CUAVERSOS CHINOS, ZHANG YUAN Y OTRA CITA

Porque esta semana será china, vamos con estos versos de Liu Yuxi:

 

No piense que es tarde

cuando el sol poniente

toca la cabeza de las moreras;

la puesta del sol todavía

puede iluminar el cielo que enrojece.

 

¿Por qué digo que la semana será china?

 

Porque el domingo que viene, día 14 de junio, a las 20 horas, en el Centro Cultural de CajaGRANADA en Puerta Real (ojo, Puerta Real, junto al Teatro Isabel la Católica), éste que os escribe va a charlar, cara al público, con Zhang Yuan.

 

¿Quién es él?

 

Pues un fotógrafo y director de cine chino muy interesante, que hace video clips, documentales y películas de ficción.

 

Hoy miércoles se inaugura la exposición de sus fotografías y la exhibición de sus vídeos y películas en dicho Centro Cultural, y, como os digo, el domingo tendremos un encuentro con él, cara a cara.

 

Vale.

 

Es Corpus y es domingo. Pero, bien pensado, ya estaremos hartos de casetas, sevillanas, finos y faralaes. Y, de estar en la Costa, de Turismo Rural, las 20 horas es una hora más que decente para estar de vuelta en Granada, evitando colas y atascos. Sobre todo porque, además de conocer a este interesantísimo artista, comprometido y que hablará de temas como el aniversario de la matanza de Tiananmen, por ejemplo.

 

Anímense y nos vemos. Que conocer un poquito más de China siempre es atractivo.

 

Jesús Lens  

MICHAEL HANEKE, PALMA DE ORO EN CANNES CON «LA CINTA BLANCA»

No parece haber sido una edición muy brillante de Cannes, aunque algunas películas interesantes se han podido ver, tal y como Carlos Boyero ha ido contando a través de las grabaciones hechas con un móvil y que constituyen un inmejorable fresco de esta edición del más famoso Festival de Cine del mundo (Para ver los vídeos, PINCHAR AQUÍ) Y estrenada «La cinta blanca», AQUÍ la crítica de Boyero. Y AQUÍ, la nuestra, personal y también favorable.

 

Al final, por encima de los Almodóvar, Amenábar, Gilliam, Tarantino, Loach, Coppola, Von Trier o Coixet, la Palma de Oro ha sido para Michel Haneke por su radical Blanco y negro en «Das weisse Band» y los otros grandes triunfadores de esta edición de Cannes son los filipinos Brillante Mendoza, como mejor director por «Kinatay»; la británica Andrea Arnold por «Fish tank» y el coreano Park Chan-wook por «Thirst».

 

La película de Haneke, como en él es habitual, cuenta el reverso oscuro y violento, durísimo, de la sociedad. En este caso, se va a la Alemania de los años anteriores a la I Guerra Mundial para contar las vidas de unos chavales a los que el futuro les deparará participar en la gran ignominia del siglo XX: el nazismo. Esto dice Haneke: «Primero son víctimas de la violencia, pero ¿en qué momento la convertirán en arma para su rol de verdugos? «Los niños no son sólo el futuro, sino también el pasado. Desde que Freud entró en escena, no creo que quede alguien que piense que infancia es sinónimo de inocencia. Y dado que todos fuimos niños alguna vez, tenemos una gran responsabilidad hacia ellos».

 

La crítica de Carlos Boyero es inapelable: «El bisturí de Haneke da miedo. El director pone en marcha todo su poder de sugerencia en «La cinta blanca» (Seguir leyendo). Una película polémica que dará que hablar y que se define como una bofetada a la concienca social en esta interesante entrevista.

De Haneke ya hemos hablado otras veces en este Blog. Por ejemplo, en este Post, discutiendo sobre la Originalidad o la Representación en el mundo del arte o en este otro artículo, sobre Finales que cortan el rollo.

 

 

Alain Resnais ha sido reconocido con un Premio Espacial por toda su carrera y, en fin, que el resto del palmarés, lo pueden consultar AQUÍ. 

 

Jesús Lens, cinéfilo.  

BOYERO EN ESTADO PURO

Además de leerle en El País, al imprescindible y necesario Carlos Boyero le podemos ver y escuchar, todos los días que dure el Festival de cine de Cannes, a través de ESTE enlace, ya que su compadre Borja Hermoso filma con el móvil sus opiniones sobre las películas que ven e, ipso facto, las cuelga on line. Tenemos comentarios sobre las pelis de Tarantino, Almodóvar, Von Trier, Haneke, Coixet, etc.

Si hace unos días nos recreábamos con la cuestión del «Ágora» de Amenábar, les recomiendo que escuchen la crítica de la película de Almodóvar y, sobre todo, la de Lars Von Trier, en la que suelta un «es para darle una hostia» que no se paga con dinero.

