Una cata venenosa y kafkiana

Al final no salió nadie con los pies por delante. Creo. Al menos, cuando abandonamos La Taberna de Kafka, todo el mundo respiraba. Y eso que, al principio de la cata, David avisó que en una de las copas que íbamos a probar había veneno. ¿O sería en alguna de las tapas acompañantes?

Cuando David toca la gong, se hace un silencio en el interior de la taberna que ni las Supertacañonas cuando gritaban “¡Campana y se acabó!”. Un silencio entre lo respetuoso y lo expectante. Un silencio ansioso. Por aprender, descubrir… y pasarlo bien. Era mi primera vez en una de las catas temáticas de los jueves que organiza La Taberna de Kafka. Mi Cuate Pepe y Carolina llevaban tiempo insistiendo en que no debía perdérmelas. ¡Y qué razón tenían!

Al llegar, a eso de las 20.30, el público se dividía en dos: los iniciados y los novatos. Los iniciados se reconocen entre ellos. Son habituales y muestran la seguridad de quienes juegan en casa. Como los miembros de una cofradía. Los nuevos estamos más cortados y timoratos. 

—¿Es tu primera vez?

—Sí. ¿Y la tuya?

—También. ¿A ti quién te ha traído?

—Fulanito. ¿Y tú, cómo te has enterado?

Tras la primera campanada de la noche, la introducción. Estamos en la cata más freak del año, con los venenos como leit motiv. “Pero no por la calidad de los vinos que vamos a tomar”, ironiza David. 

David, presentando en sociedad a César Borgia

Usar el vino para envenenar a los enemigos es una de esas inveteradas costumbres que acompañan al hombre desde el principio de los tiempos. El desglose de algunos grandes envenenamientos de la historia comenzó por Sócrates y la cicuta, una planta mucho más cercana de lo que podemos pensar. “En los bosques de la Alhambra hay mucha”, decía David. Los Borgia tuvieron sus minutos de gloria, claro. Y no les quiero contar la mirada que Rasputín nos devolvía desde la pantalla que David usaba como apoyo. Terminamos con un aviso para navegantes: los nazis. 

Cada personaje llevaba aparejado un vino y su tapa correspondiente. El maridaje podía decantarse por afinidad territorial, el tipo de uva o el origen de los ingredientes. Cada media hora aprendías sobre un veneno, una figura histórica, un vino y un plato. Y los disfrutabas, claro. Al vino y al plato, me refiero. La ponzoña la dejamos en un plano meramente teórico. 

Tabernícolas en su ambiente natural: La Taberna de Kafka

Un buen garito especializado en vinos como La Taberna de Kafka debe tener referencias de mil y un lugares diferentes. Con ocasión de este tipo de catas se pueden degustar vinos muy originales que, de otra manera, sería complicado disfrutar por copeo. 

Aprender no debe estar reñido con disfrutar y pasarlo bien. Entre copa y copa hay tiempo para charlar, reír y comentar. O referir. Y para hacer planes, que estas citas son especialmente proclives para tramar complicidades. 

Al salir, pasada la media noche, tenía la sensación de haber superado una prueba iniciática. Me sentía como un auténtico miembro de la cofradía vínico-kafkiana. ¡Volveremos!

Jesús Lens

Camino de Madrid Fusión

Más o menos a la hora a la que usted lea estas líneas yo estaré en el AVE, camino de Madrid, o ya en IFEMA, dando mis pasos iniciales por mi primer Madrid Fusión. No les negaré que voy con un cierto regomello al que es, por derecho propio, el evento gastronómico más importante del mundo: marcarme un Paco Martínez Soria. Es lo que tiene ser debutante.

Este año, Diputación de Granada lleva un stand al evento, donde lucirá Sabor Granada y mostrará al mundo mundial los productos de la tierra: aceites, vinos, hortofrutícolas, las salsas Sierra Nevada, las más picantes de Europa, etc. Lo he escrito en otras ocasiones: si Granada quiere competir en las grandes ligas gastronómicas, tiene que salir fuera de los límites regionales y sacar pecho donde se corta el bacalao, empezando por Madrid Fusión. (AQUÍ, la agenda de actividades que presenta Sabor Granada en Madrid Fusión).

Me dicen quienes la conocen que a la cita madrileña, que lleva adosado a su nombre un inequívoco ‘Alimentos de España’, va lo mejor de lo mejor de cada casa gastronómica, sin medias tintas. Que Granada haya apostado por estar ahí es esencial, un importante paso adelante. Por eso me he agarrado el tren esta mañana: toca ir, mirar, escuchar, comparar y contarlo. Predicar con el ejemplo, o sea.

