Frantz

Pocas veces, una película ha cosechado tantos, tan encendidos y unánimes elogios y aplausos. “Frantz”, de Françoise Ozon, está arrasando entre el público que, dos semanas después de su estreno, seguía abarrotando ese cine Madrigal al que tanto le debemos los cinéfilos del Granada.

Hace unos años, con “En la casa”, Ozon firmó una extraordinaria película que nos obligaba a reflexionar sobre la familia, la enseñanza y el poder de la imaginación y la fabulación.

En esta ocasión, el director plantea tantos temas y de una forma tan natural, sencilla y sin aspavientos, que apabulla. En el mejor sentido de la expresión. Situémonos en el tiempo y el espacio. Recién terminada la I Guerra Mundial, en un pueblo de Alemania, una muchacha acude todos los días a la tumba de su prometido, muerto en combate. De repente, un extranjero, un joven francés, empieza a hacer lo propio. ¿Quién es y por qué lleva flores a la tumba de un soldado enemigo?

A partir de ahí, todo lo que ustedes ya están imaginando, puede pasar. O puede que no. Porque la relación que se desarrolla entre los protagonistas tiene tantas dimensiones, es tan de ida y vuelta, que maravilla, sobrecoge y emociona.

Pero me quiero detener en la secuencia que transcurre en un café de Francia en el que entran unos veteranos de guerra y todos los parroquianos se levantan y empiezan a cantar la Marsellesa. Imposible no recordar, de forma automática, uno de los momentos álgidos de “Casablanca”. Y, sin embargo, es todo tan distinto… ¡Qué carga de profundidad, utilizando el metacine, la que lanza Ozon en una secuencia como esa!

“Frantz” es una película tumultuosa y tempestuosa en la que, sin embargo, todo es contención. Una película en la que hierven las pasiones, los recuerdos y el dolor; la necesidad de perdón y redención, el deseo de amar y de ser amado. Pero todo ello con una contención, insisto, que resulta conmocionante.

La base de todo ello, el prodigioso guion del propio François Ozon, en colaboración con el escritor Philippe Piazzo. Y, por supuesto, las interpretaciones de Paula Beer y Pierre Niney, en los papeles principales, y las de todos los secundarios.

Porque “Frantz” se sustenta en los diálogos y, sobre todo, en los silencios. En las miradas. En los gestos.

Vayan a ver “Frantz”. No le queda mucho tiempo en cartelera y tener la oportunidad de disfrutarla con otra mucha gente, no tiene precio.

Jesús Lens