 

Jesús Lens.  

AGORA: AMENÁBAR vs. BOYERO

Tras su estreno en Cannes, ha llegado en loor de multitudes «Ágora» a las salas españolas. Con división de opiniones. En un momento damos la palabra a Boyero y a Amenábar, en vivo, y después enlazamos dos críticas, tan distintas como complementarias. Por cierto, que habría sido una buena película para incorporar a nuestro libro de cine y viajes, «Hasta donde el cine nos lleve», y que incluiremos en una nueva reedición del mismo.

 

Pero déjenme que opine en caliente y en breve, nada más salir de un cine abarrotado como hacía tiempo que no veía (ni la maravillosa «Up» o la estupenda «Enemigos públicos» lo conseguieron), debiéndonos congratular especialmente porque sea una película española la que lo ha conseguido. En caliente, como digo, «Ágora» me ha dejado bastante frío. Y siento tener que escribir esto, que a algunos parecerá una herejía. Pero es así. Tanta, tantísima intensidad y trascendencia en cada plano ha terminado por cansarme. Y, ojo, que técnicamente me parece irreprochable. Perfecta. Fantástica. Cada euro del altísimo presupuesto está excelentemente gastado e invertido, pero el contenido no está a la altura del fastuoso continente.

 

La obsesión de Hypatia acerca de los movimientos de los planetas, la verdad, no aporta nada a la película, más allá de definir al personaje y, al final, darle un final poético a su muerte. Pero esa parte de la historia es repetitiva y cansina. Sobre las historias de amor, nada tengo que decir. Aunque tópicas, están bien resueltas, contribuyen a dibujar y definir a los personajes y tienen el peso justo en la historia.

Y vamos con la madre de todas las discusiones: las guerras de religión. Resulta paradigmático que la película, rodada en inglés (el Latín de los tiempos modernos, Amenábar dixit) para favorecer su distribución internacional, no encuentre quién la estrene en EE.UU., supuestamente por lo mal que la película deja a los cristianos, convertidos en unos fundamentalistas de tomo y lomo. Y, sin embargo, para mí que, quiénes peor quedan retratados en la película son… los musulmanes.

 

En serio. No es una boutade. Aunque Alá y Mahoma todavía no habían hecho su aparición en escena, que el Arcángel San Gabriel aún descansaba cuando Alejandría se veía sumida en el caos; Amenábar ha vestido a los fundamentalistas cristianos de negro riguroso, de forma que, cuando incendian los libros y manuscritos de la Biblioteca, rodados en toma cenita, parecen auténticas cucarachas, idénticas a los chiitas del momento. Y Cirilo, el Pope Negro… ¡si es idéntico al Saladino que nos contaran las películas sobre las cruzadas, más moro que el mismísimo Otelo!

 

Y créanme que tenía dudas sobre todo esto… que quedan despejadas cuando, al final, antes de matarla y mientras la arrastran por las calles, los hombres del Cirilo cubren a Hypatia con un velo… que es un inequívoco Burka.

 

O sea, que «Ágora» se erige como canto contra la intolerancia y el fanatismo, sea de los paganos, de los judíos, de los cristianos y, aunque todavía no existieran, de los musulmanes. Lo que, como declaración de intenciones está muy bien. Pero dejarlo claro y huir del maniqueísmo requiere de tantas peleas, lapidaciones, traiciones y encendidos discursos que, sintiéndolo mucho, termino por desconectar. Me gusta más la recreación histórica de las calles de Alejandría, del Faro, de la Biblioteca y del Ágora que las proclamas existencialistas. Y, por lo mismo, el trabajo de los actores tampoco llega a emocionarme, más allá de la indudable y serena belleza de Raquel Weisz, un inmejorable acierto de cásting.

Hablo en caliente. Quizá, cuando pasen unas horas, más en frío, vea las cosas de otra forma. Pero de momento… pues eso. Y sobre el tema del cine español, ¿cuántos de los que defienden las bondades de «Agora» como cine español de calidad han visto, por ejemplo, esa joyita que es «Agallas», española por los cuatro cosatados? Porque lo de Amenábar es un fenómeno sociológico que convierte en anécdota al mismísimo Almodóvar cuando de convocar al público a una liturgia cinematográfica se trata. Pero el cine español es más, mucho más de la Doble A. No lo olvidemos a la hora de sacar cinéfilo pecho patrio      

 

Y, ahora sí. Que hablen los protagonistas. Porque a través de un vídeo grabado con un móvil, el director de la película, el niño prodigio Alejandro Amenábar, dice ESTO sobre el estreno, mientras que nuestro gurú y crítico de cabecera, Carlos Boyero, dice ESTO otro.

 

¿Qué pensáis?