El lema de este año de Madrid Fusión, que cumple su vigésima edición, es ‘Más allá del producto’. El retorno al oficio de cocinar, la transformación del género, la elaboración meticulosa. Como señala su web, “a lo largo de tres días, revisionaremos las técnicas de cocina ancestrales, tradicionales y futuras, desde los asados al fuego a la cocina con microondas o con el empleo de ultrasonidos, base de grandes platos del futuro”. Un reto importante. Por allí pasarán de Dabiz Muñoz a René Redzepi, dos de los mejores cocineros del mundo, para impartir sus esperadísimas ponencias. Y en Madrid Fusión se batirán el cobre nuestros Antonio Lorenzo, Jorge Matas o Chechu González. Un orgullo.

Lo escribía a comienzos de este año: le tengo mucha fe al 2022 gastronómico en Granada. A lo largo de los últimos años se ha hecho un trabajo muy bueno en diversos ámbitos. De tener 1 Sol Repsol, la provincia ha pasado a tener 5. Es síntoma de que las cosas están cambiando. Que Sabor Granada presente sus mejores galas en Madrid Fusión es otro hito que, ojalá, se consolide en el tiempo.

Jesús Lens

Estar abiertos al cambio

Permítanme que entresaque dos de las reflexiones de Ferran Adrià de la larga conversación que podrán leer ustedes en las páginas del suplemento Gourmet. Por un lado, hablando de innovación y creatividad, destaca que lo importante es la actitud, estar abiertos al cambio. Más que inventar, y no digamos ya con la pretensión de ser disruptivos, algo que ocurre poquísimas veces; lo importante es cambiar, adaptar, adaptarnos y mejorar. Y para eso hay que tener una actitud que él define como propositiva.

Ferran Adrià. Foto Pepe Marín Zarza. Maquetación José Santos.

Vinculado a ello, el genio de la cocina tiene claro que la frase ‘eso es imposible’ debería quedar desterrada de nuestro vocabulario. Y de nuestro pensamiento. Lo que hoy nos parece inverosímil, mañana será de uso cotidiano.  (AQUÍ la conversación completa)

Me acordaba de ello mientras escuchaba a Juan Eslava Galán el pasado martes, cuando defendía que el periodismo es una de las disciplinas que más se ha transformado a lo largo de los últimos años. Él trabajó en un IDEAL que se hacía con máquinas de escribir y linotipias y hoy estamos inmersos en el desarrollo de podcasts, gráficos, datos, vídeos, web, webinars y un etcétera tan largo como sean capaces de imaginar. La esencia sigue siendo la misma: dar noticias y contar historias. Lo que cambian son los formatos. ¡Pero cómo cambian!

Es de ser muy viejuno pensar que todo está inventado y que hasta aquí hemos llegado. La tentación de plantarse es grande, pero no aplica. Lo decía el filósofo Yuval Noah Harari en una entrevista que publicaba XL Semanal, hablando de la nueva economía del siglo XXI: “la automatización destruye un montón de empleos y crea otros nuevos, pero estos nuevos empleos demandan altos niveles de destreza… Antes aprendías una profesión de joven y ya te valía. Ahora hará falta reeducar a los trabajadores cada década, más o menos. Esto va a requerir enormes inversiones en educación”. (Leer aquí la entrevista entera).

Recursos para la educación y predisposición por parte de esos trabajadores, claro. Actitud innovadora abierta al cambio y a la transformación, personal y profesional. Trans-formación, en dos palabras.

Lo que aprendamos hoy no será inútil mañana, pero posiblemente será insuficiente. El concepto de formación continua está más vigente que nunca. De ahí que los nuevos planes de estudio —sin querer abrir ese polémico melón— apelen menos a lo memorístico y más al aprendizaje de destrezas y habilidades. A trabajar en grupo y por proyectos.

El mundo cambia a una velocidad vertiginosa y no nos queda más remedio que cambiar con él. Eso, o quedar desplazados, arrumbados y obsoletos. Fuera de juego.

Jesús Lens

Más de ir que de volver

No me las prometo del todo felices, que los contagios han tocado suelo en Granada y, en estado mesetario, pueden volver a dispararse en cualquier momento. Sin embargo y durante unos días, he tenido sensaciones parecidas a las de antaño, como si parte de mi vida anterior, en suspenso durante tanto tiempo, se empeñara en emular a las golondrinas, oscuras y primaverales.

