¿POR QUÉ SIEMPRE ÁFRICA?

“Los viajes son los viajeros.

Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos.”

Fernando Pessoa.

¿Por qué otra vez África, siempre África; África de nuevo?

Efectivamente, cuesta trabajo explicarlo.

Decía Álvaro, mientras cenábamos en nuestro restaurante favorito de Dakar, el libanés Farid (aunque el cabrón del Jefe Daniels no nos dejaba tomar más mojitos de la cuenta y era la excepción que confirma la regla de la Teranga) que, a la vuelta, no sabría cómo definir el viaje cuando hablara con sus compañeros de desayuno. Que no lo entenderían.

Foto de Cuate Pepe

Hace unos años, estando en el Malí, me dio uno de esos voluntos místicos que me asaltan de vez en cuando y me perdí por las dunas del desierto para acabar escribiendo unas notas que después se convirtieron en este artículo: “África, ¿el fracaso de la humanidad?”

En esta ocasión, y partiendo de las palabras de Pessoa, he mirado más hacia dentro que hacia fuera. Quizá porque como venimos repitiendo a lo largo de este 2010, cuando se cumplen los cuarenta se tiende a hacer balance y recuento vital.

Foto de Cuate Pepe

Cuando viajas al África negra y profunda te distancias de la blanca y rica Europa, dejando atrás las comodidades del hogar y la seguridad de una sociedad del bienestar que, criticada y vilipendiada, es la gran conquista de las generaciones que nos precedieron. Pero estos viajes, además, te posibilitan el alejarte y disociarte de ti mismo, del tú que eres en casa, pudiendo observarte y verte en perspectiva.

Cuando viajas a África no hay grandes museos que visitar ni una fastuosa arquitectura con la que deleitarse. La gastronomía es una cuestión de mera supervivencia y, salvo que vayas a los grandes paraísos naturales de Kenya, Sudáfrica o Tanzania, a los majestuosos parques nacionales de algunos países, los paisajes tampoco son especialmente arrebatadores.

Entonces, ¿por qué ir a África? Y, una vez ido, ¿por qué y para qué volver?

Pues porque África te permite redescubrir la persona que, en España, no sueles ser. Porque en África todo se relativiza. Porque la Teranga te reconcilia con lo mejor del ser humano, por supuesto. Pero es que, además, te transforma. En África, eres otro. Eres distinto. Eres diferente. África te cambia, te trastorna. Te transforma.

Foto de Cuate Pepe

Cada vez que he estado en África, he sufrido algún tipo de mutación. Es como si su sol me hiciera mudar de piel. Como si, estando allí, me hicieran una transfusión de sangre nueva. En los últimos nueve años he estado 2 veces en Malí, 2 en Senegal, 1 en Etiopía, 1 en Tanzania y 1 en Burkina Faso. Y cada vez ha sido única, diferente e irrepetible.

A estas alturas ya he renunciado a saber el porqué, pero siempre que estoy allí, soy feliz. Sin necesidad de hacer nada especial. Sólo estando. Y mira que África es incómoda, sucia, desapacible… Pero es. Y cada vez es más difícil estar en sitios que son.

Europa, fría, liofilizada, esterilizada… cada vez es más un No Lugar en sí misma. Marc Augé acuñó dicho concepto, el «no-lugar», para referirse a los lugares de transitoriedad que no tienen suficiente importancia para ser considerados como «lugares». Ejemplos de un no-lugar serían una autopista, una habitación de hotel, un aeropuerto o un supermercado, como leemos en la Wikipedia.

Cuando estoy en África, siento que estoy en lugares vivos, auténticos, palpitantes y rebosantes de vida. En mitad del caos y el bullicio de las calles de sus complejas y contradictorias capitales, durante un concierto improvisado con unos cubos en un pueblo remoto del Senegal, navegando en pinaza por el Níger, caminando por el Kilimanjaro o el cañón de las montañas Simien, asomado al lago Awasa etíope, escuchando a los percusionistas de Bobo Dilasso o entrando en una biblioteca de Tombuctú… momentos que te hacen sentir vivo, que te hacen sentir de verdad.

Foto de Cuate Pepe

Vale. Éstos son los momentos transitorios. Y, como decía en el referido artículo anteriormente señalado sobre el posible fracaso de la humanidad, seguramente los disfrutamos al 100% porque sabemos que, más pronto o más tarde volveremos a casa, a la seguridad de nuestra civilizada Europa. Y, sin embargo, en mí dejan una huella mucho más profunda que otras experiencias patrias que deberían resultarme excitantes y apasionantes.