El trailer, desde luego, es excepcional… Ahora, demos nuevamente la palabra (escrita) a Boyero: «Viendo el resultado de Ágora, es imposible hacerle reproches a su estética ni a su ética, a su argumentación moral ni al tono narrativo, a lo que trata de contar y a la forma de hacerlo. Pero a esa fuerza expositiva, a la necesaria e inaplazable crítica del fundamentalismo religioso y la asfixia que éste ejerce contra el pensamiento libre, le falta nervio, le falta capacidad de conmoción para implicar emocionalmente al espectador en una historia tan terrible, para que la barbarie que observas te remueva, para que el progresivo acorralamiento que sufre esa astrónoma atea te toque las entrañas.»  (Leer la reseña completa AQUÍ)

 

Pero hay otro artículo fantástico, AQUÍ,  en que Jordi Costa, directamente, asesina a Amenábar, al que odia cordialmente. Sin olvidar ESTE de Jacinto Antón, recordando a la verdadera Hypatia:

 

«Entre Cleopatra y Justine, la antigua reina y el personaje moderno de Lawrence Durrell, está Hypatia, la otra gran alejandrina. Juntas, las tres mujeres representan perfectamente el alma de Alejandría, la capital de los Ptolomeos -con los inigualables Biblioteca y Museo, el alto Faro y el Soma, la resplandeciente tumba del fundador, Alejandro Magno- pero también la ciudad arruinada de innumerables calles en las que se arremolina el polvo de la historia, la ciudad de las rencillas religiosas, la decrépita y melancólica del Viejo (Kavafis), la ciudad recreada por E. M. Forster, la ciudad, en fin, «de las cinco razas, cinco lenguas, una docena de religiones, el reflejo de cinco flotas en el agua grasienta, más allá de la escollera, pero con más de cinco sexos», como la describió Durrell en su Cuarteto. Alejandría… con Atenas y Roma la gran partera de nuestra civilización y el crisol de tantos sueños, amores y maravillas.»

 

Jesús Lens, preguntón.

CORRESPONSALES DE GUERRA

Ayer dejábamos este reportaje sobre periodistas y cine, basado en la actualidad de la película «La sombra del poder». Pero hay un grupo de periodistas sobre la que hay que particularizar: Los corresponsales de guerra.

 

Una estirpe especial de periodistas es la conformada por los corresponsales de guerra, a los que el cine ha retratado en algunas memorables películas. En «Salvador», el Oliver Stone previo al Óscar por «Platoon», ponía de manifiesto la dureza del trabajo de unas personas que se enfrentan a lo peor del ser humano. James Woods interpreta a un periodista que, cargando con sus problemas de alcoholismo y drogadicción, cubre la guerra civil salvadoreña, en la que se termina implicando personalmente, no en vano su novia, María, posee dicha nacionalidad.

 

Mel Gibson, por su parte, interpreta a Guy Hamilton, enviado especial a la Indonesia de Sukarno, en plena descomposición, donde cruzará su vida con un fotógrafo enigmático y singular, Billy Kwan, además de con una representante de la legación diplomática inglesa, interpretada por Sigourney Weaver, en la magnética obra maestra de Peter Weir «El año que vivimos peligrosamente».       

 

«Los gritos del silencio», por su parte, narra el genocidio que se desató en Camboya cuando los americanos salieron precipitadamente de Vietnam, a través de los ojos de Sydney, enviado por el New York Times para cubrir los acontecimientos del hermético país asiático y, sobre todo, a través de la biografía de Dith Pran, el asistente y traductor de Sidney al que, cuando las cosas se ponen realmente mal y los occidentales son evacuados, no dejaron salir del país y terminó dando con sus huesos en uno de los siniestros campos de concentración de los Jemeres Rojos. Una película durísima que, en realidad, cuenta la verdadera historia de Haing S. Ngor, el actor que interpreta al personaje de Dith Pran y que, no siendo profesional, ganó el Óscar al mejor secundario de 1984.

 

Y terminamos este reportaje multinacional en Sudáfrica, de la mano de Sir Richard Attenborough, quién contó la amistad de un periodista blanco y concienciado, interpretado por Kevin Kline, con el activista antiapartheid Steven Biko, al que prestó su rostro un joven Denzel Washington. «Grita libertad» es la bienintencionada crónica de una de las aberraciones más infamantes en la más reciente historia de la humanidad.     

 

Pero volvamos a la actualidad. A esa «La sombra del poder» que tanto éxito de público está cosechando y cuyos títulos de crédito finales son un precioso homenaje a tantos lectores que siguen adorando el mancharse los dedos con la tinta fresca del diario matutino, con esa rotativa pariendo miles de ejemplares de ese milagroso regalo diario que es un periódico calentito, recién salido de las máquinas. Una película que se erige como canto romántico a un periodismo serio, profesional y comprometido que todavía es posible y que, desde luego, sigue siendo absolutamente necesario e imprescindible.     

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.