PROYECTOS, LOCURAS, IMÁGENES

Estoy seguro de que varios de vosotros sabréis qué representa la imagen que reproduzco a continuación.

¿Quién es, cómo se llama, qué hace y por qué?

Lo que quizá os cueste un poco más de trabajo adivinar es quién es su autor y qué sentido final tiene.

Lo del sentido (o falta de) lo dejaremos pendiente y ya resolveremos la cuestión más adelante.

Así que, hablemos del artista.

Y el artista es, ni más menos, que el mismo que diseñó mi tarjeta personal, esa con la que voy fardando por ahí.

Ces't moi

Martín Favelis, o sea.

De cuando en vez, Martín se desliza por esta pantalla. Unas veces, como el pasado viernes, porque estuvimos escuchándole en su faceta de pianista.

Otras, porque presenta uno de sus libros de viñetas.

O porque le hacemos encargos personales, únicos, intransferibles.

Como las imágenes que jalonan este texto, las “descartadas”, como las llamamos Martín y yo, no teniendo dudas sobre a quién acudir para poner en marcha el nuevo proyecto del que ya hablaremos. Pronto. Muy pronto.

¿Todavía no lo sabes?

Así que, ya sabéis. Si queréis escuchar buena música, dejaros caer por “El Gato Montés”.

Si queréis reír, aunque la risa deje un poso de amargor, no dejéis de seguir el trabajo gráfico de Martín.

Y si queréis imágenes personalizadas, diferentes y chulísimas, pues hablad con Martín. Lleguéis o no a un acuerdo, la experiencia merecerá la pena. Sí o también.

Jesús Martiniano Lens

EL CORREGIDOR

La palabra del Puente ha sido una, clara, concreta y determinada: corregir.

Así me he pasado la mayoría del tiempo: corrigiendo. Corrigiendo los 468 folios que componen lo que espero que sea mi próximo libro de cine, titulado «Café-Bar Cinema», de momento.

En pleno proceso de corrección vi que el Cotton Club estaba muy deficientemente tratado así que hice un alto en el camino y abandoné el despacho (hasta ese punto de seriedad le he dado a la corrección, encerrándome en el despacho) y me tumbé en el sofá para volver a ver la película de Coppola.

Para saber lo que me parece y el porqué tendréis que esperar a que el libro se publique (crucemos los dedos) pero os anticipo una de las secuencias que más me gustaron de la película y que resume buena parte de su espíritu.

¿No es fantástica?

Lo dicho. Que vayáis ahorrando para comprar el libro, que tanto desvelo tiene que tener recompensa.

😀

Jesús el corregidor Lens

LEESCRIBIR

Una de las cosas que más me gustan de nuestro Club de Lectura es la apasionada defensa que hace Ignacio Midore del acto de leer. Por una parte, le quita cualquier consideración elitista, especial o superlativa. ¡Leer no es más que coger un libro, abrirlo y disfrutar con lo que el autor ha escrito!

Por otra, Ignacio eleva la lectura al nivel de una de las Bellas Artes, convirtiendo al lector, a todos y cada uno de ellos, en una prolongación del propio escritor, en un personal, subjetivo e imprescindible intérprete de cada una de sus obras.

Leer, por tanto, se convierte en una forma más de escribir y aprender a leer y más allá de la alfabetización, nos convierte en leescritores.

Siempre he sospechado, mucho, de los escritores que dicen no tener tiempo para leer. ¿Merece la pena escribir si no te deja tiempo para leer? De hecho, ¿se puede escribir sin leer, sin haber leído?

A mí me gusta leer. Y adoro escribir. Y viceversa. A veces, cuando estoy felizmente enfangado, escribiendo un libro, un cuento o un reportaje, me duele no disponer de tanto tiempo como me gustaría para leer. O para ver películas. Y, por lo mismo, cuando me pego una tarde entera tirado en el sofá, entre lecturas y cine, me siento culpable por no estar produciendo.

Somos lo que hemos leído

De un tiempo a esta parte, sin embargo, desde que Midore me ha inoculado el venenoso concepto de “re-escribir a través de la lectura”, me paso las horas muertas, leyendo más vivo que nunca, sin sentirme culpable por mi baja productividad, dándole a la tecla. Me siento más creativo, más atento. Las lecturas me aplican mejor y veo un poco más allá que antes, cuando tengo un libro entre las manos.

Crear leyendo.

¡Por eso nos gusta tanto un buen libro! No es sólo porque el autor nos presenta a un puñado de personajes y nos involucra en sus vidas, obras y milagros, sino también porque nos necesita a nosotros, a los lectores, para recrearlos y darles vida. El autor necesita de nuestros ojos para que sus personajes se deleiten ante los paisajes por los que pasean. Necesita nuestros oídos para que escuchen el jazz que tanto les gusta o para que sientan el terror producido por las llantas de un coche que intenta frenar a toda velocidad mientras se abalanza sobre un pobre peatón… El escritor, en fin, necesita de nuestras papilas gustativas para que la fabada que se come el protagonista tenga fundamento y para que la piel que acarician sus manos sea suave y tersa o áspera y ajada, dependiendo de la ocasión.

Así, el día en que el lector está en baja forma, los personajes disfrutan menos de sus hazañas y aventuras. El amor les golpea con menos intensidad y las comidas son menos reconfortantes y sabrosas. ¡Qué gran responsabilidad, por otra parte, la de ser un buen lector!

¡Y qué bueno, este otoño, que aprendimos lo que es la leescritura!

Jesús Leescritor Lens

PD.- Si aceptamos que esto es así, ¿deben los autores escribir pensando en los lectores o, sencillamente, tienen que seguir su instinto, arte y oficio? Y, llegado el caso, ¿qué es y cómo se hace, lo de escribir “pensando en los lectores”?