Dejan huella, sobre todo, por la extraordinaria importancia del factor humano. La teranga senegalesa, esa calidez, esa hospitalidad de que hablábamos es extensiva a otros pueblos de África. Malí es el país de las sonrisas, por ejemplo. El más frío, quizá porque sus habitantes ya estén demasiado acostumbrados al turismo, es Tanzania. Pero la caminata por las Simien nunca hubiera sido igual sin Yndal. Y el País Dogón jamás habría sido el mismo sin Alain o Watt.

A África se viaja por sus gentes. Por su calor. Por su cariño, su alegría y su contagiosa felicidad. Porque, siendo los más pobres, son los más vitalistas y los más irredentos optimistas. Ojo. Siendo críticos, también. Pero de eso ya hablamos en otra ocasión.

Foto de Cuate Pepe

Ahora dejo la letra de una canción que ha estado sonando mientras escribía todo esto y que se llama, precisamente, “Vuelvo al sur”. Aunque es de Mercedes Sosa, yo la vengo escuchando en la versión de Gotan Project.

¡Al Sur! Siempre al sur…

Como se vuelve siempre al amor

Vuelvo a vos

Con mi deseo, con mi temor

Llevo al sur

Como un destino del corazón

Soy del sur

Como los aires del bandoneón

Sueño el sur

Inmensa luna, cielo al revés.

Vuelvo al sur

El tiempo abierto y su después

Quiero al sur.

Su buena gente, su dignidad.

Siento al sur.

Como tu cuerpo en la intimidad.

Te quiero, sur . . .

Te quiero, sur . . .

Jesús forever sureño Lens

SENEGAL: RAY LEMA

Ayer hablábamos de Omar Sosa (que, o no os ha gustado o no lo habéis escuchado, malandrines) y hoy vamos con otro de los tipazos que tocaron en Dakar: Ray Lema. Por alguna razón, yo estaba convencido de que Lema hacía rumba congolesa. Y no estoy de coña, aunque sea 28-D. Pero no. Ray Lema es congoleño y toca el piano como Dios. Esa fue la primera sorpresa de la noche. La segunda vino dada por el bajista que le acompañó en el concierto: Ettiene Mbappe, un soberbio músico al que vimos en Granada, hace años, tocando con Joe Zawinul.

Pero la tercera sorpresa fue la más especial: el homenaje de los músicos a Alí Farka Touré, el guitarrista maliense, padre del Blues africano. La canción es ésta y, como veréis en el vídeo, respira África por los cuatro costados. Porque Alí estuvo, hasta el final, en su granja de Niafunké, a orillas del Níger. Y su legado es majestuoso. En el Festival del Desierto que disfrutamos hace unos años, como decíamos AQUÍ, el espíritu de Farka Touré, recién fallecido, estaba a flor de piel. Hoy, su espíritu sigue vive.

Gracias, Ray Lema. Gracias, Dakar.

Jesús, nostalgioso Lens.

COSAS QUE HACER EN 2011

Unas serán más probables que otras, aunque todas sean posibles. Unas serán fácilmente realizables. Otras, difícilmente conseguibles.

¿Qué es lo bueno de un año tan penoso como este 2010 que termina? Pues lo que decía Martín Favelis en esta clarividente viñeta.

Dejando a un lado lo personal y lo profesional y, por supuesto, obviando esas generalidades del tipo “la paz en el mundo”, “el final del hambre en los países pobres” o “la captura de Bin Laden gracias a un cable de Wikileaks”; siendo egoístas, subjetivos y absolutamente personalistas, ¿qué espero hacer, razonablemente, en 2011?

Empecemos por lo más sencillo: el cine. Y, a la vez, por lo más complicado. Porque si bien ardo en deseos por ver “El cisne negro” de Darren Aranofsky, con Natalie Portman, lo que no va a poder ser, al menos de momento, es conquistar a mi actriz favorita, la más deseada: no sólo ha confirmado que tiene pareja sino que, además, ha anunciado que será mamaíta en 2011. O sea que, por ahora, a la Portman sólo la veré en pantalla. ¡Ays!

