Vivir de noche

¿Empezamos la semana hablando de la mejor literatura negra y criminal? Así arranca mi reseña de «Vivir de noche».

¿De qué se trata?

De la noche. Tiene sus propias reglas.

El día también.

Oh, ya lo sé. Pero no me gustan.

Hay novelas que, en cuanto empiezas a leerlas, las estás viendo. Literalmente. Vivir de noche, el último título publicado por Dennis Lehane en la enciclopédica y colosal Serie Negra de RBA, es una de ellas.

Vivir de noche

Los escritores, en las entrevistas, suelen negar la mayor, pero creo que es imposible que a un autor no le influya, a la hora de escribir, el hecho de saber que su novela será llevada al cine, con (casi) total seguridad. Por ejemplo, Vivir de noche, cuya versión fílmica ya está en marcha.

Ojo, a mí no me parece mal que el autor escriba pensando en ponérselo fácil al guionista y director de la adaptación cinematográfica… mientras me mantenga enganchado a las páginas del libro. Y Lehane, por supuesto, lo consigue. Le sobran oficio y talento para ello. Además, sus personajes son poderosos, las situaciones que plantean sus novelas resultan de lo más atractivas y la tensión narrativa que imprime a cada párrafo es extraordinaria.

 Vivir de noche Lehane

El resto lo puedes leer a través de este enlace, que te lleva a una de nuestras páginas hermanas: Calibre 38. ¡Qué no falte entre tus favoritas!

Jesús Lens

En Twitter: @Jesus_Lens

La ciudad de los ojos grises

Tras haber reseñado las cuatro novelas finalistas del Celsius y que, por tanto, se publicaron el año pasado, vamos a empezar a repasar lo mucho (y bueno) que me he traído de Semana Negra, este año. ¡Seguimos aPostando!

Me gusta que la nueva novela de Félix G. Modroño incorpore en su título a la protagonista principal de esta narración exquisita: “La ciudad de los ojos grises”. Durante su presentación en Semana Negra, Félix sostenía que Bilbao era una protagonista más de la novela. Creo que se quedó corto. Bilbao es la gran protagonista de “La ciudad de los ojos grises”, una novela que es, también, una encendida declaración de amor a una de esas villas que, sin tanto nombre como otras –la vecina San Sebastián, sin ir más lejos – atesora una historia fascinante y oculta auténticas maravillas por descubrir.

Es cierto que el efecto Guggenheim “puso” a Bilbao en el mapa turístico español y europeo, pero cuando visité la capital vizcaína, hace ya un puñado de años, disfruté de una ciudad amable, acogedora, cómoda y generosa; más allá del coloso de acero y del florido perrito que lo custodia. Una ciudad sorprendente cuya visita hubiera disfrutado mucho más de haber leído la novela de Félix, por supuesto. Porque “La ciudad de los ojos grises” es de las que, a medida que te adentras en ella, te invita a visitar de nuevo las calles que describe, los paisajes, los jardines, las plazas y todos y cada uno de sus rincones; aunque ya no sean los mismos, dado que la historia que cuenta la novela trascurre en los años de la I Guerra Mundial.

¿Entonces?

Entonces, lean este pasaje: “Bilbao, como cualquier otra ciudad cosmopolita, contó desde temprano con una de las principales señas de modernidad de las capitales europeas más avanzadas: los cafés. Estos supusieron una revolución dentro de las actividades de ocio de la burguesía, una clase emergente con nuevos hábitos de consumo, para la cuál las tradicionales tabernas se alejaban de sus gustos refinados.

Los cafés fueron uno de los legados de la presencia turca en el viejo continente. Y así, a lo largo del siglo XIX, los originales establecimientos vieneses se extendieron primero a Inglaterra, luego a Francia y Alemania, y más tarde al resto de Europa. Pronto se convirtieron en centros de reunión de familias, intelectuales, agitadores políticos o artistas que acudían no solo a beber café, sino a enzarzarse en tertulias o en discusiones interminables, con mejor acomodo que en sus propias casas.”

A partir de esta descripción genérica, los protagonistas de la novela se citan en el Café García, piden su bebida y se deleitan con unos bollos de mantequilla cuyo delicioso aroma traspasa la pituitaria del lector y le hace babear de gusto. Es posible que el Café García ya no exista en Bilbao. O que siga abierto, pero haya sido remozado. Da igual. Cuando lees novelas como “La ciudad de los ojos grises”, los lugares cobran vida, regresan los recuerdos y la imaginación se dispara.

Bilbao, pues, no solo es el escenario en que transcurre la investigación de la muerte de Izarbe que llevan a cabo Fernando y Alfredo, sino que es uno más de los personajes que se hacen reales gracias a la extraordinaria capacidad evocadora de Félix G. Modroño.

