Black Mirror 2

El principal problema de la segunda temporada de Black Mirror es la primera temporada de Black Mirror.

black mirror

Me explico.

Cuando vimos aquel episodio del cerdo, se nos desprendió la mandíbula y nos descubrimos, babeando, con la mirada fija, incrédula, sellada a la pantalla de la televisión.

¿Qué demonios era aquello? ¿Podía ser cierto? Recuerdo que cogí el móvil y empecé a preguntar, a diestro y siniestro.

¿Qué es “Black Mirror”?

Y recibí, como respuesta, un nombre. Brooker. Charlie Brooker.

black mirror cerdo

La primera temporada de “Black Mirror” fueron tres intensos episodios largos, en los que se planteaban tres diferentes escenarios de tecnología ficción, pero muy cercanos en el tiempo y en el espacio y, por lo tanto, brutalmente creíbles. Hasta demasiado, a decir verdad. Por eso, quizá, daban tanto miedo.

¿Miedo?

No. No era miedo, en el sentido terrorífico de la expresión. Era temor. Inquietud. Desasosiego. Por la pregunta que todos nos hacíamos, mientras veíamos esos tres episodios. ¿Y si fuera verdad?

El terror es precisamente eso: que sea posible.

Como no soy persona de spoilers y sé que hay gente que aún no ha visto nada de Black Mirror, no diré nada sobre los argumentos de tres episodios largos, absolutamente independientes y autoconclusivos.

¡Cruzad al otro lado del Espejo Negro, aunque seáis reacios a las series! En realidad, “Black Mirror” es la serie menos serie que he visto nunca.

La soledad, ¿era eso?
La soledad, ¿era eso?

Sí podemos decir que la segunda temporada mantiene el nivel de la primera. Solo que ya no causa la misma sorpresa y perplejidad: los tres episodios que la componen abundan en los argumentos que ya nos dejaron patidifusos en BM-1: el exceso de la tecnología, los abusos de las Redes Sociales y la despersonalización de la vida, la deshumanización de la sociedad.

Tras las elecciones italianas, por ejemplo, el episodio protagonizado por Waldo no solo nos parece posible, sino más que probable. ¿Y el capítulo del Oso Blanco? ¡Por favor! ¡Era cierto! ¡Era siniestro! ¡Era terrible! Es de un refinamiento y una crueldad absolutamente descomunales, una total y legítima manipulación del espectador, que termina el capítulo, nuevamente, entre indignado, anonadado y sobrecogido.

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De verdad. Hay que ver “Black Mirror”.

Y luego quedar para hablar de ella.

Pide, a voces, una buena tertulia.

A la vuelta de Semana Santa, lo organizamos.

¿Hace?

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Y ahora, a ver los 21 de marzo de 2008, 2009, 2010, 2011 y 2012.