1001 Granadas

El lema es “Granada, mil y una”, que conste. Pero el 1001, así en número, además de resultar más vistoso, cabe mejor en el cajetín del titular de esta columna.

Lo diré desde el principio: me encanta. Me encanta ese “Granada, mil y una” que la Diputación ha lanzado como lema turístico. Me gusta la idea, lo que evoca y su ejecución. Y me parece un acierto su adaptación al inglés: “Granada, one thousand and one”; y al francés: “Granada, mille et une”.

Además de rememorar a uno de los clásicos de la literatura universal y de recuperar la tradición árabe de nuestra historia, el lema tiene resonancias exóticas y misteriosas. ¡Y deja pequeño al famoso “Andalucía solo hay una”! Granada es una, efectivamente, pero en esa una, caben mil: la Costa, la Sierra, la Alpujarra, las Badlands, las Cuevas, la Alhambra, el Albaicín…

Lo tengo muy escrito: todo el mundo ha venido a Granada. Pero todo el mundo quiere volver. A nada que le demos una excusa, que le hagamos una oferta que no pueda rechazar, la gente vuelve a nuestra tierra. De ahí el acierto y el potencial del lema acuñado por la Diputación.

Les voy a confesar una maldad: cuando vi la noticia en la web de IDEAL, pinché en el enlace más blandiendo un cuchillo que pulsando el ratón. Entré a husmear con suspicacia y mala uva. Pero no hubo nada que hacer. De hecho, que el coste total de la puesta en marcha de esta imagen ascienda a 8.500 euros, me parece ajustado hasta por demás.

Me sentí mal conmigo mismo cuando me descubrí en actitud beligerante, antes siquiera de ver la nueva imagen. Una cosa es tener una actitud crítica frente a la realidad, algo que considero imprescindible para la buena salud democrática de la sociedad; y otra muy distinta sospechar de todo y de todos, por defecto y a priori.

Es cierto que, lo que vende, lo que gusta y espolea nuestros más bajos instintos; es la crítica feroz, la oposición contumaz y, llegado el caso, el insulto y el vituperio. Siempre hay cosas mal hechas, declaraciones inapropiadas y actuaciones desafortunadas sobre las que explayarse. E, insisto, escribir a la contra, resulta esencial.

Sin embargo y de vez en cuando, por mucho que haya quien sospeche del columnismo en positivo, hay que decir: chapeau!

Jesús Lens

un campo oscuro

Me bloqueé justo después de que lo hiciera mi ordenador. Eran tantas pestañas abiertas a la vez, con el minuto y resultado de la Liga de la Corrupción, y tan enredados entre sí los hilos de Twitter, que petó la máquina. Y, tras ella, peté yo, incapaz de dar abasto a tantos memes y crueles e ingeniosas muestras de humor negro a costa del PP.

Abrumado por el el peso de la pútrida realidad, desconecté todos mis dispositivos móviles y me fui al Centro Guerrero, a buscar refugio en la exposición multidisciplinar “un campo oscuro”, en la que colabora la Alianza Francesa de Granada y basada en “la relación problemática entre la imagen y la escritura, entre mirar y leer”. Textos contra imágenes, efectivamente. Y viceversa.

Mientras veía la complicada y compleja muestra comisariada por Óscar Fernández, me acordé de la impresión que me produjo, durante un viaje a China, descubrir la cotización que podía alcanzar la obra de los mejores maestros calígrafos, auténticas piezas de coleccionista en las que el texto y la imagen van -literalmente- de la mano.

Llaman la atención, en “un campo oscuro”, la poesía visual de Mallarmé, la defensa de la “poesía pintada” de Juan Ramón Jiménez o la obra simbólica de Magritte. El radicalismo del tachado de Fernando Millán o el carácter tan paradójicamente destroyer del constructivismo ruso.

Personalmente, me resultaron sugestivas las golosas obras de Greta Alfaro: páginas con textos acerca de la relación entre palabra e imagen, arrancadas de diferentes libros y cubiertas con azúcar cristalizada. Y me fascinaron las hojas de periódico con los espacios dedicados a las fotografías convertidos en rectángulos negros y/o de color, lo que le daba todo el protagonismo al texto o, como en el caso de “Lament of the images”, al tan poco valorado y siempre imprescindible pie de foto, un tema sobre el que deberíamos reflexionar.

