Patriotismo tributario

Habrán visto la foto, replicada hasta la saciedad: los dos número 1 del tenis mundial, Garbiñe Muguruza y Rafa Nadal, posando con una bandera de España, lo que ha henchido de orgullo a un montón de gente.

A mí me alegra, como a (casi) todo el mundo, el triunfo de los llamados nuestros deportistas. Los españoles que compiten en el concierto internacional bajo la bandera rojigualda son la versión extendida y ampliada de los clubes y los equipos de nuestros amores. Y ya se sabe que con nuestro equipo como con la madre: con razón o sin ella.

 

Pero es de justicia contextualizar la foto de marras. Es de justicia para esos deportistas que, pudiendo domiciliarse en el extranjero, deciden “quedarse” en casa… y pagar aquí sus impuestos.

 

Garbiñe, de forma absolutamente legal, cambió su residencia a Suiza en 2016, por lo que no tributa en España. De esa manera, ni un euro de lo que ha ganado en concepto de premios por sus victorias en Roland Garros, Wimbledon y demás torneos del circuito WTA o de lo ingresado por sus contratos publicitarios, repercute en las arcas españolas.

Muguruza me parece una tenista descomunal y extraordinaria, me alegro por sus triunfos y le deseo lo mejor. Pero, desde que sé que tributa en Suiza, le tengo tanto aprecio y simpatía… como a las hermanas Williams: el que siento por una estupenda deportista. Nada menos. Pero nada más. En cuestión de afectos, me resulta más cercana nuestra Mireia Belmonte, sin ir más lejos.

 

O el propio Rafa Nadal que, tras sus tiras y aflojas con Hacienda y su domiciliación fiscal en el País Vasco, “volvió” a radicarse en su Manacor de toda la vida.

 

Es cierto que la vida productiva de los deportistas, además de ser corta, está sujeta a muchos riesgos y vaivenes. Que traten de maximizar sus ingresos tributando fuera es una tentación… que les debería alejar del cariño y la simpatía de los ciudadanos de a pie que tributamos y cotizamos en nuestro país, ganando mucho menos dinero en toda nuestra vida laboral de lo que ellos ganan en un año.

Porque, por lo general, los que tributan fuera son los grandes cracks y no la inmensa mayoría de voluntariosos y sufridos deportistas que, de Suiza, es más fácil que se traigan una navaja roja multiusos que un domicilio fiscal.

 

Jesús Lens