¿Cagada monumental o serpiente de verano?

Hoy escribo el siguiente artículo en IDEAL, airado e iracundo, sobre la cuestión del derribo del edificio en que pudo haber vivido Federico García Lorca con su familia.

En las últimas horas, sin embargo, se cuestionan dos cosas fundamentales y a las que hay que añadir un PRESUNTAMENTE así de gordo:

 

  1. Que el edificio en cuestión no solo estaría en ruina y en peligro de derrumbe, sino que no tiene valor histórico ni arquitectónico alguno, quedando solo la fachada como elemento salvable.
  2. Que la familia de Lorca, Federico incluido, ni siquiera vivió allí.

 

Esta segunda premisa resulta curiosa, máxime, porque el propio ayuntamiento lo incluye en su web como lugar lorquiano o por las propias palabras de ayer mismo del concejal de Urbanismo del Ayto de Granada, hablando sobre la licencia de derribo, cuando dijo que confía «en que el hecho de que el inmueble fuera residencia de García Lorca sirva de «acicate» para el empresario que pretende actuar en el mismo”.

 

¿En qué quedamos?

 

En 2013, la Junta de Andalucía incluyó dicho inmueble entre los Lugares Lorquianos susceptibles de protección y catalogación. Finalmente, no fue incluido, por lo que ahora puede ser derribado.

 

¿Por qué quedó el edificio sin protección? Ahí radica la clave de este embrollo y sería bueno saber, exactamente, en qué quedó aquel expediente, para que no quede ni una sombra de duda y no tengamos que llorar, después, lo que se ha perdido de una vez y para siempre.

 

Y ahora, la columna:

 

Lo de echar abajo la casa de García Lorca es inconcebible, un despropósito y un sinsentido que, si llega a ocurrir, obligará tanto a la Junta de Andalucía como al Ayuntamiento a dar muchas explicaciones.

El domingo empezaron a circular por las redes fotografías del antiguo (y cerrado) hotel Montecarlo, con la advertencia de que va a ser derribado con licencia del ayuntamiento. Y en ese inmueble, sito en la Acera del Darro número 46 y uno de los pocos edificios históricos que perviven en el entorno de Puerta Real, vivió la familia de García Lorca, incluyendo a Federico, varios años.

 

Aunque no quería creerlo y estaba seguro de que la cosa no podía ser así, resulta que sí. Que va en serio. Tanto, que el concejal de Urbanismo del PSOE, Miguel Ángel Fernández Madrid, se marcó ayer un inenarrable Poncio Pilatos para justificar la concesión de la licencia de derribo, con el argumento de que la Junta de Andalucía descartó considerar dicho inmueble como bien de interés cultural en su momento, por lo que “confía en que el hecho de que el inmueble fuera residencia de García Lorca sirva de «acicate» para el empresario que pretende actuar en el mismo”.

Explicar lo que supone dar permiso para derribar el que fuera hogar de García Lorca, se me hace cuesta arriba. Es tan absurdo y tan surrealista que no me voy a molestar. Baste recordar que Málaga, esa vecina tan incómoda como agraciada, a la que no nos cansamos de mirar, ha convertido en icono a un Picasso que salió de allí a los diez años de edad y apenas volvió a pisarla. Está documentado que regresó un par de veces, en vacaciones, a pasar unos días.

 

Y que, a los diecinueve años, tuvo que solucionar los trámites burocráticos que le permitieron librarse de hacer el servicio militar. Desde entonces, jamás regresó a esa Málaga que hoy aprovecha el tirón internacional de la figura de Picasso como indudable reclamo turístico, con su casa natal convertida en Museo.

Mientras, en Granada, Junta de Andalucía y Ayuntamiento, ambos del PSOE, van a permitir que se derribe un inmueble señero de la biografía de Lorca. ¿Se imaginan, si hubiera estado el PP por medio, la que se habría armado? Una cagada tan monumental, tan simbólica, no hay llegada del Legado de Lorca que la justifique.

 

Jesús Lens