40 años… de VIAJAR

Yo también me sumé a la celebración del 40 aniversario, ayer. Caía la tarde y leía lo siguiente: “La revista celebra cuatro décadas de momentos felices con un precioso inventario de las 40 nuevas maravillas del mundo y con 40 sugerencias para vivir y disfrutar excelentes experiencias viajeras en algunos de los lugares más bellos de España”.

Y es que, además de la Constitución, la mítica revista Viajar también celebra estos días su 40 aniversario. Y me ha parecido una circunstancia a reseñar: para mí, uno de los mayores signos de democracia es poder entrar y salir de un país con absoluta libertad. Y de eso, los ciudadanos españoles vamos sobrados. Los de otros muchos países, por desgracia, en absoluto.

Charlaba hace unas semanas con Mariano López, director de la revista Viajar, y con Javier Reverte, en uno de los recesos del Festival Periplo del Puerto de la Cruz. De viajes, por supuesto. Ellos recordaban algunos de sus destinos más memorables y yo tomaba nota mental de los más fascinantes y envidiables.

Precisamente ese espíritu es el que preside el número especial de la revista Viajar: un repaso por 40 lugares míticos del universo viajero y 40 propuestas para disfrutar de la España de aquí y ahora. Ni que decir tiene que Granada aparece en ambos listados.

“La Alhambra de Granada. Además de la delicadeza y el refinamiento de sus palacios y jardines, el complejo nazarí trasciende como un símbolo de convivencia entre culturas, del encuentro entre Oriente y Occidente que una vez se dio en Andalucía”.

Las pirámides de Egipto, la Gran Muralla China, Machu Pichu, Petra, los Moáis de la Isla de Pascua, Tombuctú y La Alhambra. Tras ellas, otros 33 lugares de todo el mundo igualmente bellos, evocadores, simbólicos, especiales e imprescindibles.

A veces es importante que vengan de fuera a recordarnos lo mucho y bueno que somos y tenemos. Y esa doble página con nuestra Alhambra, en un número tan especial de Viajar, es un chute de autoestima.

Por su parte, las 40 propuestas activas para redescubrir España plantean “sentir una emoción única, ponerte a prueba, volar, saltar al vacío, visitar de noche o al amanecer paisajes y monumentos que son patrimonio universal. Ya no basta con conocer nuevos destinos, hay que saber disfrutarlos de una forma especial”. ¿Qué se les ocurre, para redescubrir Granada?

Jesús Lens

La nueva de los Coen

El pasado domingo, tras ejercer mi derecho al voto, decidí disfrutar de una película de estreno. La última de los hermanos Coen. Como se trata de un western, la vi en la sobremesa. En la sesión de las 15.47, exactamente. Y en versión original subtitulada.

Les confieso que me tumbé en la sala, cuan largo soy, y que nadie me llamó la atención. Además, tengo que agradecer al proyeccionista que, cuando hinqué el pico a eso de las 16.09, vencido por el sueño, interrumpiera el pase de la película para reanudarlo 20 minutos después, justo por donde me había quedado.

¿Han visto ustedes ya “La balada de Buster Scruggs”? Se trata de una de las mejores películas del año y, como les decía, está escrita, producida y dirigida por ese par de hermanos que, entre otros cientos de premios y galardones, atesoran Óscares, Globos de Oro, BAFTAs, Palmas de Oro y un etcétera más largo que las antiguas guías de teléfonos. De hecho, la más reciente película de los Coen tuvo una gran acogida en el pasado Festival de Venecia, antes de estrenarse el noviembre pasado.

¿Picados por la curiosidad? Pues no la busquen en la cartelera. No se les ocurra perder el tiempo yendo al cine. Solo se puede ver en televisión. En Netflix. ¿Se enteraron ustedes del estreno? Yo no. Y miren que suelo estar atento a los lanzamientos de la plataforma. Pero me despisté. Sin embargo, ¿quién es el guapo que no sabe del lanzamiento del “Narcos: México”, por ejemplo?

¿Lo mejor que hemos visto en mucho tiempo?

No sé qué me cansa más de las plataformas de streaming, si el tótum revolútum que es su parrilla o la tiranía del algoritmo. ¿Cómo se puede estrenar la última película de los Coen y darle el mismo tratamiento que a series infames y de medio pelo? ¿Por qué ponerla a la misma altura que otras infumables películas que no hay por dónde cogerlas?

