65 HORAS NI DE COÑA

Dejamos la columna de IDEAL. Reivindicativa, en línea con la del viernes pasada: Doblada

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Echando cuentas, vengo a trabajar unas nueve horas diarias de media, fines de semana incluidos, lo que hace un total de 63 horas semanales. Las hay que trabajo más, con sesiones de hasta catorce diarias sentado frente a éste u otro teclado de ordenador. Pero, excepción hecha de las treinta y pico de horas semanales a que me obligan un contrato, el resto las echo única y exclusivamente porque quiero y me da la gana, no necesitándolas para pagarme las habichuelas.


Escribo y escribo hasta que los dedos se me caen a trozos porque me gusta, porque me provoca sensaciones y porque me hace sentir bien. Escribo para el periódico, para mi bitácora, para revistas tradicionales y digitales. Escribo relatos y cuentos cortos. Escribo prólogos para los libros de los amigos, introducciones, estudios, ensayos, etcétera.

Ahora bien, si alguien me obligara a hacerlo, seguramente dejaría de hacerlo. Por eso me solidarizo con la campaña Anti65 horas, que está teniendo bastante repercusión vía Internet, aunque los grandes medios de comunicación ni se hayan dado por aludidos, tan concentrados están en la Eurocopa y en las paridas gramaticales de la Ministra Aído. O Aída.

Parece que en España no preocupa excesivamente el tema de las 65 horas, convencidos de que, gracias a ZP, estamos a salvo del salvajismo neoliberal europeo. Lo malo es que nuestro país empieza a ser como la pequeña aldea gala de Astérix y Obélix: el último reducto de un socialismo en franco retroceso continental.


Una pregunta: ¿cuesta lo mismo a un empresario tener contratado a un trabajador por 60 horas semanales que a dos por 30? Por supuesto que no. Pensemos, sencillamente, en la seguridad social, las vacaciones, los permisos, etcétera. Entonces, cuando en toda la Europa comunitaria del Este -y no tan del Este- las empresas empiecen a producir bienes y servicios en base a las 60 horas, ¿qué pasará con la ya maltrecha productividad de nuestra economía? Pues que será insostenible y que el salvapatrias de turno, revestido con halo de santidad, nos vendrá con el cuento de que para mantener los puestos de trabajo, hay que echar más horas.

Mientras las grandes multinacionales han utilizado multiplicadores de muchos miles de ceros a la hora de contabilizar sus beneficios, los trabajadores gozamos cada vez de menos derechos y menos garantías. Y no nos consolemos con el célebre “Spain is different”. Baste recordar la cita del pastor Martin Niemoeller, erróneamente atribuida a Bertolt Brecht, sobre los nazis y cómo se hicieron con el poder: “Primero vinieron a buscar a los comunistas, y yo no hablé porque no era comunista. Después vinieron por los socialistas y los sindicalistas, y yo no hablé porque no era lo uno ni lo otro. Después vinieron por los judíos, y yo no hablé porque no era judío. Después vinieron por mí, y para ese momento ya no quedaba nadie que pudiera hablar por mí.”

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

PD.- Para firmar contra las sesenta y cinco horas, pinchar en este enlace.

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