¿HAY QUE CUIDARSE?

– “Tenía un compañero, no sé si lo llegaste a conocer. Ferry O’Banon. ¿Lo conoces?

– Creo que no.

– Bueno, pues le dio por cuidarse. Empezó por dejar de fumar. Yo nunca he fumado, así que nunca he tenido que dejarlo, pero él lo dejó y luego fue una cosa tras otra. Perdió mucho peso, cambió su dieta, empezó a correr. Tenía un aspecto espantoso, estaba todo demacrado. ¿Sabes lo que te digo? Pero estaba feliz. Estaba encantado consigo mismo. Ya no bebía, únicamente pedía cerveza y se la tomaba muy despacio, o a lo mejor se tomaba una y luego agua con gas. De esa francesa. ¿Perrier?

– Ajá.

– Muy popular de repente, pero no es más que agua y cuesta más que una cerveza. Pues cuando lo entiendas, a ver si me lo puedes explicar: se pegó un tiro.

– ¿O’Bannon?

– Sí. No digo que tenga relación el perder peso y empezar a beber agua con gas con darse un tiro…”

Este diálogo es de Lawerence Block, leído en su magistral “Cuando el antro sagrado cierra”. Y, por razones obvias, lo traigo a colación. Obvias porque, como algunos Cagalitrosos saben, desde que me aficioné a la Ciego Montero…

En fin.

Jesús Lens. Preocupado.

ANIMALES & JUGUETES

Ha querido la casualidad (de existir) que leyera los tres álbumes de Blacksad a la vez que veía la saga de “Toy story” en televisión, lo que me ha provocado una brutal ensalada de animales de hablan, juguetes que cantan, bichos investigadores y vaqueros perseguidores.

Uno, cuando es joven y supuestamente trascendente, está convencido de que dotar de humanidad a los animales o a los juguetes es una niñería y que las cosas importantes de la vida son únicamente patrimonio del hombre, del ser humano. Sobre todo, del ser humano más ceñudo, gris y con gafas de culo de vaso posible, que escribe con letra apretada en renglones lo más rectos posibles.

A medida que vamos creciendo, sin embargo, encontramos que la aparente nadería argumental de las películas de Hawks encierran muchas más verdades que cientos de discursivas películas a la europea cuya mayor virtud acaba siendo su capacidad para inducir al sueño profundo a los espectadores más insomnes y recalcitrantes. Más corrosiva que las sesudas y lacrimógenas películas de denuncia es cualquier comedia de Billy Wilder y hay más poesía en un western de Ford que el preciosismo forzado y manierista de tanto esteta indocumentado con licencia para filmar.

Hasta llegar a una semana en la que ves y lees, de forma simultánea, dos joyas como son las Toy Stories y los Blacksads. Tres entregas de cada. Algo titubeante las primeras, como palpando el terreno, como aterrizando, tanteando, probando… y después ya, directamente, la gloria, la majestuosidad, el paraíso de la creatividad sin límites. ¡Hasta el infinito y más allá!

De este tipo de narraciones admiro, además de la densidad de la trama y la intensidad de los personajes, en cómo juegan sus creadores con el material que usan para componer sus historias, aprovechando al mil por cien las potencialidades que ofrece el utilizar animales y juguetes como protagonistas.

He tardado una eternidad en leer cada álbum de Blacksad. A cada rato me quedaba obnubilado, extático, imantado a alguno de los dibujos del salobreñero Juanjo Guarnido en que un oso polar es un racista recalcitrante o un buitre es un pájaro de mal agüero, aunque aparezca colgado de una farola.

Y me quedaba pensando en cómo sería el proceso creativo de Canales y Guarnido (aunque tengo el fantástico catálogo de ESTA exposición y espero salir de dudas), quién determina qué animales protagonizarán cada viñeta y cómo eligen la animalidad de los personajes, cómo se decide quién será un burro, un toro, una paloma, una comadreja o un pastor alemán.

Está claro que no es nuevo, esto de “animalizar” a los personajes. Desde que Orwell montó su “Revolución en la granja”, pasando por el fastuoso universo de Disney y hasta llegar a los desasosegantes gatos y los ratones de Maus.

Sin embargo, la “animalidad” de los álbumes de Canales y Guarnido, adaptando el universo negro y criminal de la literatura clásica a la modernidad del noveno arte más innovador, me ha resultado excepcionalmente sugerente.

