Paradojas cinéfilas

Jueves de enero. 20 horas. No cabe ni un alma en la sala de proyecciones del Palacio de los Condes de Gabia para la presentación del ciclo “Invisibles”, puesto en marcha por la Diputación de Granada. Me quedo sin ver “La puerta abierta”, película de Marina Seresesky. Salgo corriendo y llego pelín tarde al cine Madrigal, a ver “Frantz”, película independiente, europea y extraordinaria que, al finalizar, cosecha una emocionada ovación por parte del nutrido público concitado en el único cine comercial que proyecta películas “diferentes”. Y de cine, visible e invisible, hablo hoy en IDEAL.

Martes de febrero. 19.30. Sala comercial. Aparte de mí, solo dos personas para ver “Vivir de noche”, de Ben Affleck. Una pareja. Con los pies sobre el respaldo de los asientos de delante. No callan. Como si estuvieran en el salón de su casa. Les escucho a la perfección, desde cinco filas más abajo. Cruce de miradas asesinas. Bajan el tono. ¿Era necesario?

Volvamos atrás. Martes de enero. 19 horas. Comienza el ciclo “Francia inspiradora”. 230 personas disfrutan de “Pickpocket”, una críptica película de Robert Bresson, en blanco y negro, de 1959. Ese mismo día, el ciclo de Miyazaki programado por el Cine Club universitario cosecha otro entradón.

Otro jueves de enero. A las 20 horas. Y otra vez que llego a Condes de Gabia y a punto estoy de no poder ver “La doncella”, del coreano Park Chang-Woo. Otro llenazo. Más gente que se queda fuera de la sala. Y un silencio sepulcral durante los 145 minutos de duración, dentro de ella.

¿Tiene algún sentido todo esto? Por supuesto, hay que agradecer a la Diputación que haya programado el ciclo “Invisibles”, para que podamos ver esas películas que se estrenan en España, pero que, como si viajaran en el AVE, nunca llegan a Granada. “Lo que Granada no ve”, titulé una sección en el programa de cine que hacía en la radio.

Es inaceptable que Granada no tenga salas comerciales que programen, de forma regular, ese otro cine que no es mainstream, pero que resulta tanto o más interesante y atractivo. No podemos aspirar a ser una Capital Cultural cuando, para ver esas películas, tenemos que peregrinar a Málaga, a Sevilla o a Madrid. Máxime, teniendo una Universidad con 60.000 estudiantes.

Me alegro por las crecientes y alentadoras cifras de recaudación de los cines granadinos en 2016, pero no es suficiente. Ni mucho menos.

Jesús Lens