El juego de Hollywood

“El problema más importante que podría haber tenido “El juego de Hollywood” (The player. 1992) es que, arrancando con un principio sencillamente magistral y terminando con uno de los finales más ácidos, sarcásticos y crueles de la historia del cine; la parte central de la película no hubiera estado a la altura.”

Así comenzamos ESTA reseña de la película que hoy martes, 31 de mayo, proyectamos en el Teatro CajaGRANADA, a las 20 horas, con entrada libre hasta completar el aforo de la sala.

Personalmente, me parece una joya incuestionable y una de las grandes obras maestras que nos ha brindado el cine contemporáneo. A ver qué os parecen, la peli, y la reseña.

 

Jesús The Player Lens

Todo cambia…

Queridos Habibis, hoy termina ya. Se despejó la interrogante de esta mañana.

Maravillosa y oportuna reinterpretación de la Y hecha por el sin par Colin Bertholet. La respuesta es... ¿cuándo y dónde?

ahora, esperemos que los buenos propósitos se hagan realidad.  Hoy queremos ser lampedusianos y, apelando al espíritu del Gatopardo, proclamamos que, ojalá…

«Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie».

En el mejor sentido de la expresión, por supuesto.

Jesús Lens, que nunca fue tan convencidamente lampedusiano como este 30 de mayo de 2011.

Un día histórico, efectivamente.

Gran Premio de Fondo de Órgiva 2011: por un trago de limonada…

El año pasado, perdonen la grosería, las pasé putas en esta carrera, un exigente rompepiernas de 18,5 kilómetros, más duro que una media maratón, la verdad.

He estado leyendo ESTA crónica y, en parte, refleja aquella agonía. Pero hoy, cómodamente sentados en la terraza del Café Bar Sástago, disfrutando de los placeres de unas buenas birras con su tapa mientras esperábamos a ver si nos tocaba un jamón en el sorteo postcarrera, congratulándonos por las vistas y por la compañía, me acordaba de mí mismo, hecho un ecce homo, hace un año: me bebí toda el agua que nos dieron en la meta. Y la Coca Cola Light. Y el yogur líquido. ¡Hasta me comí el Tokke de chocolate! Y las Shandys. Pero daba igual. Estaba mareado, fundido, destrozado, aniquilado, arrasado, devastado. Jodido, en una palabra.

Hoy con los gemelos tensos como cuerdas de violín, estoy mucho más entero. Y eso que he hecho el mismo recorrido… en cinco minutos menos que el pasado año, corriendo, de media, a menos de 5 minutos el kilómetro. Que no es ninguna hazaña. Pero que se disfruta, desde luego. ¡Esos cuestones! (Aquí, las clasificaciones).

Llegandillo a meta...

Reconozco que disfruté de la carrera. Disfruté de la vista y los barrancos, los olivares, la caída de agua del río al llegar a Lanjarón y los verdes valles, coronados por las nieves de la Sierra.

Y, sobre todo, tras haber hecho una subida más tranquila que otras veces, me di el lujo de hacer volar mis piernas y, cuesta abajo, no dejar que apenas nadie me adelantara, lo que, para un pésimo descensor como yo, constituye especial motivo de orgullo y satisfacción.

Pero permitidme que me detenga en un detalle tonto: la barba de tres días con la que me gusta salir a correr en competición. A los tres días, mi barba ya rasca. Cuando hago deporte, tiendo a sacar la lengua, un poquito, a pique de darme un calamonazo y seccionarme un trozo con las paletas. Y es que me gusta sentir la barba rasposa. Especialmente hoy, cuando pasamos por la Venta “El Buñuelo” y su generoso dueño nos ofreció, como todos los años, una limonada fresquita.

Otras veces, temiendo por mis tripas, siempre muy tiquismiquis, he pasado de la limonada. Este año, cogí un vaso y le pegué dos buenas y generosas tragantadas, manchándome todo el boquino, claro. Y la barbilla. Al principio, perdí el resuello y me asfixié un poco, pero después… ¡cómo volaba por ese asfalto, relamiéndome cada milímetro de barba, en busca de los restos de ese mágico elixir, con propiedades parecidas a la pócima de Astérix!

