La fragilidad de la memoria

Dentro de las procelosas aguas de Netflix, ese vasto y tempestuoso océano, hay una pieza singular que los amantes del Gótico-Noir no pueden dejar pasar: “Tabula Rasa”.

Se trata de una serie muy especial, en primer lugar, por su origen: flamenco. Decir que se trata una producción muy flamenca nos permite jugar con el doble sentido de la expresión: lo muy chula y atractiva que es y… su filiación idiomática, que se trata de una serie belga filmada íntegramente en uno de los dialectos del neerlandés que se hablan en Flandes.

Efectivamente, “Tabula Rasa” es una serie muy chula. Adictiva, como dirían los publicistas del ramo. Que te atrapa y ya no te suelta. Una serie basada en un personaje, Mie, sobre el que gravita toda la trama.

A Mie la descubrimos ingresada en un hospital psiquiátrico, al comienzo de la historia. Un hombre ha desaparecido y ella puede saber qué le ocurrió. El problema es que Mie está aquejada de una extraña enfermedad: amnesia anterógrada.

Un suceso traumático acontecido meses antes provocó un cortocircuito neuronal en Mie, que no puede fijar nuevos recuerdos en su cerebro. Se acuerda de lo que ocurrió hasta ese fatídico día, pero desde entonces, su memoria hace tabla rasa con todo lo que acontece en su vida. Así las cosas, reconoce a su hija, a su marido, a su hermana o a su madre, pero no puede fijar en la memoria un nuevo rostro. Ni recordar nada de lo que pasó ayer. O antes de ayer. O el otro.

Bucear en los recuerdos de la paciente y tratar de que aflore la verdad es el reto al que se enfrentan los médicos del psiquiátrico. Sobre todo, porque la policía sospecha que Mie puede estar directamente involucrada en la desaparición de un tipo… al que ni siquiera recuerda.

La trama sigue líneas paralelas entre el presente y el pasado. El espectador va sabiendo cosas a medida que Mie las va recordando y anotando en un cuaderno que se convierte su ancla. Fogonazos. Chispazos. Imágenes sueltas… que es necesario conectar.

Decíamos que “Tabula Rasa” es un Gótico Noir: además de ese inquietante psiquiátrico, Mie, su marido y su hija se mudan a una vieja casa de campo. Un antiguo caserón familiar de madera en el que crujen todas y cada una de las tablas, con su sótano y su desván, como exigen los cánones. Con las ventanas que se quedan abiertas y el aire meciendo las cortinas, lo que permite a sus moradores justificar cualquier suceso extraño con el socorrido “habrá sido el viento”. Y ocurren cosas raras en la vida de Mie. Muchas y muy variadas.

Así las cosas, “Tabula Rasa” es una de las series más atractivas de Netflix. Llegó sin hacer el ruido de otras y se convirtió en una de las grandes sorpresas de la primavera. Sobre todo, por el sensacional trabajo actoral de la actriz protagonista, Veerle Baetens, co-creadora de la serie junto a Malin-Sarah Gozin. Y por los giros y sorpresas de una trama que, por momentos, dejarán descolocados a los espectadores ¡Babeando y con la boca a abierta, incluso!

Los buenos cinéfilos aficionados al Noir, al leer lo de la amnesia anterógrada, seguro que se han acordado de una película mítica: “Memento”, de Christopher Nolan, del que hablamos en esta sección con motivo de la publicación de la monografía dedicada por el profesor de la UGR, José Abad, a uno de los cineastas más importantes del momento. (Lee AQUÍ)

En aquella película, el personaje interpretado por Guy Pearce llegaba a tatuarse en su cuerpo las palabras clave, los mensajes que no podía permitirse olvidar; además de usar notas, fotografías, post it y pintadas como recursos memorísticos.

No es fácil investigar la muerte de tu mujer, cuando eres incapaz de recordar nada y, cada pista que encuentras, se puede perder como lágrimas entre las gotas de la lluvia, si no la dejas bien anotada. Y contextualizada. Porque muchas veces, los mensajes que Leonard se deja a sí mismo resultan ambiguos y difíciles de interpretar.

Y si hablamos de pérdida de memoria, es obligatorio recordar la célebre “Spellbound” de Alfred Hitchcock, “Recuerda”, tal y como fue estrenada en España y en la que Salvador Dalí diseñó los decorados para la onírica secuencia en que unos sesudos doctores trataban de desentrañar los sueños del personaje interpretado por Gregory Peck, aquejado de una amnesia total… y sospechoso de haber cometido un asesinato.

¡Qué impotencia, que te acusen de haber cometido un delito, y ser incapaz de acordarte de nada! Y qué sospechosa, para la policía que investiga, la súbita pérdida de memoria de las personas involucradas en la comisión de un delito.

Vean “Tábula Rasa”, “Memento” o “Recuerda” y disfruten de magníficas historias que nos recuerdan qué frágil es la memoria y qué privilegio es tenerla como la de un elefante.