¿Quién y por qué mató a Izarbe? Ese es el punto de partida de una novela en la que se mezclan las pasiones personales y familiares con el ambiente pre-bélico de una ciudad incapaz de asumir y reordenar su desproporcionado crecimiento, provocado por el descubrimiento de riquísimas vetas de hierro, mineral esencial para la pujante industria siderúrgica y para alimentar la revolución industrial que cambiaría la faz de Europa.

La confrontación entre lo viejo y lo nuevo, la melancolía por el tiempo pasado que no volverá y el insobornable compromiso con la verdad son otros de los mimbres con que está tejida “La ciudad de los ojos grises”, una novela que te invita, te convence, casi te obliga a volver a Bilbao una vez terminada su deliciosa lectura.

Jesús Lens

Este es el sexto aPostado: recomendación lúdico cultural para el verano.

Los cinco anteriores:

El caballero oscuro

Ejército enemigo

Ryan Giggs

Cerveza Alhambra

Prometheus

¿Y en 2008, 2009, 2010 y 2011 qué blogueamos (si es que lo hicimos)?

¡Seguimos!

ARS MÁGICA

Comienza esta apasionante novela de Nerea Riesco con una cita de Paracelso que, por supuesto, mi amigo Miguel Puga, el famoso MagoMigue, conocerá y seguro que suscribiría, con alegría y alborozo:

“La magia es sabiduría, es el empleo consciente de las fuerzas espirituales para la obtención de fenómenos visibles o tangibles, reales o ilusorios, en el uso bienhechor del poder de la voluntad, del amor y de la imaginación. Es la fuerza más poderosa del espíritu humano empleada en el bien. La magia no es brujería”.

A partir de este discurso, Nerea nos conduce por un universo entre lo mítico, lo mágico y lo mitológico, a través de las tierras del norte de España que, a principios del siglo XVII, sufrían una especie de plaga o epidemia muy especiales: plaga de brujería. Y para luchar ella, para pelear de tú a tú contra las fuerzas del Maligno, la Santa Inquisición envió a uno de sus hombres más sagaces y, también, uno de los más crueles y taimados: Alonso de Salazar y Frías.

O, al menos, esa es su fama, es lo que parece…

Y, sin embargo, si hay una lección de podemos sacar de la lectura de “Ars Mágica” es que las apariencias engañan. Y mucho. Nada es lo que parece. El ojo te traiciona y la sugestión colectiva puede ser abrasadora, en el más estricto sentido de la expresión. ¿Quién no ha oído hablar de los famosos akelarres? ¿Qué se hacía en ellos? ¿Quiénes los protagonizaban? ¿Qué se pretendía con su celebración?

El culto a la Madre Tierra, Mari, que ahora está en la base de tanto credo ecologista y New Age, seguía muy vivo en la España católica del XVII, en las zonas rurales.

Las curanderas, que lo sabían todo sobre las hierbas, emplastos y cataplasmas, eran miradas con recelo por los médicos de carrera.

Y los hombres querían seguir imponiendo su machismo recalcitrante a toda costa y en todas las situaciones.

La ecuación, así planteada, es fácil de despejar: todas brujas (*) y, por tanto, ¡a la hoguera con ellas!

Y de paso, con el vecino de enfrente, cuyas tierras son mejores que las mías. O con el vecino de al lado, que me robó a la moza cuando éramos jóvenes. Terror, delación, miedo, envidia, avaricia, ignorancia… cuanto más se preocupen los hombres del demonio y sus obras, menos lo harán de cosas terrenas y mundanas, como el Gobierno, por ejemplo. U otras naderías por el estilo.

La estructura con que Nerea Riesco ha construido esta fascinante “Ars Mágica” contribuye a darle una fuerza singular a una narración prodigiosa. Fantasía y realidad, magia y ciencia, superstición y raciocinio… el haz y el envés de la existencia, conviviendo en cada capítulo. ¿Es magia lo que hace la pequeña Mayo, cuando cura una enfermedad? ¿Es brujería lo que le pasa a Íñigo, el novicio de acompaña a Salazar?

Y, sobre todo, ¿existe realmente el demonio?

Mientras leía la novela, escribí en mi Twitter que si tuviera que definir “Ars Mágica” en una sola frase, lo haría así: “Es como “El nombre de la rosa”, pero sin buena parte de lo más abstruso, pesado e infumable de “El nombre de la rosa”.

¡Ojo! La novela de Nerea tiene entidad propia y no necesita de comparación alguna para salir airosa, pero lo mejor de la novela de Eco: la relación del maestro con el discípulo y las tentaciones carnales de éste con un ser extraño que surge de la nada, están ahí, junto a la explicación racional de ciertos hechos sólo supuestamente irracionales.

Y tenemos que reivindicar, por supuesto, los exquisitos paisajes que Nerea nos describe con tanto mimo y cariño en una novela doblemente mágica, por lo que cuenta y por cómo lo cuenta. Ese norte de España tan evocador, de Logroño a San Sebastián, pasando por Fuenterrabía y, por supuesto, entrando en Zugarramurdi y sus famosas cuevas.

