La ciudad de las almas tristes

Yo creo que él ya no se acuerda, pero Javier Márquez Sánchez me envió hace ya años, tres, cuatro o cinco; el primer borrador de lo que hoy es ‘La ciudad de las almas tristes’, excelente y canónica novela negra protagonizada por periodistas.

La publica Almuzara y no solo me lo he pasado estupendamente leyéndola, sino que se la he recomendado vivamente a mis alumnos de práctica periodística de ESCO. De hecho, en clase pasamos un rato comentando el siguiente párrafo: “Ellos también estuvieron metidos en aquella dichosa investigación. A mí me alcanzó la mierda y tuve que largarme. Ellos se quedaron. Nunca llegué a saber si consiguieron no pringarse o lo evitaron, que aunque suena igual no es lo mismo ni de cojones”.

Les pongo en antecedentes: José Luis Ballesteros, periodista de raza, se tuvo que marchar de Sevilla tras desvelar una trama de corrupción de menores que acabó de la peor manera posible. Instalado en Madrid, demasiado joven para el periodismo clásico, pero demasiado chapado a la antigua para enarbolar la revolución digital, sobrevive como periodista de fortuna. O de encargo. Como el que le devuelve a Sevilla y le lleva a contactar con sus antiguos compañeros. Esos que no sabe si consiguieron salir a flote por evitar pringarse.

José Luis es un personajazo. Va de duro, cínico y descreído por la vida, como un Philip Marlowe del siglo XXI que ha cambiado la Costa Oeste de los Estados Unidos por las orillas del Guadalquivir. Conexión Sausalito-Triana. Pero en el fondo tiene su corazoncito. Y aunque haya renegado del periodismo, sigue siendo periodista por los cuatro costados. Periodista por instinto, convicción y devoción. A su manera, eso sí. De raza y por libre. Heterodoxo. Pasional.

“Si se ha inventado algo absurdo en este mundo, además de la cerveza con limón y la televisión 3D, es la carrera de periodismo. Para ser periodista hay que tener curiosidad, instinto de investigación y capacidad para narrar. Y desde luego ninguna de esas tres cosas las enseñaban en la carrera cuando yo estudio… El hambre por contar historias, como por las manitas de cerdo, se tiene o no se tiene. El periodismo fue y será un oficio. Lo de la filigrana universitaria es otro cantar”. Ahí está el Toque Márquez, metiéndole sorna y humor a frases que, sin ellos, quedarían demasiado sentenciosas.

En su vuelta a Sevilla José Luis recupera las calles, garitos y locales de su época y se pone al día con amigos, familiares, amantes y colegas de antaño. No es fácil, que dejó algunos cadáveres a su paso. La mayoría metafóricos, pero también alguno real. Un deambular, siempre, de lo más revelador e inspirador para el lector.

El protagonista de ‘La ciudad de las almas tristes’ se ve metido en un ‘embolao’ que afecta a las esferas más altas de la Junta de Andalucía. Hay sobresueldos, mordidas y enchufes. Negocios legales, alegales y paralegales en torno a, por ejemplo, un parque de atracciones con nombre de isla.

No recuerdo exactamente qué le dije a Javier sobre aquella lejana lectura del borrador de esta novela. Sé que le animé a darle otra vuelta y a publicarla sí o también, a pesar de ser polémica, que lo es. ¡O precisamente por eso! Y es que algunos políticos y sus corruptelas son (im)perfectamente reconocibles. Y algunas políticas, también.

Resultará incómoda para el poder establecido. Pero eso es lo bueno, lo necesario de la novela negra en la que creo: alumbra esos rincones oscuros que, los de arriba, tratan de que sigan en penumbra. Y sin barrer.

(Más novelas que he leído y comentado de Javier Márquez Sánchez: La fiesta de Orfeo, Letal como un solo de Charlie Parker, Afilado como un blues a medianoche,

Jesús Lens

Vuelo a Japón en clase Noir

Hideo Yokoyama está convencido de que escribir sobre individuos es escribir sobre la sociedad. Por eso, su ‘Seis cuatro’ —que no 64— es una minuciosa descripción de una parte concreta, pero muy representativa, de la sociedad japonesa: la policía, con sus lealtades y traiciones, sus luchas de poder, sus grandezas y sus miserias a cuestas.