Como sugerentes son los juguetes de “Toy story”, los arquetipos sobre los que, sin necesidad de explicar nada al espectador, sea éste infante o veterano, pivota una historia que funciona como los icebergs: una parte visible, sustentada en otras ocho que quedan sumergidas. Pero que están ahí.

¡Hasta las supuestas tomas falsas del final de “Toy story 2” son más auténticas que kilómetros y kilómetros de fotogramas reales más falsos que Judas!

Aún no he visto “Toy story 3”, pero presumo que será una joya. En otoño sale el cuarto álbum de Blacksad. Presumo que será otra joya.

Muchas veces hemos discutido acerca de cuál es la diferencia entre un buen tebeo, película o libro y una obra maestra.

Después de leer y ver “Blacksad” o “Toy story”, la tengo un poquito más clara: cuando sientes una especie de imposible necesidad compulsiva de haber participado, directamente y en primera persona, en el proceso creativo, es una obra maestra.

Y, ahora mismo, mataría por estar en Pixar o por haber participado en el diseño de alguno de los animales-personajes de Blacksad. Tan seguro como que la tierra da vueltas.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

DE LUCES, TRENES & CAMISETAS

Un clásico de las tertulias de Semana Negra es lo de la luz al final del túnel. Porque, en realidad, ¿qué es esa luz?

Para unos, ya se sabe, es la esperanza, la salida, y tal y tal.

Para otros, sin embargo, no es sino el tren, que viene de frente y se se avalanza contra el incauto que anda entre sombras…

 Y tú, ¿cómo ves la luz al final del túnel?

 

En cualquier caso, y para ayudaros a ver con claridad, a través de la mejor de las lentes, os invito a que pinchéis en el enlace que sigue, pudiendo prometer y prometiendo que nada tengo que ver con ESTA CAMISETA… que ha sido el Verde Abel el que la ha encontrado.  Jajajaja.

Focus on Lens, que ha visto la luz.

EL CASO DE LAS DOS CIUDADES

Me da que esta reseña de «El caso de las dos ciudades», de Qiu Xiaolong, publicado por Almuzara, os va a sorprender.

Dejo el comienzo:

Nunca he sido capaz de practicar eso de la relajación, la respiración abdominal en ocho tiempos, el yoga o la meditación. Alguna vez que me he acercado a esas disciplinas, desde lejos y con mucho pudor, he acabado en un bar, tomando una caña y pidiendo tapa de panceta.

Y, sin embargo, tiene que ser algo muy grande, eso de sentir paz espiritual y demás zarandajas que nos suenan a chino mandarino y oriental. Porque, cada vez que siento algo de ansiedad, angustia o agobio, me voy a mi biblioteca, cojo una de las novelas de Qiu Xiaolong, me tumbo a leer y las pulsaciones bajan, la respiración se serena y, en pocas palabras, me siento mejor.

Y otro parrafillo de enmedio, más zen:

Disfruto leyendo proverbios de la ancestral cultura china: “Habrá un camino por el que los carros puedan alcanzar las montañas” o “A veces no decir expresa mucho más que el mero decir”.

El resto AQUÍ, que nos encanta tener webs y blogs, hermanos de sangre, en los que publicar nuestros desvaríos. Venga. Pinchen y que comience la Balacera…

Jesús «Bullets» Lens

UN TAL HOURGLASS

El síndrome de Hourglass, dicen que se llama.

 

Esta vez no pregunto, como con la R, que os íbais a mosquear mogollón, ¿verdad Tron?

 

Y lo curioso es que, por lo general, el más dañado por el Hourglass, colateralmente hablando, es el ratón que te acompaña a la derecha. Si no eres zurdo, claro.

 

En serio, ¿quién no se ha visto alguna vez gritándole a su ordenador?

 

¿Quién no le ha dado un tantarantán al monitor?

 

¿Quién no ha hundido alguna vez sus dedazos en el teclado, de forma iracunda y con tanta saña que ha tardado dos o tres días en recuperar la sensibilidad en las falanges, lo que le ha complicado enormemente actividades básicas del ser humano como la de sacarse pelotillas de la nariz?

 

En serio, si os parece, nombramos como el Hombre de la Semana a este tipo. Porque todos hemos sido él, alguna vez en nuestra vida.

 

Jesús «Hourglass» Lens.