Embarrados en Las Vegas

Una noche. La barra de un bar. Unas birras. Y contarlo. Arrancamos mi Cuate Pepe y yo el proyecto #Embarrados en un día extraño: el miércoles en que el Real Madrid y el Barça jugaban el primer partido del siglo del año, en la Copa del Rey.

Además, había buen jazz, en el Magic, en los bajos de la plaza de toros de Granada.

¿Por dónde empezamos #Embarrados? ¿Qué garito elegimos?

Preguntamos a los amigos y nos dan ideas y propuestas. Una de ellas, con un nombre tan clásico como Las Vegas.

Contactamos con Burgos, uno de nuestros compañeros Gastrocafre que, jugando al baloncesto, es un certero estilete cortando la zona.

Se suma.

Aquí, Burgos y un servidor. Este garito no era Las Vegas, pero el espíritu, aun sentados, era claramente Embarrado
Aquí, Burgos y un servidor. Este garito no era Las Vegas, pero el espíritu, aun sentados, era claramente Embarrado

Un poco antes de las 21 horas asomamos por Las Vegas. Ya no quedan banquetas ni mesas libres. El partido, transmitido en exclusiva por Canal +, obliga a los forofos a salir de casa y el bar está bastante lleno. Después lo estará más.

¿Qué pretendemos con #Embarrados? Nada, en realidad. Se trata, solo, de contar cómo son los bares por los que vamos pasando. Comentar sus tapas y raciones. Y tratar de transmitir al espacio sideral un poco de alegría, basada en algo tan sencillo como es salir de cañas.

Tres Alhambras Especiales. Bien frías. Y un sándwich de jamón y queso como tapa.

A ver. En Granada, la tapa es obligatoria. Y gratuita. Si piensas montar un bar, tienes que saberlo. Y asumirlo. Si no, te arruinarás ya que no tendrás ni un cliente.

En Granada, el tapeo es una religión. Y, como en todas las religiones, hay distintos tipos de interpretaciones, escuelas, profetas, herejías y excomuniones.

Por ejemplo, Las Vegas es un bar que apuesta por el Maximalismo, como bien apuntaba Colin en sus comentarios a las fotos que íbamos colgando en Twitter y Facebook.

Porque después del sándwich llegó un plato de mini-salchichas Frankfurt con salsa. Y patatas fritas. Y, a la tercera… ¡una hamburguesa! Completa. Con su ketchup, claro.

¡Así son las tapas maximalistas de Graná!
¡Así son las tapas maximalistas de Graná!

Esa imagen, hizo sangre en Zaragoza. Allí, nos dice Ricardo, si pides gratis una tapa a un camarero, le da la risa. Y, si le pides una hamburguesa, lo mismo se mosquea. ¡Y es que todavía tenemos que engranizar la hostelería española! Para eso, quizá, #Embarrados pueda aportar un granito de arena. O un gramito de cebada. Bien licuada.

Las Vegas es un bar de los de toda la vida, populoso, apreciado por los estudiantes de la cercaba facultad de Medicina para tomar algo al salir de clase. Con sus parroquianos habituales, que entran saludando a otros parroquianos por su nombre, sin que sea necesario que tengan que pedir para que el camarero sepa qué servirles.

Mi Cuate Pepe se acuerda de que antes del bar, en aquel local hubo un asadero de pollos, años ha. Uno de los primeros de Granada. Al menos, que él recuerde. Y se le iluminan los ojos al evocar aquel primer pollo asado que se comió, el olor de la carne cocinándose, la salsa… ¡Ays!

Vemos el fútbol, pero hablamos de baloncesto. Algo del trabajo, pero poco. ¡Mejor! El partido es intenso. Caen las birras. Y unas croquetas. Y una pizzeta. ¡Somos la envidia de la Red!

Y es que nos gustan los bares. Bares de barrio. Bares de pueblo. Bares con personalidad. Bares humanos.

¿A cuál iremos la semana que viene? ¿Será maximalista o minimalista? ¿Tendrá buena música? ¿Y las tapas? ¿Será un reducto de madridistas como Las Vegas? ¿Cuándo iremos?