Vaya por delante que estamos ante una lectura exigente. Exigente por lo tocho que es ‘Seis cuatro’, publicada hace unos meses por Salamandra, una de mis editoriales de referencia por cuanto al mejor noir internacional. Son 650 páginas bien aprovechadas.

Exigente, también, por el detalle con que se describen las relaciones entre la prensa y la policía, que el protagonista es un veterano oficial del cuerpo encargado de las relaciones con los periodistas. Una relación nada fácil. Una relación que está a punto de romperse muchas veces. Una relación complicada, como en los estados de Facebook.

En la novela se investiga un secuestro con asesinato a punto de prescribir y al que, por diferentes razones, se trata de dar un impulso. A la vez, un accidente de tráfico mantiene en vilo a la prensa, que exige conocer el nombre de la persona que, al volante, atropelló a un pobre anciano. La Policía es remisa a hacerlo público. Y comienzan los problemas. ¿Qué pesa más, el derecho a la información o el derecho a la intimidad y la protección de datos? Un debate abierto en Japón… y en todo el mundo.

650 páginas dan para varias tramas y subtramas. La pugna entre la transparencia a ultranza y el bloqueo informativo es una de ellas. Porque la policía necesita a la prensa en muchas ocasiones. Y la prensa depende de las fuentes policiales para alimentar sus páginas de Sucesos y Tribunales y mantener informados a lectores, oyentes y espectadores. ¿Relación de conveniencia o parasitaria? Habría que preguntarles a unos y a otros. Sobre todo, cuando se marchan por la noche juntos al karaoke.

El protagonista carga, además, con un gran peso a sus espaldas: su hija adolescente se ha fugado de casa. Aquejada de dismorfofobia, trastorno dismórfico corporal; no soporta su aspecto físico. Odia su imagen y culpa de ello a su padre. Porque él, bonico, lo que se dice bonico; no es.

La imagen y su reflejo, la aceptación de nosotros mismos; desempeñan un papel igualmente importante en la narración. La aceptación y la superación de las tragedias personales a las que más pronto o más tarde nos tenemos que enfrentar, sí o también.

Otra cuestión de imagen: la de la sacrosanta organización a la que pertenece el individuo, siempre superior y más importante que cualquier persona o cargo. La institución por encima de (casi) cualquier cosa y al precio que sea. Incluida la verdad.

Si van a leer ‘Seis cuatro’, dense tiempo y tómense la lectura con calma. Entréguense a los personajes, pero no esperen adrenalina a raudales, persecuciones electrizantes ni sangrientas matanzas entre los miembros de la yakuza. Es todo más sutil y primoroso. Más delicado. Más complicado, también.

No estamos en Tokio, una de esas megalópolis abiertas las 24 horas del día. Estamos en una ignota prefectura de una zona montañosa, muy parecida al lugar donde vive el autor. Hideo Yokoyama, que fuera periodista de sucesos en su juventud, es un autor tan meticuloso que ‘Seis cuatro’ le llevó más de diez años de denodada escritura, le costó un infarto y le hizo romper varios borradores. Un best seller que en Japón vendió un millón de ejemplares en la primera semana de publicación y que, por fin, podemos disfrutar en España.

Jesús Lens

Somos adictos al crimen… literario

Con ocasión de la Semana Santa me concedí una tregua lectora y aparqué el noir durante unos días. Me entregué a la ciencia ficción, el otro género que más disfruto de un tiempo a esta parte. Leí seguidas ‘La vieja guardia’, de John Scalzi; que me encantó y ‘Proletkult’, del colectivo italiano Wu Ming. Llevaba tiempo queriendo leer algo de ellos, pero me ha parecido, si no panfletaria, sí demasiado discursiva.

También disfruté de ‘Rodaje’, una novela sobre cine del director Manuel Gutiérrez Aragón que transcurre en un intenso puñado de horas, entre cafés, bares, salas de cine… y comisarías de policía. Son los estertores del franquismo, Berlanga rueda ‘El verdugo’ y un joven guionista trata de terminar su primer libreto. Muy buena. No se la pierdan. ¡Y también cayó el ‘Gordo de feria’ de Esther García Llovet, una de las escritoras más inclasificables de nuestro país! Su estilo propio, marca de fábrica, la hace inconfundible.

Antes de este interludio había terminado ’64’, de Hideo Yokoyama; y ‘Salamandra’, la extraordinaria vuelta al policial de nuestro paisano José Abad. De ambas escribiré largo y tendido próximamente, pero hoy quiero comentarles los títulos previstos para los próximos meses en el club de lectura Adictos al crimen, impulsado por Penguin Random House y la librería Picasso, por si les apetece apuntarse.

