Felabration

Hoy es el día de Fela Kuti. Al menos, hoy se celebra, en Granada. Es curioso cómo sentimos o cómo nos afectan las cosas a los humanos. Seguro que a mucha gente, el décimo quinto aniversario de la muerte de Kuti le trae al pairo. Mayormente porque no tiene ni idea de quién fue aquel músico nigeriano.

 

¡Ni modo!

Hoy hay gente que siente intensa emoción al celebrarse la Hispanidad. Una celebración que, personalmente, no me dice mucho, la verdad. Aunque me parece fantástico que haya personas que disfruten con el desfile, los himnos y toda la parafernalia inherente a este Día del Pilar.

Si algo bueno tiene la Democracia es que nos permite disfrutar, el mismo día, de la Hispanidad y de la Felabration.

 

Sin embargo, me surgen dudas con las palabras de Wert de hace unos días sobre españolizar a los niños catalanes. Igual que me preocupa la obsesión nacionalista de algunas regiones españolas. Y digo que me preocupa cuando, en general, todos los nacionalismos me traen sin cuidado.

¡Qué complicación!

Y pienso: ¿qué tal si pongo en marcha una campaña para Felabricaros a todos? Ojo, no me refiero a colgar unos cuantos vídeos sobre Kuti y a contaros algunas cosas sobre su vida, su compromiso con los pobres de Nigeria o sobre aquel lugar misterioso y mítico, el Club Shrine de Lagos en el que nació el Afrobeat.

Me refiero a organizar una batería de actuaciones encaminada a que todos vosotros os hagáis de la República de Kalakuta, os guste más u os guste menos.

Ojo, que Kalakuta es algo muy chulo y molón. Ahora hago un copy/paste de la Wikipedia:

Kalakuta Republic es una productora musical nigeriana que funciona en régimen de cooperativa. Fue fundada por el compositor, cantante y activista en pro de los derechos humanos, Fela Kuti. La empresa está ubicada en su casa natal.

Fela Kuti consideraba su casa como parte de su vida y de su trabajo. El edificio está en el número 14 de la calle Agege Motor Road, en Lagos (Nigeria).

Levantó un gran muro rodeando su propiedad y la proclamó Estado independiente al que llamó Kalakuta Republic. Él se erigió como único soberano del mismo (lo que le produjo problemas con las autoridades que no vieron con buenos ojos la proclamación de un Estado independiente en la propiedad de Fela Kuti).

En este Estado se ubicó la productora musical en régimen cooperativo, que agrupaba a un número relevante de artistas, que solían reunirse en el Hotel Empire que se constituyó como una sucursal de la Kalakuta Republic y funcionaba como club nocturno donde Fela actuaba regularmente.

Cuando Fela murió se le enterró en territorio de su Estado.

¿A que mola?

Hoy, desde el corazón del Zaidín, me siento tan español como Kalakutiano. Pero lo que no se me ocurre es ir a casa de mi hermano y bombardear a mis sobrinas con esta querencia mía.

En todo caso, les pondría un disco, un rato. Para que conozcan una música distinta, abrasadora y fantástica. Pero ya está.

Después, me iría al Planta Baja a gozar de la Felabration con otra gente aficionada al Afrobeat, a disfrutar de un género musical que recomiendo fervorosamente, pero que no se me ocurriría tratar de imponer a nadie como himno de obligada entonación.

Dejémoslo aquí. Y del Nobel de la Paz a la Unión Europea, hablamos en el otro momento.

Jesús felón Lens

¿Y los anteriores Días del Pilar? 2008, 2009, 2010 y 2011

Fue la vanidad

Antes de hablar del cuento de la vanidad, mucho tenemos que procesar, aún, sobre este Etnosur, recién terminado para la Trupe Musiquera “La Arrancaílla”, que acabamos de recalar en casa, para tomar un respiro antes de, la semana que viene… pero bueno. Esa es otra historia.

Ahora sólo queremos escuchar Afrobeat, como éste clásico imperecedero de Femi Kuti, «Beng, beng, beng», que nos puso las orejas tiesas y nos llevó a las nubes, al final de su concierto en Etnosur.

Ahora hablemos de Cuentos y Narraciones. ¿Tenéis por ahí el IDEAL, El Correo Vasco o La Verdad? O alguna otra edición regional de los periódicos de Vocento.

Con uno de esos relatos que tanto me gusta escribir, comienza hoy una sección nueva, veraniega, en el suplemento V de Vida, Artes y Cultura.

El cuento se titula “Fue la Vanidad” y, si no tenéis la edición impresa, aquí y aquí os dejo un par de enlaces a ediciones digitales de algunos diarios. Y, debajo, pegado como texto.

Espero que os guste el Cuentito de Verano de este año, ilustrado por Javier Muñoz.

Fue la vanidad

Pasaban de las ocho, el vigilante de la playa ya se había ido y la bandera roja amenazaba con salir volando, arrancada del poste que la sujetaba. Apenas quedaba nadie junto al mar, sobre todo desde que las nubes de arena arrastradas por el viento aguijoneaban la piel de los bañistas y cegaban los ojos de quiénes se habían olvidado las gafas de sol en el apartamento.

De repente, se montó un revuelo: una mujer se ahogaba. Una loca, una insensata que se había metido en el mar, desafiando las inmensas olas que barrían la línea costera. Una potencial suicida que, justo en ese momento, braceaba desesperadamente, boqueando, a unos veinte metros de la playa. Su cabeza se hundía y volvía a asomar, la cabellera rubia cubriéndole el rostro, aunque cada vez pasaba más tiempo dentro del agua que fuera.

Entonces, apareció él.

Como cada tarde del mes de agosto, corría por la orilla de la playa. Para haber pasado de los cuarenta, su cuidado aspecto imponía respeto y despertaba admiración. Y envidia, claro. Firmes abdominales, piernas como columnas jónicas, anchas espaldas con sus dorsales bien definidos, mandíbula de acero con hoyuelo en la barbilla incluido… No tardó ni diez segundos en despojarse de la camiseta sudada que cubría su poderoso torso mientras, haciendo palanca un pie con el otro, se sacudía las flamantes zapatillas. Tomó impulso y se arrojó bravamente a las aguas ante la mirada estupefacta de sus dos compañeros de footing, parados sin saber qué hacer, con el resuello perdido.

Apenas tardó un minuto en alcanzar a la chica que, por momentos, parecía haberse rendido, dejándose arrastrar por la fuerza de las aguas. Él se acercó cautelosamente y, cuando iba a sujetarla por detrás, como mandan los cánones de primeros auxilios en el mar, ella pareció reaccionar ante su presencia y se echó a su cuello, sumergiéndose ambos bajo el caudal de una ola especialmente violenta.

Al día siguiente, la prensa abría sus titulares con la noticia: “El superjuez Mejorana muere ahogado al intentar salvar la vida de una joven bañista en apuros”.

Aunque toda la prensa trataba la información con un cuidado exquisito, algunos columnistas no pudieron evitar que se deslizara alguna fina ironía en sus escritos de urgencia: “el mar, aliado de la mafia”. Efectivamente: a la vuelta de vacaciones, el juez Mejorana iba a juzgar a treinta y siete acusados de formar parte del crimen organizado.

Precisamente de eso hablaban los dos hombres que, a primera hora de la mañana, desayunan con champagne en la terraza de la suite presidencial del Hotel Villamagna, con vistas a la playa en que había ocurrido la tragedia y con toda la prensa del día desplegada sobre la mesa, iluminada por el sol.

– ¿Ves? Te lo dije. Yo tenía razón.

– Ciertamente, querido. Nunca pensé que podría salir bien.

En ese momento, una tercera persona se incorporó a la conversación, asomándose a la terraza desde el interior de la habitación. Vestía un enorme albornoz blanco y, con una toalla, se secaba su larga cabellera rubia, recién lavada.

– ¡Hombres de poca fe! Era imposible que el juez no intentara salvar a una pobre chica en apuros. Sobre todo, si de nadar se trataba. Un hombre como ése, tan pagado de sí mismo, un vigoréxico nato que para más inri había sido campeón universitario de natación, sencillamente, no podría evitarlo.

– ¿Y si no hubiera habido tormenta este mes de agosto? –dijo uno de los hombres.

– ¿Y si esta mañana no hubiera salido el sol? Todos los veranos hay, como mínimo, dos temporales en esta costa.

– Vale, vale. Pero, siendo él un hombre tan grande, ¿cómo podías estar segura de que conseguirías ahogarlo, con tus propias manos y a la vista de todo el mundo, sin despertar sospechas?

– Créeme, precioso. Cuando una ola de ocho metros te cae encima y una mano te está retorciendo dolorosamente tus partes pudendas, la sorpresa y la incredulidad hacen que las diferencias de peso, tamaño, género y condición pasen a un plano muy secundario. Pero, si os parece, seguimos hablando esta noche, cuando nos veamos para cenar y haya confirmado que el pago de mis emolumentos está ingresado en las islas Caimán. Ahora, si me disculpáis, me espera la prensa, deseosa de conocer un poquito más sobre la débil e inocente mujercita, la tonta rubia de bote por cuya salvación, el heroico juez Mejorana dio la vida.

Jesús cuentista Lens

PD.- Otros años, tal día como hoy, escribíamos esto. Y esto otro.