Sabroseando con Padura en Granada

Hoy es un día grande: vuelve el escritor Leonardo Padura a Granada y, esta tarde, tendré la oportunidad de conversar con él en la librería Picasso. Espero, estoy convencido, de que será un diálogo largo, profundo y productivo por cuenta de su novela más reciente, ‘Personas decentes’, publicada por Tusquets en la imprescindible Serie Mario Conde.

Mario Conde. Hay justicia poética, ahí. Hasta hace unos años, las presentaciones ‘españolas’ de las novelas protagonizadas por este ex policía de La Habana reconvertido en librero de lance, comenzaban con un chascarrillo explicativo e identitario que defendía al Mario Conde bueno, el personaje literario, por encima del exbanquero, epítome de aquella ‘beautiful people’ o, también, cultura del pelotazo. Hoy, el Mario Conde más auténtico, vivo y reconocible es el de Leonardo Padura. Como debe ser. 

En ‘Personas decentes’, Padura nos cuenta una doble historia trenzada entre el presente y el pasado de Cuba. En el presente, todo está a punto de cambiar. En el pasado, de acabar. El presente, aunque se nos haya quedado algo atrás, se centra en aquella revolucionaria visita de Obama y The Rolling Stones a la isla. Aires de cambio, insisto. 

“Obama en Cuba, La Habana hierve. Ejércitos de periodistas, empresarios, turistas, curiosos. Entusiastas, optimistas, nihilistas. Ofendidos y esperanzados”, escribe Padura. “Se percibía como un aura benéfica que se palpaba en el aire. Tal vez un estado de júbilo, de esperanzas, un ambiente de cambios o al menos de deseos de cambios, una necesidad de volver a tener la posibilidad de soñar, luego de tantos desvelos”. 

El pasado, por su parte, se nos cuenta apocalíptico y milenarista. “El cometa Halley se acercaba a nosotros, y la zozobra crecía. El fin de año 1909 también se aproximaba, y la locura crecía. Nada parecía importante, nada se tomaba en serio, nadie planificaba su vida a plazos largos. La ciudad enloquecía, se divertía, se pervertía. El delirio seguía en marcha ascendente”.

El nexo común entre las dos épocas: los crímenes. Los asesinatos. La violencia. En el presente, el muerto es un anciano que desempeñó un siniestro papel a la hora de aplicar la censura en las artes y las letras cubanas en los años posteriores a la revolución. 

Reynaldo Quevedo aparece emasculado y con varios dedos seccionados. Un Quevedo que “se dedicó por años a destruir vidas y proyectos, a envenenar la tierra de la creación arrojándole sal, a quemar herejes en sus hogueras políticas, mientras empujaba una poesía, un teatro, unas artes plásticas de emergencia, casi siempre oportunistas y lamentables, pretendida o presuntamente proletarias, que se aupaban como el arte revolucionario de la Revolución, en y para la Revolución. Como lo pedían los discursos, como lo estipulaban los documentos, como lo reclamaba la filosofía en práctica”. 

En el pasado, la fallecida es una prostituta que aparece triturada dentro de un saco. ¿Quiénes y por qué mataron a Quevedo y a Margó? Mario Conde investiga el aquí y el ahora, en tercera persona, con toda su carga de ácida socarronería. A la vez, un joven y ambicioso policía, Arturo Saborit, narra en primera persona las pesquisas conducentes a la identificación y detención del Carnicero en unos años en que La Habana aspiraba a ser la Niza del Caribe. 

Pero ninguna de las dos investigaciones será fácil. Porque aparecerán más cadáveres e hilos de los que tirar y la realidad, con toda su crudeza y contradicciones, hará de las suyas en las vidas de los protagonistas. 

¡Qué ganas de sabrosear sobre todo esto y más con Padura esta tarde en Picasso, a partir de las siete! Ya saben: el crimen sería perdérselo…

Jesús Lens

Je t’aime, Lemaitre

Este año está siendo radicalmente ‘lemaitriano’. Desde que supimos que venía de gira por Andalucía, estoy más excitado por su visita que si se tratara del mismísimo Tom Waits. Comencé por devorar, con ansia y delectación, ‘El ancho mundo’ y estos días navego febrilmente por la segunda entrega de su tetralogía, amparada bajo la denominación de ‘Los años gloriosos’. 

Con estas cuatro novelas, Lemaitre está haciendo todo un viaje en el tiempo por la segunda mitad del siglo XX, un repaso a los años de posguerra en Francia. Arranca en 1948 y la acción transcurre entre Beirut, París e Indochina. Su propósito: llegar hasta 1989, el año de la caída del muro de Berlín, tan simbólico. Un final de siglo anticipado que abrió otra era diferente, más globalizada y multipolar. 

