que llevaron a cabo algunos de los oficiales y soldados de los ejércitos aliados que reconquistaron la Vieja Europa a las tropas nazis: tratar de proteger de los estragos de la guerra algunos de los edificios, esculturas, cuadros y obras de arte más importantes de la historia de la humanidad.

Y, como si fueran detectives, también siguieron la pista de centenares de obras robadas por los nazis, durante su precipitada huida de países como Francia, Bélgica u Holanda.

 The Monuments Men armiño

Sin olvidar el expolio al que los alemanes sometieron a los judíos, antes del exterminio, incautándoles “legalmente” muchos de sus más preciosos tesoros artísticos. Por ejemplo, la última novela de Leonardo Padura, «Herejes», que reseñamos aquí, cuenta uno de esos terribles casos.

“The Monuments Men” es un libro apasionante en el que, con todo rigor, se repasa la vida y la intervención de un puñado de locos por el arte que convencieron a los máximos jerarcas aliados de la necesidad de preservar las joyas de la cultura de la Vieja Europa, al formar parte de su esencia y haber contribuido al desarrollo de la civilización.

 The Monuments Men

No sabemos si, hoy, un empeño como ese sería comprendido y aceptado, dado el descrédito que las artes, las letras, la filosofía y la historia empiezan a tener entre determinados sectores de la sociedad.

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Confío en que el estreno de la película sirva para encender un debate imprescindible: ¿sería Europa la misma, sin sus tesoros culturales? ¿Y los europeos, si es que existe dicha denominación de origen?

Jesús Lens

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Blue Jasmine

Cuando salí del cine, escribía en las Redes Sociales algo así como que “la última película de Woody Allen es un brutal ejercicio de sadismo”, opinión que no solo mantengo sino que, además, comparto.

 Blue Jasmine poster

Sadismo contra el personaje interpretado por Cate Blanchett, que empieza la película como una desquiciada sin remedio y la termina… bueno. Ya veréis/habréis visto cómo termina, ¿verdad?

El caso es que Cate interpreta a Jasmine, la esposa de uno de esos magnates de las finanzas que, como Madoff, arruinó a cientos de miles de personas a través de una estafa piramidal. Esposa que firmaba cualquier papel que los abogados de su marido le ponían por delante y que, disfrutando de un lujo asiático y absolutamente desmedido, decía no saber qué pasaba a su alrededor, como si todo aquel despiporre High Class fuera maná que llueve del cielo. En tres palabras, tal y como describía su cuñado su actitud: se hacía la longui.

 Blue Jasmine

Hete aquí que la crisis financiera derrumba tan fabuloso como fantasioso castillo de naipes, conduciendo al esposo a la cárcel y arruinando a la muy noble y creída Dama de las Camelias: de un día para otro, lo ha perdido todo y tiene que dejar su burbuja de cristal neoyorquina para instalarse con su hermana, Ginger, en San Francisco.

Una hermana de clase trabajadora, con un ex marido zafio y brutote, unos hijos gruesos y un novio aún más zafio que su anterior esposo. Una hermana que acoge a Jasmine en su apartamento, abriéndole las puertas de su vida, ofreciéndole apoyo, consuelo, cariño y comprensión. Pero, claro, la transición entre dos vidas tan diferentes es muy, muy complicada.

 Blue Jasmine Allen

Y ahí es donde Woody Allen juega con el espectador: mostrando en flash back la vida anterior de Jasmine y comparándola con la actual. Pero alternando dos miradas: la principal, la de la propia Jasmine, la protagonista. Y la complementaria, la de su hermana. La de esa Ginger que tiene un corazón de oro, aunque sea un patito feo. La Ginger que disfruta de la vida, de las cosas sencillas del día a día que comparte con su novio. La Ginger que no entiende por qué sigue llorando su hermana, tras haber descubierto que su marido era un estafador.

Estamos ante una película de tesis de Woody Allen. Y las películas de tesis tienen el riesgo de poner más énfasis en el discurso y en la idea que en su plasmación en pantalla. Así las cosas y estando de acuerdo con que la Blanchett hace una interpretación magistral, el resto de personajes están demasiado poco trabajados y resultan caricaturescos. Más, viendo la película doblada, con esos acentos falsos e impostados que hacen que no te creas nada de lo que dicen Sally Hawkins, Bobby Cannavale o el mismísimo Louis C.K.

Hay un documental biográfico sobre Woody Allen en el que, además de decenas de testimonios de personas que lo conocen, lo han tratado y han trabajado con él; interviene el propio Allen, defendiendo la importancia de las cosas sencillas de la vida: un paseo, tocar el clarinete con los amigos, ver un partido de baloncesto…

 Blue Jasmine Blanchett

“Blue Jasmine” es una de esas películas imprescindibles para conocer la relación entre la vida el arte para un artista como Woody Allen, una venganza contra una gente y una casta a las que Allen parece detestar y odiar. Y, por eso, porque le da más importancia al mensaje que a la resolución de la película; a mí no me ha parecido ni tan intensa y bien cerrada como “Match Point” ni tan encantadora como “Midnight in Paris”. Sí me ha gustado mucho más que los ejercicios español e italiano de su Gran Viaje por Europa; pero eso no era difícil.

¿Hay que ver “Blue Jasmine”? Indiscutiblemente sí. Aunque no sea una película para tirar cohetes. Al menos, hasta volverla a ver, en una Versión Original cada vez más necesaria para ponderar las virtudes y/o los defectos de una película.

Jesús Lens

En Twitter: @Jesus_Lens