El inagotable manantial del cómic granadino

Una fuerte perturbación de sintió en la Fuerza cuando pudimos ver en las redes la portada del próximo álbum de ‘Blacksad’, de Juanjo Guarnido y Juan Díaz Canales. Unos días después, el sismógrafo volvió a temblar con el anuncio de una nueva candidatura a los premios Eisner para Gabriel Hernández Walta por ‘Barbalien: Red Planet’.

Así las cosas, los próximos meses van a ser pródigos en grandes cómics ‘made in Granada’, pero los aficionados no tenemos que desesperar, que ahora mismo hay en las librerías dos novedades, auténticas joyas del noveno arte, con marchamo granadino.

Astiberri publicaba ‘Bartleby, el escribiente’, de José Luis Munuera, a partir del archiconocido relato de Herman Melville. Se trata de una preclara adaptación de una historia tan aparentemente sencilla como complicada de llevar al mundo de las viñetas. Un reto del que Munuera sale más que airoso con un álbum cuya trama transcurre en el pasado, pero es de la máxima actualidad.

¿Quién no ha pronunciado alguna vez el famoso ‘preferiría no hacerlo’? O, al menos, ¿quién no lo ha pensado, ante una proposición que no le parecía apropiada ni procedente? Digámoslo alto y claro: Bartleby somos todos. De ahí que el Wall Street de antaño que nos muestra Munuera sea cualquier ciudad del mundo contemporáneo.

Al comienzo del álbum, uno de los personajes pronuncia esta sentencia: “La mayoría de los hombres sirve al estado no como hombres, sino como máquinas”. En estos tiempos en que las grandes corporaciones tienen más poder que la mayoría de los estados, ¿hay alguien que no comulgue con las palabras de Thoreau, adaptadas a los trabajos robotizados del siglo XXI y al control de las tecnológicas de nuestro tiempo de ocio, dirigido por los algoritmos?

Munuera lo hace (casi) todo en esta adaptación de ‘Bartleby, el escribiente’, pero es esencial destacar, y así lo especificaba el autor en su excelente entrevista de hace unos días con José Enrique Cabrero, la importancia del color de Seydas para imprimir al relato el tono ocre y de cuento melancólico que tan especial lo hace. ¡Adoro ese Nueva York!

Por su parte, Ponent Mon editaba hace unas semanas el integral de ‘Los Mentores’, lo más reciente de esa pareja artística de talento inconmensurable que conforman el guionista Zidrou y nuestro Francis Porcel.

En este caso, una distopía ¿futurista? con ribetes negros y criminales nos adentra en una trama de robo de niños que, sin embargo, es muy distinta a lo que ustedes están pensando. O no. Les confieso que solo he hecho una primera lectura del álbum, y demasiado acelerada, ansioso por llegar al final, pero Joye ya es uno de mis personajes favoritos del año.

Y la ‘zumbada’, claro. Esa mujer en una misión, como los grandes héroes de la literatura, que contra y viento y marea siguen adelante, cueste lo que cueste. “¿Te has fijado en que en las historias de polis y cacos nadie se preocupa nunca por las víctimas? ¡Los asesinos en serie, eso es lo que vende! Las víctimas, en cambio…”. ¡Uf! Y ojo al tratamiento visual y argumental de la tierra almeriense, mucho más allá de lo meramente paisajísitico. Y a lo simbólico de un Mediterráneo que… Tengo que releer ‘Los Mentores’ para sacarle todo el jugo, que hay mucha chicha ahí.

Pero, sobre todo, quiero escuchar a los artistas, a los propios Porcel y Munuera. Tendremos ocasión de hacerlo el próximo miércoles, en el marco del festival Gravite patrocinado por CaixaBank y CajaGranada Fundación, en el Centro Cultural CajaGranada. Conversarán con Enrique Bonet y Alejandro Romero, respectivamente, antes de que el escritor Alejandro Pedregosa y el pianista Carlos Arriezu nos conduzcan a los años ochenta, cuando las drogas y los sueños idealistas de la juventud se mezclaron en cóctel confuso y terminal. Para no perdérselo.

Jesús Lens

Preferiría no hacerlo

Me han convencido. Costó, pero por fin he llegado a la conclusión de que la respuesta está en la abstención. Es la palabra de moda. Abstención. Unos la califican de táctica. Otros, de activa. De responsable, incluso. El caso es que todos andan con ella en la boca. Y se me ha contagiado. Serán el desinterés, el hastío, el cansancio, la abulia, la desmoralización, el calor… pero yo también he decidido abstenerme.

De hecho, ahora mismo me siento como Bartleby, el escribiente; aquel personaje del cuento de Herman Melville que, cada vez que le pedían que hiciera algo, respondía un sencillo pero inflexible “Preferiría no hacerlo”. Y no lo hacía. Y a él va dedicada esta columna de IDEAL de hoy, de corte nihilista.