En fin. Que hemos hecho una buena carrera. Que nos ha gustado mucho volver a sentir las gratas sensaciones de participar en una competición y que el próximo domingo, en Granada, se celebra esa maravilla, esa joya de carrera que, dicen, es la Carrera de las Fuerzas Armadas, la de las Dos Colinas, que atraviesa todo lo más bonito de una ciudad tan majestuosa como la nuestra: Alhambra, Sacromonte, Albaycín, Centro Histórico… (Ver aquí los recorridos completos)

¡Tantas veces he dicho eso de “He vuelto” a las carreras que ya no sé si…! O, lo mismo, es que nunca nos terminamos de ir y, aunque esporádicamente, ahí tenemos el gusanillo, agazapado, esperando a salir…

Jesús trotón Lens.

¿Quién teme a la Semana Negra (feroz)?

Me he quedado impresionado. La Universidad de Oviedo ha pedido, judicialmente, medidas cautelares para evitar que, en el marco de Semana Negra, se celebren en sus instalaciones otras actividades diferentes a las puramente culturales.

A estas alturas, no tengo que explicaros lo que es Semana Negra. Llevo creo que 8 o 9 años contando lo que pasa en el Festival Multicultural más populoso de Europa, en el que lo mismo hay presentaciones de libros y tertulias librescas que exposiciones de fotoperiodismo, recitales de poesía, talleres de creación literaria, entregas de premios, consumo de cerveza, bocadillos de calamares, pinchitos morunos y conciertos de música.

¿Quién le pone el límite a lo que es y no es cultura? No sé. Para mí, tomar una cerveza mientras hablo con Petros Markaris sobre el rumbo de Europa, es bastante ilustrativo. Y compartir un costillar a la brasa con un escritor argentino, hablando del peronismo, Menotti, las Malvinas, la Patagonia, de sus novelas y de los emergentes cuentistas sudamericanos, resulta muy enriquecedor.

Ahora, sin embargo, parece que todo eso es subversivo, peligroso y desaconsejable.

¡Peligroooooooooooooo!

Al menos, para las autoridades académicas de Oviedo.

Se me hace extraño ser un potencial delincuente por compartir unos pepitos de lomo con amigos escritores, lectores, fotógrafos, dibujantes o aficionados a los soldaditos de plomo. Siempre he recomendado a mis amigos el ir a Semana Negra. Allí nunca había barreras entre los creadores y los consumidores de cultura. De hecho, de allí han surgido proyectos que nos han convertido, a los lectores y aficionados, en ilusionados y voluntariosos creadores. Además de dejarnos la pasta en los bares, claro.

Ahora, el modelo está en entredicho y Semana Negra corre el riesgo de desaparecer.

Ojalá que no. Porque el modelo debe seguir siendo el que es. Una Semana Negra sin olor a fritanga y a carne asada, una Semana Negra sin decenas de librerías compartiendo espacio con puestos de venta de camisetas, pósters o tallas africanas, discos, collares y pulseras… ¡no sería la Semana Negra!

Será que soy Géminis, pero siempre me ha gustado tener un libro en una mano y una birra en la otra. Son extremos que se complementan bien. Y yo no sería el mismo, para lo bueno y para lo malo, sin haber leído tantas revistas, periódicos y libros en la barra de los bares, en las mesas de los cafés, en las terrazas de los garitos más variopintos.

Lens, maleante y comilón, terrorista cultural

Lo sé. Puede dar hasta grima escuchar eso de “fiesta de la cultura” o “celebración de la palabra”. Puede sonar a falso, a impostado, a frase hecha y a populismo barato. Sólo que, si vas a Semana Negra, te darás cuenta no sólo de que dicho mestizaje es posible, sino también reivindicable, necesario e imprescindible.

Digámoslo alto y claro: ¡QUEREMOS LA SEMANA NEGRA!

Y la queremos en su integridad. La queremos como siempre: en vaqueros, con camiseta, despeinados, con ojeras y con los zapatos manchados de polvo y arena. La queremos con sus manchas de grasa y con el run rún de la feria, al que siempre termina sobreponiéndose la potente voz de los juglares, trovadores y poetas, en esas noches de poesía cuya magia no podemos permitir que se pierda, como lágrimas entre las gotas de la lluvia…

Paco Jurado, Petros Markaris y Jesús Lens. Con un café. ¿Cultura o katxondeo?

Jesús Forever Semanero Lens.