Jesús Lens

The Terror

El género histórico que más me gusta es el que funciona en un plano doble y, además de contarnos lo que ocurre en el pasado, nos sirve para interpretar el presente, dándonos claves y pistas que nos permitan conectar flujos del tiempo.

Tomemos como ejemplo la serie “The Terror”, una de las mejores que hay ahora mismo en las plataformas digitales. Basada en hechos reales y partiendo de una popular novela de Dan Simmons, cuenta la historia de dos barcos de exploración polar ingleses que, en su búsqueda del Paso del Noroeste, quedaron atrapados por los hielos árticos allá por 1845.

Como aquellas expediciones se sabía cuándo comenzaban, pero era imposible de prever cuando terminarían, los barcos llevaban comida para tres años, entre otros adelantos y comodidades. Pero hubo un problema: la Armada, para “ahorrar”, aceptó la oferta más baja en la contratación del suministro alimenticio y las latas de carne resultaron estar defectuosas, mal selladas y con restos de plomo, lo que hizo enfermar -y a la postre, morir- a muchos de los expedicionarios.

Y luego está ese tipo insidioso y malmetedor que se pasa todo el tiempo conspirando y poniendo a una parte de la tripulación en contra de la otra. Un sujeto que no duda en hacerse castigar para conseguir el favor de los más cándidos e impresionables; en mentir para ganarse a los más crédulos y en prometer prebendas y tesoros, para asegurarse en concurso de los más codiciosos.

Un individuo rastrero y manipulador, sin escrúpulos ni moral, que aprovecha las debilidades del sistema para tratar de dinamitarlo y volatilizarlo, caiga quien caiga y cueste lo que cueste. Y todo ello, por la consecución de una quimera absurda y en busca del propio beneficio, exclusivamente.

Un iluminado con dotes de orador que sabe meterse a la gente en el bolsillo y que no tiene empacho en mentir y tergiversar la verdad, con el único fin de salirse con la suya.

Corrupción, amaños de concursos públicos, contaminación, delirios de grandeza, racismo, tradición paralizante, errores monumentales, mentiras y manipulación. De todo ello hay, entre otras muchas cosas, en “The Terror”. Ojo, hay personajes que encarnan valores positivos, lógicamente. Que no todo va a ser tan crudo y descarnado. Pero no me digan que, a medida que leían, no le iban poniendo nombres y apellidos de personas cercanas a las situaciones planteadas.

Jesús Lens

Entre artesonados y mocárabes

Me ha vuelto a ocurrir. El pasado fin de semana. Fue necesaria la visita de una amiga a Granada para que me decidiera a caminar por mi propia ciudad, mirándola con ojos de viajero.

Elisabeth, hija de mis queridos y añorados Rebeca Murga y Lorenzo Lunar, brillantes escritores cubanos de Santa Clara, pasó el fin de semana en nuestra ciudad y, además de pasear por la zona de expansión de la Granada del siglo XXI, el PTS y el Zaidín; visitamos el Centro, por supuesto. El histórico… y el otro. El Centro de toda la vida. Ese Centro por el que siempre transitamos entre las prisas y las bullas.

Quiso la casualidad -o no- que entráramos en dos edificios en los que había estado pocos días antes por cuestiones puramente profesionales. En primer lugar, la Madraza. Aprovechamos una visita guiada al edificio, tranquila y relajada, que nos permitió contextualizar la enorme belleza de uno de los espacios emblemáticos de la UGR: la primera universidad de nuestra tierra, que data de 1349, de los tiempos de Yusuf I.

El artesonado del Salón de Caballeros quita el hipo. La hipnótica contemplación de la armadura de madera ensamblada, del siglo XIV y origen mudéjar, puede provocar tortícolis. Pero es que los mocárabes policromados del Oratorio, además de elevar la vista hacia el cielo, conducen el alma al paraíso.

Y tenemos el Corral del Carbón, frente con frente con la Alcaicería, el antiguo mercado de la seda… convertido hoy en infernal muestrario del Kitsch turístico más desbocado.

Siempre que voy a este singular edificio, lo hago acelerado, para comprar unas entradas del Festival de Música y Danza o recoger el programa de Cines del Sur. Entrar, resolver y salir. Pero, ¿han reparado ustedes en la joya que es la portada de ese edificio? Sus yeserías, la bóveda de mocárables -otra vez- la decoración cúfica… Y el interior, por supuesto.

Si la Madraza fue la primera Universidad de Granada, el Corral del Carbón fue una posada, el caravanserai al que arribaban los comerciantes que, después, comprarían y venderían sus productos en el mercado. Otro día hablamos de esos espacios que, para mí, tienen resonancias viajeras, aventureras y épicas. Caravansar…

Quedémonos hoy con un sencillo propósito: alzar la vista. De vez en cuando, levantar la mirada y sorprendernos con las maravillas que nos regala nuestra Granada histórica.

