El regalo de ser libres

Pocas ocasiones mejores que esta para confesar que una columna me ha sido dada por otra persona. Porque todo lo que van a leer ustedes, de aquí hasta el final, es de Lorenzo Silva, el conferenciante invitado a los Premios Literarios Jaén de CAJAGRANADA de este año y cuya disertación sobre el placer y las bondades de leer debería estar enmarcada.

-¡Pero qué estás contando!
-Que te he robado tu conferencia para este artículo, Lorenzo…

Así que procedo, con todo cariño y sin ninguna vergüenza, a robarle a uno de mis autores de cabecera parte de un discurso vibrante, emocionante y muy, muy sentido. Y es que Lorenzo Silva dispone de un amplio repertorio de razones por las que le parece no solo conveniente, sino necesario, leer libros en una época de cambios vertiginosos.

 

El escritor no quiere, eso sí, “contraponer la lectura a otras actividades, y menos compararlas o jerarquizarlas por su grado de importancia, cultural, personal, social o de cualquier otra índole. No soy quién para cometer esa intromisión en el dominio de las inclinaciones ajenas, y tampoco para tratar de anteponer mi arte al de otros”. Pero, de inmediato, el disfrute de leer: “desde el principio, desde que recuerdo y me recuerdo, el acto de la lectura fue de una rentabilidad y una gratificación inauditas… Los libros fueron la forma de viajar por un territorio infinito. El libro era un artefacto mágico que reventaba los límites de la realidad, en un ejercicio de liberación, insumisión y transgresión al que no me costó nada habituarme”.

Porque no es lo mismo la contemplación de paisajes, lugares e historias que facilitan Internet y el poderoso sector audiovisual que el ejercicio de creación que conlleva la lectura. Así, hablando de ciudades míticas, señala Silva: “yo no me he limitado a contemplarlas: las he creado, las he levantado piedra a piedra, edificio a edificio, templo a templo, con la sustancia recia e indestructible de la imaginación”.

Premiados y autoridades, en Jaén

Y, para terminar, Silva nos da un consejo cargado de pasión y poesía: “Déjense implicar en empresas grandiosas, o en los crímenes más ominosos; expónganse a que les hagan reír, fruncir el ceño, sobrecogerse, temblar con todo lo que puede convocar la palabra: la herramienta más sencilla y más difícil, más humilde y poderosa que jamás imaginaron los hombres para representar el mundo vasto y misterioso que los rodea. Permitan que las palabras los traspasen, los perturben, los alimenten, los constituyan”.

 

Jesús Lens