Ni idea. Solo sabemos que, un día, nos embarraremos. Y lo contaremos.

El postre, en el Magic Club, escuchando jazz
El postre, en el Magic Club, escuchando jazz

Porque hay que contar las cosas buenas, sencillas y agradables que nos mejoran la vida. Y pocos placeres como el de juntarse unos amigos, junto a la barra de un buen bar, para apurar un buen puñado de Alhambras.

Ya sabes.

#Embarrados…

Jesús Lens

A ver, los 31 de enero de 2009, 2010, 2011 y 2012

ByE XII: Callosidades

De la última a la primera, aquí están todas las entradas anteriores de «Barras y Estrellas». Si debutas en la lectura, empieza por abajo del todo 😉

– ¡La maternidad no te ha hecho perder la mano con la cocina, Isabel! ¡Estos callos están de puta madre!

Ésa era la mejor versión de Antonio, con el bigote chorreando el caldo rojo de los callos de garbanzos y morcilla de Isabel, con un toque picante.

– ¡Tráete más Alhambras, Estrellita! Y más te vale tener una buena reserva en el congelador porque esto pica como sus muertos a caballo y a todo galope!

Ahí seguía Antonio, haciendo mojás con el pan y hablando con la boca llena. No lo podía evitar. No era tanto mala educación o grosería cuanto gula desaforada cuando se enfrentaba a uno de esos platos tradicionales que ya no se cocinan en las casas y empiezan a ser más exóticos que el sushi o la salsa teriyaqui.

– Bueno, Fernando, ¿nos cuentas tú o tenemos que esperar a que vuelva por aquí el madero ése que tanto cariño parece habernos cogido?

– Tampoco tengo tanto que contar. Por lo visto, aquella noche le zumbé a un tío de Motril que, al parecer, tiene varias deudas pendientes. Me tomaron declaración y me dejaron ir.

– ¿Libre?

– A ver. Juicio, habrá. Pero, por suerte, al haber ido pronto al hospital, constaban restos de la droga en mi organismo. Así que parece que no será complicado que me absuelvan.

– Por no estar en tus cabales.

– No es precisamente éste el término jurídico, pero esencialmente sí. Por no ser responsable de mis actos.

– ¿Y le zumbaste bien? Es decir, ¿le provocaste heridas graves?

– Para nada. En esto de pegar, hay que saber. Y yo, lo más que sé de pegar, es pegar sellos. Por lo que dice el inspector, quisieron mandarle un aviso al tipo en cuestión. Nada serio. Solo que supiera que, si no pagaba, la cosa sería peor.

La vuelta de Fernando había supuesto un alivio para todos los habituales del “Café-Bar Cinema”. De hecho, los callos de Isabel se convirtieron en una celebración por el buen fin de aquel asunto. Aunque fuera un final más falso que los finales felices de las malas películas yanquis.

Estrellita seguía queriendo saber quién y cómo había drogado a Fernando y el hecho de que el inspector López se hubiera pasado por allí otra vez, aunque fuera a tomar una cerveza tranquilamente le mosqueaba. Y mucho. Pero tampoco podía, ni debía, obsesionarse y se daba cuenta de que empezaba a considerar a todos los desconocidos que entraban en su bar como unos potenciales secuestradores. Así que trató de disfrutar de los callos y se consoló pensando que, con toda aquella historia, al menos, nadie hablaba de las elecciones andaluzas ni de la merienda de negros en que se estaba convirtiendo este país, en los últimos años.

Veamos, los anteriores 7 de abril: 2008, 2009, 2010 y 2011

ByE XI:¡Ays, el amor!

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Rosa miraba a Fernando de hito en hito, pero cuando fue a hablar, desvió la mirada y la elevó hacia el techo.

– Porque me estaba empezando a enamorar de él.

– ¡Amos anda!

Allí surgía, de nuevo, la exquisita sensibilidad de Antonio, a flor de piel.

– ¡A otro perro con otro hueso!