Tras una larga e ilustrativa conversación con Claudia Piñeiro, que se conectó desde Buenos Aires para hablar sobre ‘Catedrales’, una perturbadora novela que nos ha dejado sin aliento; este mes cambiamos de tercio y leemos a Nagore Suárez y ‘La música de los huesos’.  Se trata de una novela negra muy millenial en la que la mensajería instantánea, los festivales de música y las nuevas tendencias tienen mucho protagonismo. Con decirles que uno de los personajes bebe kombucha, el fermentado de té que tan de moda está…

Seguiremos con ‘1794’, la esperadísima continuación de ‘1793’, del escritor nórdico Niklas Natt och Dag. Novela a caballo entre lo negro-policial y lo histórico, perfectos engranajes espacio temporales que te transportan, literal y literariamente hablando, a la ciudad de Estocolmo que, a finales del XVIII, se debatía entre una estructura casi feudal y los aires de cambio provocados por la Revolución Francesa.

Hace unos meses decíamos que la ciudad de Estocolmo huele en estas novelas. Huele el cieno de sus canales. Huele el sudor de los trabajadores. Huelen los restos de vino acumulados en la barra de los garitos más infectos.

Así describíamos a los protagonistas, a quienes queremos seguir acompañando en sus investigaciones: la dialéctica entre la razón y la fuerza, entre el rigor científico y la contundencia de los puños desnudos, entre la deducción y la implosión; está perfectamente representada por la dupla protagonista: el tísico y delicado Winge y el bruto de Cardell. Como en tantas novelas y películas antes, el recurso de la pareja de socios a la fuerza funciona a las mil maravillas. Resultan tan distintos como complementarios. Guantes de seda y puños de acero para abrirse paso en una sociedad compleja e igualmente contradictoria, cargada de prejuicios y que, aferrada a la tradición, se resiste a cambiar.

Ojo a la nueva edición de un clásico del noir contemporáneo: ‘Mystic River’, de Dennis Lehane. Será la siguiente en la lista y nos permitirá hacer ese juego que tanto nos gusta: comentar la novela y, de seguido, su adaptación cinematográfica, dirigida nada menos que por Clint Eastwood y atesoradora de dos Óscar y seis nominaciones. Se trata de un ejercicio de lo más estimulante. Y ya en julio, antes del parón del verano, le llegará en turno a ‘Madame B’, de Sandrine Destombes. ¿Nos acompañan?

Jesús Lens

Díaz Yanes, revolucionario del cine negro español

Hablemos de la dimensión como guionista del cineasta Agustín Díaz Yanes, III Premio Granada Noir por toda su carrera y que sigue en el tajo, dándole a la tecla, como me contaba hace unos días.

El primer guion en que Díaz Yanes apareció acreditado es ‘Barrios altos’, un libreto que escribió para Charo López y que acabó protagonizando Victoria Abril, primera ‘colaboración’ de una de las grandes parejas creativas de la historia del cine español. Por los azares del destino propios de la industria, el guion fue adquirido por un productor al que gustó la idea de partida. Para su adaptación y modificación contrató a la guionista Lola Salvador, que insistió en que Díaz Yanes apareciera en los créditos finales.

Un detalle a tener en cuenta es que aquel guion ya incluía dos de las claves esenciales del cine de Díaz Yanes: la importancia de las mujeres protagonistas y el policíaco como género. “Trabajaba con ideas propias y originales. Desde siempre me ha gustado mucho el thriller, pero había poco en el cine español y era rarito. Me costó que lo vieran en su momento”, me cuenta un cineasta que fue el gran revolucionario, el auténtico transformador del cine negro español.

Su siguiente trabajo fue ‘Baton Rouge’, otro noir de manual, en este caso inspirado en ‘Fuego en el cuerpo’, película inspirada a su vez en un gran clásico del género negro norteamericano como es ‘Perdición’. El proceso creativo de esta película, cuyo guion fue escrito a cuatro manos por el propio director de la cinta, Billy Wilder y el mítico novelista Raymond Chandler; ha generado ríos de tinta y sirve como perfecto ejemplo para entender las similitudes y diferencias entre el relato, la novela y los guiones. De hecho, el libreto de ‘Perdición’ se basaba en una novela de James M. Cain, ‘Pacto de sangre’, que había comenzado como reportaje periodístico por entregas.