Jesús Lens

10 días mal contados

Ni que decir tiene que Pedro Sánchez no va a gozar del beneplácito de los famosos 100 días desde que, llegado al gobierno, se le empiecen a exigir resultados. Ni 50. Ni un mes. Es que ni 10 días mal contados, que ya hay memes que se muestran cansados de su eterno gobierno y regionalistas de la Andalucía Oriental exigiéndole la reconexión ferroviaria por Moreda y el AVE soterrado. ¡Y sin tener un ministro contra el que enfrentarse y al que acusar de desidia y desinterés por Granada, oigan!

Es normal, por otra parte. La legislatura de Sánchez se prevé tan breve -la ruptura de España por culpa de la Falla de San Jordi, la desestabilización provocada por el terremoto los mercados, la explosiva bulimia de la Prima de Riesgo, el Apocalipsis Zombi…- que más le vale apurarse y empezar a hacer cosas. Que la subida de un 3% del IBEX-35 tras dos días de Gobierno Frankenstein es un sibilino engaño, una artera añagaza, un truco ventajista para que nos confiemos, antes de que Maduro y algún Ayatollah iraní se hagan con Economía y Asuntos Sociales. Y Rufián con Exteriores. ¡Ah no, que Rufián ya ha tildado de vergüenza que sea Borrell!

La gran perrería para Sánchez va a ser lo del PP toqueteando los presupuestos en el Senado. Más que nada porque, al nuevo gobierno del PSOE, tirar del 2018 con los presupuestos de Rajoy le venía de fábula: las reclamaciones por la inacción, al maestro armero. Que, en este caso, es bicéfalo: Montoro por hacer los presupuestos y Rivera por obligar a Sánchez a depender del PNV.

Sin embargo, si el PP empieza por toquetear sus propias cuentas, todos los demás partidos se van a sentir legitimados para tratar de meterles mano y, de aquí nada, veremos a gente muy poco reivindicativa hasta la fecha exigir a voz en grito el AVE para antes del verano, su entrada soterrada para septiembre, las canalizaciones de Rules para otoño y el Gran Espacio Escénico para disfrutar del Mesías, en Navidad.

Entrada del AVE por la zona del Estadio dela Juventud. Foto: Ramón L. Pérez

Metro para toda el área metropolitana en enero, el parque periurbano de la Vega en febrero, espigones en las playas para Semana Santa, el teleférico para la Sierra -con parada en la Alhambra- para el verano, cien conexiones aéreas transoceánicas en el aeropuerto y, en Pitres, Puerto de Mar.

Jesús Lens

Pantallas apuntando al Sur

Ya ha comenzado Cines del Sur. Las primeras proyecciones arrancaron ayer y la inauguración se desarrolló en el Palacio de Carlos V con la película argentina “Traslasierra”, del cineasta Juan Pablo Saisaín. ¿Les suenan la película o el director? A mí tampoco. Y precisamente eso es lo mejor de este festival: te permite descubrir joyas que ni sabías que existían de cinematografías ignotas y sorprendentes.

Existen dos tipos de festivales: los que tienen presupuestos altísimos y se pueden permitir contar con luminarias del mundo del espectáculo que, por sí mismas, arrastran a las masas; y los más modestos, basados en el buen hacer de sus responsables y programadores, en cuyo criterio, trabajo y experiencia deben confiar los espectadores, sabiendo que no les defraudarán sus propuestas.

Tomemos como ejemplo el ciclo que presentamos esta tarde en el Teatro CajaGranada, a las 18 horas: “Lo mejor de África”. ¡Ahí es nada! Ocho películas que han pasado por el Festival de Cine Africano de Tarifa a lo largo de sus quince años de historia y sobre las que nos hablará Mane Cisneros, su directora. (AQUÍ, la programación)

Películas de países como Islas Mauricio, Etiopía, Chad, Senegal, Ruanda, Marruecos, o Túnez; algunos de los cuáles, difícilmente sabríamos situar en un mapa. Películas que, precisamente, nos van a servir para conocer un poco más y mejor la realidad social de su entorno, a través de las historias que nos cuentan sus directores y guionistas.

Ha comenzado una semana de proyecciones de cine diferente y poco habitual. Cine filmado, en muchas ocasiones, con precariedad de medios. Pero siempre con talento, ilusión, imaginación, coraje, valentía y compromiso. Y, lo más importante: buen cine. Porque Mane Cisneros es una autoridad en lo que al cine africano se trata y, para seleccionar las ocho perlas que, desde hoy, se proyectan en el Teatro CajaGranada, ha visto miles de películas a lo largo de su vida.

Confíen en la experiencia de Mane y del resto de programadores de Cines del Sur y déjense conducir por un viaje de descubrimiento y fascinación a otras filmografías. Abran sus mentes. No comparen de acuerdo a los estándares al uso y abandonen por unos días la trillada cotidianeidad de Netflix o la aparatosidad del cine industrial norteamericano: cuando pasen estos diez días y despertemos, esos colosos seguirán ahí, incólumes e impertérritos, mientras que nosotros habremos ampliado fronteras.

Jesús Lens