En el club de lectura ‘Uno de los nuestros’ estamos entusiasmados con ‘El ancho mundo’. El pasado sábado, Librería Picasso, en el marco del festival Gravite patrocinado por CaixaBank, nos juntamos más de 30 personas para hablar de las aventuras y desventuras de la familia Pelletier y contamos con una introducción de lujo realizada por Margarita Buet, presidenta de la Alianza Francesa de Granada.

Gracias a Margarita nos enteramos de que esta tetralogía hace un homenaje a diferentes géneros en cada libro. ‘El ancho mundo’, a la novela clásica de aventuras. ‘El silencio y la cólera’, recién publicado en España por la editorial Salamandra; a la literatura social. Y los dos siguientes, a John Le Carré y, por fin, a la novela negra clásica.

¡Ay, Lemaitre y el noir! Margarita Buet nos recordó a su inspector Verhoeven, por supuesto. Y me acordé de los ríos de tinta derramados cuando dijo que no escribiría más novelas negras. Sobre todo porque sigue habiendo mucho de negro en sus narraciones. Ya lo decía entonces, que su relación con los asuntos criminales no ha terminado: no haría más novelas con policías e investigadores, pero seguiría habiendo muertes violentas y corrupción a raudales. ¡La vida misma!

En ‘El ancho mundo’ hay un momento conmocionante que deja turulato al lector. En este caso, un periodista seguirá ese asunto, echándole el aliento en el cogote a un juez bastante ineficiente. E ineficaz. Y hay una trama de corrupción financiera tan bien urdida que deja chicos a los mismísimos Papeles de Panamá. ¡Y hasta un guiño gatuno a Simenon! Puro Lemaitre. No olvidemos que después de decir que no escribiría más novela criminal canónica, se marcó su excepcional ‘Diccionario apasionado de la novela negra’, obra de consulta imprescindible. 

‘El ancho mundo’ está protagonizado por la familia Pelletier, el padre y la madre y, sobre todo, sus cuatro hijos. Viven todos en Beirut, pero no tardarán en repartirse por el mundo. Etienne se marcha a Indochina mientras que François, Jean y su increíble mujer, Geneviève; se instalan en París para buscarse la vida. Helene, la más joven, se debate entre si quedarse en Líbano con sus padres o emigrar ella también.

Con estos mimbres, Lemaitre traza un abigarrado fresco de la Francia de posguerra y una poderosa reflexión sobre el colonialismo. Y efectivamente hay notables dosis de aventuras y aventureros, incluyendo a los miembros de Legión Extranjera.

En ‘El silencio y la cólera’, además de seguir una trama negro-criminal, Lemaitre se aleja de Graham Greene para acercarse a Balzac y Zola. Realismo social con todo el sentido, la pasión y la emoción. ¡Y la Francia de provincias, ojo, que tiene mucho protagonismo! Un novelista mayúsculo y sobresaliente en estado de gracia. Por todo ello, este 2024 tan intenso, lo grito todo a pulmón: Je t’aime,  Lemaitre!

Jesús Lens

La vuelta de la Petra Delicado más noir

Esto no suelo hacerlo, pero estoy tan entusiasmado con el arranque de ‘La mujer fugitiva’, la novela más reciente de Alicia Giménez Bartlett, que aquí me tienen hablando de ella cuando apenas llevo leídas 75 de sus más de 400 páginas. 

Tengo debilidad por Alicia Giménez Bartlett, lo confieso. Me encanta y la adoro. Y la misma pasión la siento por Petra Delicado, su personaje de cabecera, esa inspectora de la Policía Nacional que nos viene acompañando desde 1996, cuando ‘debutó’ en ‘Ritos de muerte’.

Estoy entusiasmado porque Petra vuelve a investigar por primera vez en los últimos seis años, que ‘Mi querido asesino en serie’ data de 2017. Es cierto que en 2020, aquel año tan extraño, pudimos leer ‘Sin muertos’, pero como su título ya nos hacía presagiar, no había investigación alguna. Fue una novela introspectiva y reflexiva en la que uno de los personajes canónicos del noir español del último cuatro de siglo repasaba toda su biografía, lo que nos permitió conocerla mucho mejor, incluyendo sus matrimonios rotos. Pero investigar, lo que se dice investigar… 

‘La mujer fugitiva’ comienza así. “Era un primer interrogatorio un tanto dificultoso. El tipo no paraba de llorar. Llevamos a término todos los protocolos aconsejados ante los excesos emocionales: le rogué que se serenara utilizando mi voz más dulce. Le alargué un pañuelo desechable. Garzón le ofreció café. Incluso le insinuamos que, haciendo una excepción, podía encender un cigarrillo aun estando en comisaría. No fumaba, no quiso café y llevaba su propio paquete de pañuelitos. Lo único a lo que parecía dispuesto era a seguir llorando con desconsuelo”. 