Rafael Moleón dirigió ‘Baton Rouge’ en 1988. En el elenco artístico, Carmen Maura, Antonio Banderas y, de nuevo, Victoria Abril. La película funcionó bien en taquilla y el guion de Díaz Yanes y el propio Moleón fue nominado al Goya.

‘A solas contigo’ fue el siguiente thriller de Díaz Yanes, escrito con Eduardo Calvo y Manolo Matji. Dirigida por Eduardo Campoy, la película contó con Victoria Abril, Imanol Arias y Juan Echanove en los papeles principales. De nuevo un personaje femenino poderoso y una trama de espionaje, tema poco transitado por nuestro cine. Como resultado: una nueva nominación del guion a los Goya de 1991.

A continuación, ‘Demasiado corazón’, que incorpora la voz en off como recurso estilístico, algo poco habitual en el cine español. La película, igualmente dirigida por Eduardo Campoy, contaba con Victoria Abril… por partida doble, dado que interpreta a dos hermanas gemelas. Un nuevo hito en esa cruzada por adaptar el cine de género norteamericano al patrio.

Y es que el cine español se caracterizó durante demasiado tiempo por producir dramas de contenido social de carácter más o menos panfletario o reivindicativo. Díaz Yanes trabajó denodadamente por escribir películas policiacas, abriendo el camino a una posterior generación de cineastas que se volcaron en el género negro con sabor local, integrando el realismo y las denuncias de algunas de las lacras del momento en sus tramas o apostando por el thriller de acción puro y duro.

Entonces llegó ‘Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto’. A petición de Victoria Abril, además de escribirla, Díaz Yanes se puso tras las cámaras y filmó una de las obras cumbre del cine negro español, iniciando una brillante carrera como director. Pero esa es ya otra historia.

Jesús Lens

Espejito, espejito malagueño

Les confieso que, cuando me llega el salvoconducto para salir de Granada e ir a ciudades como Barcelona o Málaga a trabajar, tengo tentaciones de imprimirlo y, allá donde me han contratado para hablar de cine, música y género negro, pedir que me lo firmen. Que me lo firmen en plan fan. Que me lo firmen como objeto de colección. Que me lo firmen los Carlos Zanón o Marta Robles que organizan las charlas. Que me lo firmen los compañeros con los que comparto escenario. Que me lo firmen como me firman sus libros y sus discos mis escritores y músicos favoritos. Que me lo firmen con una dedicatoria.

Con Fernando Marías y Marta Robles, en La Malagueta

Luego recuerdo que soy un señor mayor de cincuenta años y se me pasan esas veleidades. Tampoco quiero que me tomen por loco. Pero no me digan que, como fetiche, no tendría su gracia.

Málaga. Hacía tiempo que no la pisaba, claro. Hubo una época en que iba a Málaga para ir al cine. Cogía el autobús a primera hora, pasaba por alguno de sus museos por la mañana, comía temprano y me metía en el Albéniz a ver un par de películas en VOS antes de volver a Granada por la noche.

Málaga, la Blancanieves cultural a la que Granada envidia como la Madrastra del cuento, harta de mirarse en el espejo de la Alhambra, convencida de ser la más guapa, la más bonita, la más hermosa… y en la que mejor se tapea.

Fui a Málaga el pasado martes en viaje relámpago, como les decía, a participar en los encuentros de Ruedo Ibérico, un ciclo de conferencias que propiciará más de 20 actividades culturales entre marzo y abril en el nuevo Centro Cultural La Malagueta, impulsado por la Diputación malacitana y situado en los bajos de la Plaza de Toros que, además, cuenta con una sensacional sala de exposiciones. Una inversión de varios millones de euros para darle contenido cultural estable a un espacio tan céntrico y reconocible .

Sala de Exposiciones en La Malagueta

En Granada, allá por 2017, se presentó un proyecto llamado Cultura en la Arena. ¿Han oído hablar de él? Básicamente estaba orientado a organizar visitas turísticas a la Monumental de Frascuelo y conciertos en el coso taurino. El último post de su página de Facebook data de enero de 2018, su web tiene pinta de haber sido hackeada y en el teléfono de contacto no pueden aportar información alguna al no corresponder ya a la concesionaria. ¡Espejito, espejito!

Jesús Lens