Tengo muchas ganas de ver el Tintín de Spielberg & Jackson, lo nuevo de Danny Boyle, “127 horas”, y de comprobar si los genios de Pixar han sido capaces de hacer algo grande en la secuela de su, hasta ahora, peor película: “Cars”. Yo confío ciegamente en ellos, claro, pero el órdago es grande. En cuestión de héroes, me seduce “Thor” (también sale la Portman) y, en formato televisivo… soy como Rambo (viendo Día a Día).

En cuestión de música, dado que la industria discográfica está desmantelada, pensar en comprar discos es absurdo así que centrémonos en los conciertos. A los primeros que me gustaría ver, otra vez, sería a Mano Negra o, en su defecto, a la versión Radio Bemba Sound System: en los momentos más duros de la escritura de “Café Bar Cinema” me han insuflado toda su fuerza y su energía.

Además, citas pendientes: Gotan Project y Rokia Traoré. ¿Qué, cuándo y dónde podemos verles? Díganmelo y allá que nos plantamos. Y el afrobeat de Femi Kuti. Además, me gustaría ver a Youssou NDour, pero entre su público, en el Senegal, bien acompañado de los amigos que hicimos allá estos meses.

Y es que, con lo de viajar, me apetece tanto descubrir nuevos horizontes como volver a sitios en los que he sido feliz. Como Cuba. Como el propio Senegal, cuya Casamance ardo por conocer. Pero también ardo por descender el Amazonas, descubrir Sudáfrica, el Sur de los Estados Unidos, La Patagonia… ¡Nuevamente ays! Es, el mundo, tan grande…

Por leer… no sabría ni por dónde empezar, con los cientos del libros pendientes de se me acumulan en las estanterías. Cada título que leo, cada autor por el que me decido, supone dejar en la nevera a otro buen puñado de ellos. Pero abundaremos, claro que sí, en el género negro y criminal.

Quiero volver a jugar un Intercajas de baloncesto, con todo lo que ello conlleva. Y ser capaz de organizarme para estar en Gijón y en Agüimes. En Alcalá la Real y en Almuñécar y Salobreña. Porque las clásicas citas veraniego culturales son obligatorias: Semana Negra, Festival Tres Continentes, Etnosur, Jazz en la Costa y Nuevas Tendencias. ¿Seremos capaces? Porque este año le he prometido a Pedro Melguizo que no me pierdo Etnosur.

Y quiero hacer un nuevo On the road con mi Cuate Pepe (y quién se apunte). O varios. Pero con libro nuevo que presentar. Claro que sí. Con todo lo que (también) implica.

Disfrutar de algunos buenos platos, en casas de comidas conocidas o por conocer. Rebajar mi mejor tiempo en una Media Maratón, ser más fiel al Circuito de Fondo de Diputación y, en general, pensar más en Verde. Y en Negro.

¿Superficial? Claro. ¿Vago? También. Éstas son (solo) algunas de las piezas con que esperamos construir el mosaico de un año que ya está ahí, anhelante, a punto de dar un paso adelante y comenzar su más que complicada andadura.

¿El resto de las piezas?

Pues ya las iremos buscando, eligiendo, colocando, probando, desechando, consolidando… Y lo contaremos. Claro que sí.

O no.

¿Quién sabe? 😉

Jesús Mosaico Lens

SENEGAL: OMAR SOSA

Dos veces había visto a Omar Sosa. Una, en el Festival de Jazz de Granada, con un concierto repleto de atmósferas extrañas, santería y brutal desmadre absolutamente controlado y orquestado. Después, en Semana Negra de Gijón, en un concierto más clásico y reposado.

A Senegal, al Festival de Artes Negras (sobre el que aquí dábamos unas primeras pinceladas), Omar llevó su espectáculo religioso, profundo y excitante, repleto de efectos de sonido y generador de atmósferas imantantes. Pero le tocó actuar después de Ray Lema y de que Richard Bona hubiera arrasado, por lo que mucha gente se fue. Omar, triste y decepcionado, dio un buen concierto, pero se le notaba tenso e irritado.

Dejamos varios cortes de un concierto que muestra este concepto musical de Sosa. Personal, único e irrepetible.

Jesús Sosaína Lens.

ESPERANDO AL 2011 DESESPERADAMENTE

Martín Favelis, al que ya sabéis que queremos como a un hermano, hace la mejor descripción posible del año 2011, que está por llegar, usando para ello a esos animales sabios, ariscos y fríos que son los gatos. Menos mal que venimos rebosantes de Teranga senegalesa. Que si no, esto no hay quién lo aguante.

¡Grande, Martín!

Jesús Martinico Lens.