Me encanta ese arranque porque desde la primera mayúscula disfrutamos del inconfundible ‘estilo Delicado’ que Giménez Bartlett practica en su saga más famosa: uso de una personalísima primera persona, siempre con voz propia, y humor a raudales. Una lucidez que, pasada por el filtro de la ironía, hace que el lector simpatice con la protagonista desde el primer momento. Siempre que tenga sentido. Del humor. El lector. Y una cierta capacidad analítica, alejado de modas, consignas y tendencias. 

Poco les puedo contar de la trama. El muerto es el cocinero de un food truck, una de esas furgonetas convertidas en restaurante nómada. Dos cuchilladas en el pecho y listo, Calixto. El interrogado que abre la novela es su socio en el negocio cocineril y sin embargo amigo. Aunque el concepto de ‘amigo’ habría que replantearlo. 

Petra y Fermín, el subinspector Garzón, están como siempre: a la gresca. Dialéctica, por supuesto. 

“—¿Le sería posible dejar de criticarme cinco minutos?

—Perdóneme. Estoy de mal humor”. 

Y es que, aunque llevan trabajando juntos toda una vida y comparten cañas y tapas en La Jarra de Oro, se siguen hablando de usted. 

En los primeros pasos de la investigación, Petra y Fermín se encuentran con testigos muy gallitos, pero la inspectora los lidia con calma y tranquilidad, para escándalo de su compañero. “Tranquilo, Fermín. No pasa nada. La gente anda muy cabreada. Durante la pandemia les han dado órdenes oficiales que muchas veces eran contradictorias… representamos una autoridad y los ciudadanos han dejado de confiar en la autoridad, sea la que sea”. 

Hay más conversaciones así. Por ejemplo, con un forense joven, tan científico y profesional como frío y desapasionado. Tiene toda la pinta de que estamos ante una novela generacional en la que el trasfondo social va a tener gran importancia en la trama. Que el muerto cocinara en un food truck y no en un restaurante al uso ya nos da pistas. ¡Les dejo, que Petra me tiene abducido y quiero seguir leyendo! 

Jesús Lens

Dennis Lehane noquea con su ‘Golpe de gracia’

Se me hace extraño, tan a principios de año, haber leído ya el que tiene todas las papeletas para ser El Libro de 2024. Es como si en el sorteo de la lotería de Navidad, las niñas de San Ildefonso cantaran el Gordo a las 9.05 am.

Y es que Dennis Lehane ha vuelto. Y lo ha hecho a lo grande. ‘Golpe de gracia’, publicada por la editorial Salamandra, conecta con las dos grandes obras maestras del autor: la monumental ‘Cualquier otro día’ y la icónica ‘Mystic River’. ¡Ahí es nada!

Estos días me he convertido en un peligro social: me cruzo con alguien, nos saludamos y, a nada que haya una mínima complicidad lectora, le asalto sin conmiseración: “¿has leído ‘Golpe de gracia’? Pues ya tardas. Lehane ha vuelto a ‘Mystic River’. A su ambiente. A sus personajes. A su estética. A su atmósfera”.

No. No es una continuación, una secuela, un spin off ni nada por el estilo. ‘Golpe de gracia’ es una novela radicalmente independiente que transcurre en la tensa ciudad de Boston durante el verano de 1974. La ciudad está a punto de inflamarse en llamas: un juez ha dictaminado que el alumnado de los barrios negros tiene que ir a institutos de los barrios blancos. Y viceversa. Barrios como Southie, pobre y depauperado, con sus viviendas sociales, escasas dotaciones y vecinos conflictivos. Y eso sí que no. Serán pobres, pero al menos son blancos. Dicen. Orgullo de raza, manifiestan.  

No es fácil vivir en Southie, donde “quedarse en casa significa oler la comida de los vecinos a través de las paredes, oír sus peleas, sus folleteos, sus cisternas, lo que escuchan en sus radios y tocadiscos, lo que ven en la televisión. A veces jurarías que puedes olerlos: su olor corporal, su aliento a cigarrillo, el hedor de sus pies hinchados”. Por eso, la vida se hace en las calles. Y las calles son duras. La mafia irlandesa, y tal. Las drogas. Y las peleas. “O eres de los que se quedan a luchar o de los que corren a esconderse, y a los que se esconden siempre acaban encontrándolos”. 

Un barrio de gente dura. Como Kenny Fennessy. “Si te metías con él más te valía llevar contigo a tres colegas, porque no paraba de pelear hasta que intervenía un forense”. Así se las gastan en Southie y así lo cuenta Lehane. 