Volví a tener dos reuniones presenciales para tramar cosas, preparando la tercera edición de Gravite. Ambas en mesa de bar, en terraza exterior. La primera, compartiendo tés y cafés. La segunda, con unas cervezas que se alargaron hasta las seis de la tarde, hora de cierre de la hostelería. Y es que la zona de gastrobar del María de la O es un espacio idóneo para dejarse llevar. Charla fluida y abundante. Complicidad, planes, proyectos, ideas…

Las croquetas de carabinero de María de la O

Volví al baloncesto y, aunque éramos pocos y apenas hacíamos ruido, los quinientos aficionados que regresamos al Palacio de los Deportes gozamos como nunca con las evoluciones de los jugadores en la pista. No me importó perder el la prórroga y de forma inclemente. La clave era volver a ver deporte en vivo y en directo, sentir la energía de la competición en directo.

Volví a disfrutar de unas jornadas gastronómicas, también, con todas las medidas de seguridad y en un ambiente que me hizo sentir confortable y a gusto, libre de agobios y preocupaciones durante unas horas.

Pastela moruna de El Coso

Siempre he sido una persona más de ir que de volver. Me gusta descubrir sitios nuevos, conocer a gente diferente, probar otros lugares, sabores, sonidos y sensaciones. Cuando me planteaban volver a… lo que sea o a donde sea, hacía por cambiar la proposición y convertirla en algo novedoso y singular.

En ese sentido, era muy de Félix Grande, cuando escribía “Donde fuiste feliz alguna vez / no debieras volver jamás: el tiempo / habrá hecho sus destrozos, levantando / su muro fronterizo / contra el que la ilusión chocará estupefacta”.

Ahora, sin embargo, he transmutado en fervoroso defensor de la tesis de que segundas partes pueden ser buenas, como ya demostró Coppola, y disfruto de cada resquicio de la pujante nueva/vieja normalidad, por ínfimo que sea, como si fuera un tesoro.

Son sensaciones vagamente parecidas a las de la primera desescalada, pero nos encuentran más resabiados, más enseñados, por lo que espero que las medidas que se adopten en las próximas semanas sean lo más cautelosas y conservadoras posibles.

Jesús Lens

Desayunar de tapas

Es raro, a las 9 de la mañana de un sábado, desayunarse con unas tapas. Unas tapas gastronómicas, ojo, exquisitas elaboraciones de ocho afamados establecimientos de Granada. Es raro, también, irse de tapas y no probar ni una cerveza, pero en mi ADN hay una ley no escrita de acuerdo con la que, antes del mediodía, nada de birra. Salvo que hayas corrido un trail de montaña o hecho alguna otra proeza atlética por el estilo. Pero no es el caso.

CONCURSO DE LA TAPA
FOTO: ALFREDO AGUILAR
DIARIO IDEAL DE GRANADA

Ayer sábado fui jurado de la XII Edición del concurso Granada de Tapas Gastronómicas Cervezas Alhambra y, al margen de lo intempestivo de la hora, debo reconocer que fue un gustazo. En todos los sentidos de la palabra.

Me parece un acierto que, al tradicional concurso de tapas, le hayan añadido el apellido ‘gastronómicas’. No tiene sentido, en las actuales circunstancias, volver a abrir el melón de tapa sí / tapa no. La tapa forma parte de la esencia de Granada y antes veremos desaparecer la boina de contaminación de nuestros cielos que el binomio caña & tapa de nuestros bares.


FOTO: ALFREDO AGUILAR
DIARIO IDEAL DE GRANADA

Ahora bien, es fundamental que se sigan dando pasos adelante para generar una cultura de la tapa gastronómica, elaborada, creativa, original y diferente. Como me decía un cocinero, de forma tan metafórica como clarividente, el sector no puede sobrevivir y evolucionar con las barras atestadas y las mesas vacías.

Por ahí fuera, Granada es conocida como la ciudad de la Alhambra y la capital de la tapa. Es una imagen indisoluble a la que conviene sacarle partido, poniendo más énfasis en la calidad que en la cantidad. De ahí la reivindicación de una dimensión gastronómica de la tapa.

Les confieso otra cosa: me zampé las ocho tapas enteritas y verdaderas. Nada de probarlas, analizarlas, puntuarlas y dejar el resto en el plato. Como me decía Alfredo Aguilar, si hubieran puesto pan, habría rebañado. Cierto es que soy tragón, no vamos a engañarnos, pero también es verdad que las ocho tapas estaban de lujo.

Jorge Matas, preparando la tapa ganadora
Foto: Alfredo Aguilar

Cada vez somos más los gastronómadas para quienes, en nuestros viajes, la comida y la bebida desempeñan un papel esencial. Es importante que Granada siga trabajando por convertirse en un referente culinario de primera categoría. Así las cosas, ya llega el congreso Granada Gourmet, una cita esencial para los amantes del buen yantar. Y ahí estaremos, claro, pero ahora les dejo, que me voy a almorzar… un café con leche y torta de la virgen, por compensar.

Jesús Lens