Fernando, rojo como el ketchup, no sabía ni qué hacer ni hacia dónde mirar. Fue el inspector López quién volvió a tomar las riendas:

– A ver si lo entiendo: como te estabas enamorando, dejaste de salir con él. Justo antes de lo secuestraran y sin decirle nada.

– ¿A que suena ridículo?

– Mucho.

– Pues así fue.

Y fue Isabel la que, nuevamente, terció a favor de Rosa:

– Y si la niña hubiera tenido algo que ver en todo este asunto, ¿para qué iba a haber aparecido de nuevo por aquí?

La verdad era que, de tan improbable, podía ser verdad.

– Y pensaste que no podías vivir si Fernando, te diste cuenta que era el amor de tu vida, y viniste a buscarlo.

– Antonio, siempre tan desagradable… No. Sencillamente vine a decirle que, a partir de ahora, me gustaría que saliéramos por gusto. Y a ver qué pasaba. Y tuve que venir a buscarlo porque su teléfono ha estado apagado o fuera de cobertura desde el domingo.

– Es que móvil sí que me ha desaparecido – aclaró tímidamente Fernando.

– ¡Pues mira que bien! – tronó Estrellita. – Si todo este melodrama es cierto, y no pongo en duda que lo sea, estamos como al principio, ¿no?

– No del todo –señaló el inspector.

– ¿Ah no?

– No. Porque ahora sabemos, al menos, qué fue lo que aporreó Fernando para terminar con los nudillos en carne viva. O mejor dicho: a quién. Así que, arreando, chaval. Coge la cazadora que nos vamos a comisaría.

¿Y los anteriores 6 de abril? 2008, 2009, 2010 y 2011.

ByE X: Yo confieso

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– Y si no es así, que Fernando me desmienta o me corrija. De puta, nada. Chica de compañía. Y a mucha honra. Efectivamente, licenciada en periodismo. Con prácticas, becas y sustituciones hechas en varios medios de comunicación. Pero en paro. Como tanta otra gente.

– Sin trabajo, pero con desparpajo –puntualizó Isabel.

– ¡Ya te digo! Sin trabajo, pero con ganas de abrirme paso. Y con energía. Y fue cuando escuché hablar de las Escort.

– Perdona Rosa, pero en Internet, la Escort son sinónimo de putas. De alta gama, eso sí, de las que puedes llevar a una comida de negocios sin desentonar, pero putas, al fin y al cabo.

Luis estaba con la mirada fija en su iPad, del que se había hecho inseparable y que utilizaba, en muchas ocasiones, para sentenciar determinadas conversaciones con Antonio. ¡Cuánto daño habían hecho los dispositivos móviles y las conexiones portátiles a Internet a esos bocazas de barra de bar que, antaño, pontificaban sobre lo divino y lo humano, dándoselas de sabios al manejar datos, cifras, noticias y referidos imposibles de contrastar!

– Sí Luis. Google nos muestra lo peor de cada casa. ¡Pues claro que hay putas de lujo y que las redes que las explotan saben como posicionar sus servicios en los buscadores de Internet! ¡Acabáramos! Pero no todas las Escort tienen porqué dedicarse a la prostitución.

En ese punto, terció nuevamente Isabel, que sin conocer nada del asunto, había hecho piña con Rosa. Y lo había hecho arrastrada, más allá de por una cuestión de género, por una enorme corriente de simpatía para con ella.

– A ver, chicos. Si ustedes escuchan en una misma frase “chica” y “compañía”, ¿en qué piensan? ¿En una abnegada muchacha que cuida a ancianos o a una puta?

– ¡Justo! Y lo mismo hacen los buscadores de Internet. Que quede claro: de puta, nada. Me ofrezco para acompañar a hombres, y alguna vez también a mujeres, a eventos, citas o acontecimientos a los que no quieren ir solos. Y lo mismo represento el papel de su secretaria, colaboradora, buena amiga y, en casos excepcionales, el de novia.

– Caso excepcionales como… ¿el de Fernando?

– A ver, Fernando, ¿te acuerdas que lo hablamos antes de venir al Cinema, a que me presentaras a tus amigos?