¿Qué fue la Inquisición? ¿Cómo actuaba y qué perseguía? ¿Quién se valía de ella y para qué?

A estas y a otras muchas preguntas da respuesta “Ars Mágica”. A través de cada una de sus páginas, la prodigiosa prosa de Nerea, su musicalidad y su cadencia te transportan a una España lejana, contradictoria y apasionante, de la que, en pleno siglo XXI, todavía formamos parte.

Porque somos parte de lo que fuimos. Y seremos parte de lo que somos. Y Nerea, con novelas como “Ars Mágica” o ESTA, “El elefante de marfil”, nos ayuda a descubrirlo.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

(*) Según una encuesta, todo lo fiable que pueden ser las encuestas, el 31% de los norteamericanos creen, hoy en día, en la existencia de brujas. El 31%. Y ya sabemos qué dados son los yanquis a la Caza de Brujas, cuando se ponen. Por no hablar del efecto contagio y rebote que cualquier sandez gringa tiene a todo lo ancho y lo largo del globo…

CAMINOS CRUZADOS

No amigos, no. Esta vez nos os puedo recomendar que leáis la novela que terminé el sábado a mediodía, tumbado en el sofá, haciendo una lectura casi transversal, ansiosa, por saber cómo acababa la historia urdida por Erlantz Gamboa en “Caminos cruzados” y que le deparó la consecución del último premio L´H Confidencial de Novela Negra.

 

Y no os la puedo recomendar porque, si sois personas débiles, timoratas, melifluas y apocadas, ésta no es vuestra novela. ¡No caerá en mi debe siquiera la posibilidad de que algún alma sensible se enfrente a la truculenta historia propuesta por Gamboa y, sufra una crisis de ansiedad o una apoplejía! Ni mucho menos.

(Si, aún así quieres seguir leyendo, pincha AQUí, bajo tu propia responsabilidad)

EL VIOLINISTA DE SARAJEVO

Sarajevo es una de las ciudades que más me han impactado. Ciudades. A lo largo de mis viajes por el mundo he visto paisajes tan fascinantes como las llanuras del Serengeti. He subido los 6.000 metros del Kilimanjaro y he descubierto la magia del desierto del Sahara. Pero, en cuestión de ciudades, pocas me han causado tanta impresión como Sarajevo.Pasé allí los mejores cuatro días de mi viaje por los Balcanes. Aunque describirlos como los «mejores» no es exacto. Ni justo. Porque Sarajevo es una ciudad en la que aún se perciben las heridas causadas por la guerra que asoló el corazón de Europa hace nada más que un puñado de años.

Pero Sarajevo es una ciudad mágica y apasionante, mestiza como pocas, colorista y esencialmente vital. Aunque en sus fachadas aún estén visibles los impactos de las bombas y los balazos con que los serbios cercaron la capital de Bosnia Herzegovina durante cuatro largos años. Aunque el mercado de Markala tenga una placa en recuerdo de los muertos que provocó el ataque con morteros de los chetniks. Ciudadanos anónimos que intentaban comprar comida y que fueron vilmente asesinados. Por nada.

¿Y los que hacían cola para comprar el pan? ¿Os acordáis de aquellas brutales imágenes? Pues hubo un hombre, un músico que, impactado por la brutalidad y el salvajismo de aquellas muertes sinsentido, decidió tocar su violonchelo, durante veintidós días consecutivos, en el mismo sitio y a la misma hora, a modo de homenaje a todas y cada una de las víctimas.

Ese detalle, tan humano como inútil, dio la vuelta al mundo. ¿Y por qué no pensar que los serbios decidieran asesinarlo, en mitad de su actuación, para acabar incluso con ese soplo de esperanza e ilusión, en la masacrada Sarajevo? ¿Y no cabría imaginar que los bosnios pudieron poner a una contrafrancotiradora a velar por la vida del músico?

Ése es el punto de arranque de una novela dura, ciertamente, pero esencial y muy ilustrativa de lo que fue una de las grandes aberraciones del siglo XX europeo. Y mira que las ha habido… A través de una narración tan íntima como sentida, Steven Galloway se pone en la piel de tres personajes: Flecha, Kenan y Dragan, para contar el asedio de Sarajevo.

La primera es la contrafrancotiradora que ha de cubrir al violonchelista del título de la novela. Los otros dos protagonistas son dos personajes anónimos que, un día, han de recorrer las calles de la ciudad para algo tan sencillo como conseguir agua o ir a trabajar, al horno de pan que evita que los ciudadanos de Sarajevo perezcan de inanición. Y estar en la calle, en la ciudad asediada, es estar en peligro de muerte.

A través de un cuidado, preciso y medido estudio psicológico de los personajes, Galloway consigue que el lector sienta el horror, el desasosiego y el terror bajo el que, durante más de cuatro años, vivieron los habitantes de una ciudad radicada en el corazón de Europa.

Una novela para sentir, para pensar, para reflexionar y para odiar perennemente el sinsentido de los nacionalismos.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros