MAVE: Mediana velocidad

Lo único bueno que tiene la desconexión ferroviaria y los más de 1.000 días sin tren es que nos permiten disfrutar, con nostalgia, de esas películas en las que los personajes van a una estación, en pleno siglo XIX, y al grito de “¡Todos al tren!”, se montaban en el Caballo de Hierro y comenzaban sus aventuras.

¡Qué gran estreno!

¿Puede haber una imagen más romántica -al margen del avión a “Casablanca”- que una persona corriendo por el andén y jurándole fidelidad eterna al amor de su vida, mientras el tren empieza a coger velocidad para salir de la estación?

Es lo que no ha entendido el Ministerio de Fomento, desde el principio de este embrollo: dejar a una ciudad sin tren, a una ciudad como Granada, supone molestar, cabrear e indignar a todo el mundo, como hoy debería ponerse de manifiesto en las calles de nuestra ciudad. (De ello escribí también en IDEAL, el pasado 30 de diciembre, cuando se cumplió la bochornosa efeméride)

Es la cuestión material, la imposibilidad de entrar o salir en ferrocarril de una de las grandes ciudades turísticas del mundo, desde hace más de tres años. Y también es lo sentimental, lo emocional, lo simbólico de aislar a Granada, todavía un poco más. ¿Tenemos que repasar el historial de agravios comparativos que sitúan a nuestra provincia en lo que podríamos definir como “el culo del mundo”, en cuestión de infraestructuras?

De ahí que la ausencia del PP en la cita de hoy resulte tan visible como lamentable, por mucho que pueda pecar de oportunista la campaña iniciada bajo el lema “Mil días sin tren”, con su hashtag para redes sociales visiblemente esgrimido por Pedro Sánchez en su visita a Granada, hace unos días: #GR1000díassintren

Que tampoco es cierto que Granada esté completamente desconectada. Que hay conexión con Almería y con Moreda. Y, por supuesto, siempre hay vía libre para el lujoso Expreso Al Ándalus. Pero sin línea directa con Sevilla, Málaga, Córdoba o Madrid, poco sentido tiene el tren.

Por otra parte, el hecho de que ADIF haya dado por concluidas las obras del AVE no invalida el sentido reivindicativo de la jornada de hoy: no es solo que queremos que la Alta Velocidad llegue cuanto antes, con todas las garantías y las medidas de seguridad pertinentes; es que tenemos que seguir reivindicando la entrada soterrada y la inmediata mejora de un trazado que nos condena a tener un MAVE, un tren de Mediana Velocidad.

Jesús Lens

Mil días sin ti

Mil días. 1.000. Mil días sin ti, querido y añorado ferrocarril. Tren de mis amores y mis entretelas, ¿cómo hemos podido sobrevivir estos tres años en tu ausencia? ¡Pues gracias a ALSA, hombre ya, a ver si nos dejamos de tanto ripio y floripondio!

Hoy, cuando se cumplen mil días sin tren, creo que es justo y necesario alabar el compromiso de ALSA con nuestra tierra: si no fuera por sus autobuses, estaríamos total y completamente aislados, que la vía aérea para entrar y salir de Granada funciona tarde, mal y, en ocasiones, nunca. Que le pregunten a Pedro Sánchez, si no, cuando se quedó tirado en Madrid por una avería del avión de turno, sin poder venir a nuestra ciudad.

Para un cinéfilo compulsivo como yo, el tren es el medio de transporte más hermoso y evocador del mundo. Nunca olvidaré uno de los tests de calidad que mi padre les hacía pasar a los grandes directores de la historia del cine: si filmaban con nervio y con brío una secuencia protagonizada por un tren, eran buenos. Si no pasaban la prueba del algodón, eran malos. Y si nunca habían filmado un ferrocarril, es que ni eran directores ni eran nada.

Mil días añorando el tren, en Granada. El AVE, por supuesto. Pero también el otro. El de siempre. El que, sin prisas, pero con pausas, te permitía llegar a una ciudad tan maravillosa como Ronda, por ejemplo.

Mil días sin tren nos hacen recordar que el otro medio de transporte colectivo por carretera, el autobús, también existe. Quizá sea menos cinematográfico, pero es muy literario. Que se lo pregunten a Jack Kerouac y su mítica “On the road”: ¿qué habría sido de Sal Paradise y Dean Moriarty sin la mítica Greyhound, por ejemplo?

¡Ah, la Greyhound y la silueta del galgo, corriendo a toda velocidad, que tanto me recuerda a aquellos folios de nuestra infancia en los que escribía mis primeros cuentos, emborronaba dibujos de cowboys que fumaban en pipa y trazaba precarios planes de fuga, utilizando la imaginación como medio de transporte!

Mil días sin tren que yo quiero aprovechar para agradecer a ALSA que siempre esté ahí, llevándonos a Madrid y a Sevilla, al aeropuerto de Málaga, a Carchuna y al corazón de la Alpujarra. Alimentando, además, nuestra sed de historias, ¿verdad Alejandro Pedregosa? ¡Feliz tránsito!

Jesús Lens