La protagonista de ‘Golpe de gracia’ es Mary Pat, una mujer dura y aguerrida que perdió a un hijo en la guerra de Vietnam. Pero le queda una hija, Jules. “Es alta y atlética, con el pelo largo y liso, y rojo como una manzana. Todo en ella es suave y femenino, y sabe que le romperán el corazón igual que un minero sabe que tarde o temprano le diagnosticarán pulmón negro”. Una noche, Jules sale de casa. A la mañana siguiente, aún no ha vuelto. Mary Pat se preocupa lo justo. Se habrá quedado a dormir en casa de una amiga. Hace unas llamadas.

A la vez, una noticia que nada tiene que ver: un joven negro ha muerto en una estación, arrollado por un tren. Se inicia una investigación. La tensión crece. El ambiente se caldea. Hace calor, los nervios están a flor de piel. Se preparan manifestaciones para el comienzo de curso, que se prevé movido.

Lo dejo aquí. De momento. Que Volveré a leer ‘Golpe de gracia’. Es una descomunal obra maestra en la que la brutal y lírica prosa negra Dennis Lehane refulge como el sol… en mitad de un eclipse.

Jesús Lens

Cómics noir para quedar como un Rey

Tenía muchas ganas de felicitarles el año nuevo haciendo un repaso por algunas de las novelas negras y policíacas más esperadas para 2024, que tenemos novedades apasionantes. Por ejemplo, Dennis Lehane: he tenido la suerte de leer ya ‘Golpe de gracia’ y les puedo avanzar que está a la altura de ‘Mystic River’. También Eduardo Mendoza y Alicia Giménez Bartlett, que regresa con una nueva entrega de Petra Delicado. 

Pero como es 3 de enero y lo mismo navega usted en un mar de dudas y zozobras sobre qué regalar a ese amigo suyo tan aficionado al noir y que, además lee cómics, aquí van tres recomendaciones que le harán quedar como el mismísimo Baltasar, nuestro Rey Mago favorito. 

Empecemos por ‘Al Capone’, el biopic del gángster por excelencia que acaba de publicar Norma Editorial y que es una auténtica pasada. De Capone podría uno pensar que lo sabe todo, después de ver tantas películas y leer tantas novelas. Pero no. Cuando te sumerges en la magna obra de S. Meralli y PF Radice te das cuenta de que te quedaba mucho por conocer, desde sus inicios en Nueva York al atentado que le dejó marcada la cara y cuyas cicatrices conllevaron el mítico apodo de Scarface, Cara Cortada. 

La Ley Seca, el ascenso al poder de Capone y, después, su decadencia. Todo ello contado en un diálogo ¿ficticio? con su madre, ante la que trata de justificarse. Y es que no era fácil ser italiano de los Estados Unidos de hace un siglo. Ni ser irlandés. De hecho, no era fácil ser. Y punto. Capone fue un tipo violento y aguerrido al que no le tembló el pulso a la hora de… ustedes ya saben. O no. Lean, lean ‘Al Capone’ para profundizar en la figura de un tipo ‘bigger than life’ a través de una narración muy visual que, además de en los personajes, se fija en el paisaje urbano de las grandes metrópolis norteamericanas, Chicago sobre todo. 

Aprovechen también para regalar ‘El bar de Joe’, la magna recopilación que ha hecho Salamandra Graphics de las historias más ‘etílicas’ de José Muñoz y Carlos Sampayo. El garito regentado por Joe era el favorito de un personaje totémico del cómic más negro y criminal, el muy existencialista Alack Sinner, protagonista de su propio álbum integral, igualmente publicado por Salamandra Graphics e igualmente esencial. Y como era un establecimiento con tanta personalidad, en el que pasaban tantas cosas y por el que pasaban tantos personajes, Muñoz y Sampayo le dedicaron diferentes historias, más o menos cortas, pero siempre intensas y cargadas de amistad y traición; amor y muerte.

El agresivo blanco y negro de Muñoz, al que tuvimos hace unos años en Granada Noir, representa un mundo onírico y noctámbulo en el que se dan la mano los personajes más improbables, marginales y atractivos que imaginarse pueda. 

Y de la misma editorial, que todo lo que publica es una selecta exquisitez, máxima atención a ‘Dispararon al pianista’, subtitulado como ‘Una novela gráfica de Fernando Trueba y Javier Mariscal’, ahí es nada. Se trata de la adaptación a cómic de la homónima y animada película del binomio Trueba-Mariscal, padres de ‘Chico & Rita’.

En clave de thriller, cuenta la investigación que emprende un periodista musical norteamericano para encontrar el rastro de un misterioso pianista brasileño de bossa nova: Francisco Tenorio Jr. ¿Le suena? A mí tampoco. Hasta ahora.

No les avanzo nada más de la historia. Sólo les recomiendo que se hagan con el álbum, monumental, publicado en tamaño XXL, para espectacular lucimiento del talento de Mariscal.

Jesús Lens