– ¡Y tanto que me acuerdo!

Estrellita no pudo reprimir una sonrisa, al acordarse de aquella primera vez. Cuando Fernando presentó a Rosa como a una amiga, comenzaron las miradas cómplices de los parroquianos del bar. Y cuando insistió en que no había nada entre ellos, que eran unos mal pensados e hizo la famosa pregunta retórica “¿es que un hombre y una mujer no pueden ser nada más que amigos?” terminó de convencer a todos de que, por fin, había pescado algo serio.

– ¿Quién se acuerda de tan siquiera un beso que nos diéramos? Si es que sois tan cazurros, tan previsibles, que ni un piquito le tuve que dar a vuestro amigo para que todos dierais por descontado que nos acostábamos…

El ambiente se había distendido bastante. Lo suficiente como para que interviniera la autoridad competente:

– ¿Y por qué desapareciste justo la noche en que tu no-novio fue drogado y presumiblemente secuestrado, Rosa?

A ver, los 5 de abril de 2008, 2009, 2010 y 2011.

ByE IX:Escort

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– No soy una puta. Soy una Escort.

– ¿Escort? ¿Y eso qué es? ¿Cómo una Scout, pero del sexo?

Antonio no lo podía evitar. Era así. Y punto.

– Los hombres, sobre todo los que sois impotentes, tenéis una fijación extraordinaria con el sexo.

– Oye bonita, a ver a quién llamas tú impotente…

– Venga, machote. Dime eso tan original, tan racial y tan español de que si te acompaño al baño voy a comprobar lo dura que la tienes.

A Estrellita empezaban a llevárselo los demonios. Aquello, además de ser un topicazo infumable, era un absurdo sinsentido que no venía sino a complicar aún más las cosas.

A “Café-Bar Cinema” entraban muchos y muy diferentes clientes, a lo largo del día. Y de la noche. Era lo bueno que tenía abrir desde bien temprano, por la mañana, hasta bien tarde, por la noche. Muchos de ellos iban en grupo, en pareja y, desde que no se podía fumar en los locales cerrados, hasta en familia.

Pero otros muchos iban solos. Y no solo porque, como Luis, fueran solitarios vocacionales, sino porque en aquella barra se sentían a gusto y reconfortados, haciendo un alto en el camino de sus vidas llenas de tensiones laborales, discusiones familiares o angustias económicas.

Cuando Estrellita se decidió a montar su local tuvo clara una cosa: allí dentro, el tiempo tenía que transcurrir más despacio que fuera. Si no, no tenía sentido. “Café-Bar Cinema” tenía que ser la isla a la que llega el náufrago, el oasis en el desierto, la gasolinera del conductor de fondo. Pero, además y sobre todo, el objetivo era que el cliente no quisiese ser rescatado por un barco y que, allí sentado, no tuviera ganas de continuar la ruta. Que volviese, o sea.

Y, desde luego, si empezaba a correrse el rumor de que allí se drogaba a la gente para anularle la voluntad y, después, desvalijarla, violarla o lo que fuera que hacían con ella; mal iban a irle las cosas.

Por eso, que Rosita hubiera entrado por la puerta y que Antonio estuviera enfangado con ella en una de sus habitualmente estúpidas e inanes discusiones, no era lo que más apetecía a Estrellita.

– Antonio, o cierras el pico ahora mismo o llamo a tu mujer y pongo el manos libres para que escuche la edificante conversación que estás manteniendo con Rosa.

Y, sin darle tiempo a siquiera intentar encontrar una réplica, se volvió hacia la interpelada:

– Y tú, empieza a explicarte pero ya.

– Eso. Explícate y convénceme de que no será necesario tomarte declaración en comisaría, con llamada al abogado de turno incluida…

Sin que nadie se hubiera percatado, enfrascados todos como estaban en la efervescente discusión entre Estrellita, Luis y Rosa; el inspector López había entrado en el Cinema y se había sentado en la barra, muy cerquita del mogollón.

Veamos cómo íbamos el 4 de abril de 2008, 2009, 2010 y 2011.