Por no hablar de lo mucho que me hubiera gustado ver el segmento protagonizado por Tom Waits en una gran pantalla, por ejemplo. Sin embargo, y ahora que lo pienso, ¡llevo dos meses sin pisar una sala de cine! Pero ese es mi problema. ¿O no?

¡Qué contradictoria, la creciente sobreoferta televisiva del siglo XXI! ¡Qué parádojicos, los nuevos sistemas de distribución de películas! Tan cerca y, a la vez, tan lejos.

Jesús Lens

Vox era un Cisne Negro

El concepto lo acuñó Nassim Nicholas Taleb en un libro prodigioso, “El Cisne Negro”, subtitulado como “El impacto de lo altamente improbable”. El autor llama Cisne Negro a un suceso improbable y de muy fuerte impacto que, de forma imprevista, sorprende y conmociona a la sociedad, provocando a su alrededor un terremoto de trascendentales consecuencias y al que, inmediatamente después, todo el mundo le busca causas y explicaciones.

En general, la búsqueda de causas y explicaciones al Cisne Negro obvia la cuestión del azar y trata de encajar el hecho imprevisto en modelos preexistentes. Sobre todo, los analistas tratan de encajarlo en modelos adaptados a sus propias creencias, opiniones y sistemas de valores.

El ejemplo más invocado de qué es un Cisne Negro fue el atentado terrorista contra las Torres Gemelas, en clave negativa, o el arrollador éxito de Google y YouTube, en clave más positiva.

En Andalucía, VOX se ha convertido en nuestro particular Cisne Negro: por mucho que ahora salga gente hasta de debajo de los níscalos otoñales proclamando el célebre “yo ya lo sabía” o “yo ya lo advertí”; lo cierto es que los 12 parlamentarios del partido ultraderechista nos han pillado con el paso cambiado.

¿Ultraderechista? ¿Has escrito “ultraderechista”? Sí. O de extrema derecha, como ustedes prefieran. Porque el ideario de VOX es de corte racista y xenófobo; machista, homófobo y excluyente. Fascista.

No. Yo tampoco creo que, de la noche a la mañana, hayan aparecido 400.000 andaluces convertidos en filonazis. Es cierto. Mucha gente ha utilizado la papeleta de VOX como voto de castigo. Aquel “votar para sembrar el caos” escuchado de una chica joven y del que les hablaba hace unos días. Pero las intenciones o motivaciones de los votantes no empecen el hecho de que VOX representa al populismo de derechas más reaccionario.

¿Cómo enfrentarse a esta situación? Echarse a las calles al grito de “No pasarán”, menos de 24 horas después del celebradas unas elecciones limpias y sin mácula, me parece contraproducente y extemporáneo y, sinceramente, creo que da oxígeno a los votantes de VOX.

¡Por supuesto que me preocupa y me indigna la entrada de la ultraderecha en nuestro parlamento! Pero la respuesta más efectiva debería venir de las instituciones democráticas y los partidos políticos, de cuya responsabilidad y mesura en las negociaciones de los próximos días depende nuestro futuro.

Jesús Lens

¿Autocritiquéééééé?

—Venga, vamos a hacer autocrítica.

—Yo creo que hemos fallado en el color del auto. Debería haber sido más brillante y no tan mate.

—Muy bien. ¿Alguien más? ¿No? Estupendo. Muy ilustrativo y revelador. Gracias. Y ahora, una vez terminada la fase de severa autocrítica, pasemos a lo auténticamente importante: las consignas. Desde este momento, todos a repetir: “¡No pasarán! ¡No pasarán! ¡No pasarán!” Y, si os veis obligados a salir de ahí, las palabras claves son: antifascismo y extrema derecha, ¿estamos? Pues venga, todos al Facebook y a las calles. ¡No pasarán!

Disculpen la boutade, pero leo los análisis sobre la debacle electoral de la izquierda que están haciendo significativos miembros de sus respectivos aparatos y no salgo de mi asombro. Resulta inaudito. Ya eran impresentables el domingo por la noche, pero el lunes por la mañana siguen siendo terroríficamente ridículos y desnortados.