Bartleby

Así las cosas, y si hay que volver a las urnas, cada vez que me pidan el voto me limitaré a decir que prefería no hacerlo y, el día de las elecciones, me abstendré. O, como aconsejaban los míticos Pedro Pico y Pico Vena, los personajes de Azagra, votaré a NADIE. Porque a la vista está que NADIE es el mejor.

Pueden definirlo como claudicación. Como rendición, incluso. Que son sinónimos, pero rendición suena más trágico. El caso es que, llegados a este punto, yo también me abstengo.

Vota a Nadie

Lean, lean “Bartleby, el escribiente” y encontrarán una actitud ante la vida a la que la situación de este país empieza a parecérsele bastante. Porque Bartleby fue un precursor de la literatura del absurdo y de surrealistas como Samuel Beckett.

¿Se imaginan, de verdad, que acabáramos yendo a unas terceras elecciones generales? Ni Kafka, en sus peores pesadillas, habría sido capaz de plantear semejante despropósito.

Y es que estamos en un punto de desconcierto tal que un club como el F.C. Barcelona pone en marcha una campaña para solidarizarse con un mil millonario condenado por delito fiscal. ¡Y obliga a sus empleados a participar de la ignominia! ¿Cuántos de ellos no hubieran preferido decir lo que el bueno de Bartleby?

Preferíría no hacerlo

Me abstengo, también, de participar en los debates que, de forma irracional, incendian unas Redes cada vez más talibanizadas. La sombra de Torquemada, efectivamente, ha encontrado en Internet un inmejorable instrumento de tortura, habiéndose reencarnado -y reciclado- en forma de hater, moderno eufemismo que se utiliza para describir al hijo de la gran p… de toda la vida.

Así que, ya saben. Ante según qué cuestiones, una respuesta: preferiría no hacerlo.

Jesús Lens

Twitter Lens

RECORTICOS & VAGUERÍA

Mis compañeros de trabajo se parten de risa, cuando me “ven” leer el periódico, a primera hora de la mañana, y escuchan el rasgar de papel que supone, para mí, la lectura de los diarios.

Mi casa, por su parte, es un infierno de papeles que se apilan en las mesas, los sillones, los bolsillos de los pantalones, las camisas y hasta los armarios. A veces me han aconsejado que escanee las noticias. O que guarde los links de sus ediciones digitales. Pero no es lo mismo. Porque a mí, lo que me gusta, son los recorticos: noticias curiosas, caricaturas, chistes, titulares, fotografías, imágenes… ¡todo un vicio!

Y una pérdida de tiempo, podría pensarse. Hasta que nos enteramos de que uno de los finalistas del Premio Turner de pintura es el inglés Dexter Dalwood, muy bien valorado por la crítica porque compone sus cuadros a partir de collages que obtiene de revistas ilustradas y libros de arte, mezclando fotografías de lugares míticos con sedes de asesinatos, paisajes montañosos con la Torre Eiffel.

Que no es lo mismo que mis recorticos, claro. Pero que eso de pintar con recortes respira el mismo aire y se alimenta de la misma filosofía que esa costumbre mía. Una inyección de moral para perseverar en una costumbre que, creo, no llega a aberración. Todavía. Aunque mi Paqui seguro que piensa lo contrario.

Como me pasó cuando tenía dudas, la otra tarde, sobre mi inveterada tendencia a la procrastinación, que me hace dejar cuentos, proyectos e ideas a medio rematar. O resolver. Y terminar.

Estaba trabajando en un tema de cine cuando me di de bruces con una maravillosa historia.

Resulta que Peter Bogdanovic estaba adaptando la novela “Addie Pray” para la pantalla, pero no le parecía que fuese un nombre apropiado para una película así que empezó a buscar otro. Quiso la casualidad que, mientras seleccionaba la música para el filme, el director escuchara una canción titulada “It’s Only a Paper Moon”, decidiendo darle ese título a su largometraje.

Pero antes de terminar de decidirse, lo consultó con su gran amigo y mentor Orson Welles, cuya respuesta ha quedado para la historia: «El título es tan bueno que no deberías hacer la película, sino presentar el título y olvidarte de ella».

¡Toma ya!

Lo que me da rabia es no acordarme de otra historia parecida. No sé si fue David Trueba el que habló de esos cuentos perfectos que, una vez escritos en la cabeza de su autor, no se merecían quedar reducidos al estrecho margen que deja el papel, o la computadora, y por eso nunca terminan de escribirse, físicamente hablando. Como aquel famoso Bartleby el escribiente, que siempre prefería no hacer lo que le pedían y nunca terminaba de escribir lo que le encargaban. ¿Será por eso que el famoso cuento «La prístina transparencia del vodka con tónica»  todavía no ha salido de mi cabecita?

Vale. Lo reconozco. La realidad es que soy un vago de tomo y lomo. Pero estas historias, ¿no merecían la pena ser contadas?

Jesús preferiría-no-hacerlo Lens.