¿De qué asesores se ha rodeado Susana Díaz a lo largo de estos años? ¿Tan alejados están de la realidad de la calle? ¿Y los sagaces estrategas de Podemos? Lo mismo debían aparcar el visionado de “Juegos de tronos” durante un tiempo y volver la mirada a lo que pasa a su alrededor.

Decir que el fascismo ha llegado al Parlamento de Andalucía porque ha habido mucho abstencionismo es un insulto a la inteligencia de los electores. ¿Cuánto tiempo llevamos reclamando atención a la desafección de la gente por los grandes partidos?

Díaz no lo vio venir…

Por ejemplo, atentos a las trayectorias de los cuatro parlamentarios del PSOE elegidos en las urnas el pasado domingo: Teresa Jiménez ocupó su primer cargo en 1991… y hasta ahora: cerca de 30 años en el ajo. María José Sánchez empezó en 1997 y Gerardo Sánchez debutó allá por 1987. ¡1987! Antes de que tuviéramos móviles o internet, antes de la caída del Muro de Berlín; Gerardo ya estaba ahí.

Y nos queda Juan José Martín, la sangre joven del partido, la savia nueva. Nacido en 1982, su curriculum impresiona: tiene “estudios en Ciencias Químicas”, a estas alturas de su todavía corta vida ya acumula 8 años de “servicios públicos”… y punto.

Quizá, a la hora de la autocrítica, el PSOE podría empezar por ahí. Sin olvidar el cansinismo de la supuesta superioridad moral de la izquierda, su tendencia al reparto de carnés de pureza ideológica y su costumbre de purgar a cualquiera que se salga de la senda trazada.

Jesús Lens

Reflexiones e improperios

Mi jornada de reflexión arrancó entre nebulosas, que una doble velada de jazz y el Philadelphia-Wizards de la NBA me llevaron tarde a la cama y un violento sol mañanero me arrancó demasiado pronto del sueño reparador.

Bajé a la cafetería y uno de los parroquianos habituales desgranó, en 15 minutos, cuatro teorías conspiranoicas diferentes. Dos afectaban a la monarquía, aunque democráticamente repartidas: una a la emérita y otra a la corriente. La tercera tenía que ver con un músico y la cuarta defendía que en Andalucía no existe la democracia.

Otro de los parroquianos le pinchó al Teórico de la Conspiración:

—Y tú, ¿a quién vas a votar?

—¿Yo? ¡Qué p… voy yo a votar a nadie!

Qué maravillosa paradoja, denunciar la no existencia de la democracia y, a la vez, sacar pecho por pasar de las urnas.

—¿Por qué dices que no hay democracia, si mañana podemos ir a votar todos y, además, hará buen tiempo?

—¿Te lo enseño? ¿Te lo demuestro? ¡Abre el Facebook! ¡Abre el Facebook!

¡Xoder con el Facebook! Entonces surgió otra voz diferente, joven, desde la cocina.

—Hay que votar para provocar el caos.

No pude evitar acordarme del Joker de la saga del Caballero Oscuro. Votar para sembrar el caos. Y también recordé la conversación con un joven taxista, hace una semana, cuando salimos de ver The Hole y unas chicas cortaban el tráfico por Reyes Católicos tras una manifestación contra la violencia de género.

¡Los sapos y culebras que salían de aquella boca! Sin rubor alguno. Sin mesura ni contención. Sin conocernos de nada. Puro vómito. Amarga hiel.

Dura, la jornada de reflexión. Aproveché el sol para salir a correr con mi hermano por el monte, tratando de despejar la mente. Hablamos de baloncesto y western. Y conversamos largo y tendido sobre caminos, veredas, calzadas y senderos; un tema que me obsesiona en los últimos tiempos.

A la vuelta, seguí reflexionando. Y antes de caer frito en los brazos del sofá, lo vi claro: el peor escenario posible tras las elecciones de hoy sería el tan anunciado bloqueo a la hora de conformar gobierno. No me preocupa por la parálisis institucional: ya comprobamos hace unos meses, con el (des)gobierno central, que la cosa era llevadera. Me preocupa, sobre todo, por la aterradora posibilidad de una nueva campaña electoral en Andalucía.

Jesús Lens