Y luego está, por supuesto, “Broadway by light”, de William Klein y que pasa por ser la primera película pop de la historia del cine, un cortometraje de 12 minutos en el que el protagonismo absoluto es para los neones de Nueva York, la ciudad más fascinante del mundo.

 

Neones que invitan a la gente a sumarse a la fiesta. ¿Cómo no entrar a ver esa película, esa obra de teatro o ese musical que se anuncia con tanto brillo, luz, color y esplendor?

¡Como la vida misma, oigan!

Jesús Lens

Perder / dejar pasar el tren

Lo bueno del esperpéntico fomento de la desconexión ferroviaria que practica el gobierno del PP es que, en Granada, ha nacido toda una generación de chavales para los que el tren es un elemento más de la fantasía y la ciencia ficción.

¿A quien le interesan las naves espaciales y los extraterrestres, pudiendo fantasear con la posibilidad de un tren?

Por no hablar de la cuestión del lenguaje, que esa misma chavalada no tardará de preguntarse por el sentido de determinadas expresiones. Por ejemplo, ¿qué quieren decir los medios de comunicación cuando hablan del tren de vida que llevaban Bárcenas y la cúpula del PP? ¿A qué se refiere Menganito, cuando dice que Fulanito está como un tren? ¿Qué sentido tiene la expresión “a toda máquina”?

Dicen que la gente de Fomento, por curarse en salud -otra expresión que, con los recortes, lo mismo hay que repensarse- va a renovar el contrato con los autobuses a Antequera hasta 2019. Pienso que ha llegado el momento de hablar con Renfe para que regale billetes combinados de Bus + AVE a las familias granadinas con hijos nacidos a partir del 2015, de forma que, antes de alcanzar la edad para hacer la Comunión, reciban su bautismo como usuarios del tren.

Pero sigamos pensando en diálogos surrealistas:

-Mami, mami: ¿por qué me ha dicho el profe que hay trenes que solo pasan una vez en la vida?

-Papi, papi, a Andresito le ha dicho su primo que no pierda la oportunidad de subirse a ese tren en marcha…

Empiezo a pensar que los programadores de cine tenemos una responsabilidad con la sociedad granadina, que deberíamos plantear un ciclo de películas cuya acción transcurra en trenes, a modo de arqueología cinéfilo-sentimental…

Hay un par de expresiones de raigambre ferroviaria, sin embargo, que nuestros chavales sí podrán entender: perder el tren de la modernidad y dejar pasar el tren del progreso. Esas, siendo granadinos, las comprenderán a las mil maravillas.

A todo esto, el PP local y andaluz, ¿qué opinan de la desconexión ferroviaria, más allá de culpar a Pepiño Blanco?

Jesús Lens

Más millones, más. Más millones para Tomás

Había terminado de escribir la columna de ayer sobre la Liga de la Corrupción capitaneada por el PP (la podéis leer AQUÍ) cuando se hizo pública la noticia de que el Tribunal Supremo no admite a trámite los recursos interpuestos en el asunto del Nevada y, por tanto, la Junta tendrá que pagar a Tomás Olivo 165 millones de euros.

Lo mejor de todo es que la Junta ha señalado que lo hizo todo bien en ese tema. Que actuó correctamente. Y lo mantiene, con cara de cemento armado, a sabiendas de que sus servicios jurídicos ni siquiera comparecieron a una de las sesiones en las que se ventilaba el asunto.

No me consta que por semejante despropósito haya dimitido nadie. Ni que se hayan depurado responsabilidades por la manifiesta negligencia con la que se condujo el asunto. Lo que sí me consta es la lista de cosas que se podrían hacer con 165 millones de euros. Me consta a mí y a cualquiera que tenga la calculadora del móvil a mano. A la gente de Podemos, por ejemplo, que ya ha hecho una inmejorable disección de la hipotética utilidad práctica de esos 2.7225e10 millones de pesetas: he intentado hacer la traslación y la aplicación me ha petado.

¿Cuántos votos para Podemos y Ciudadanos habrá supuesto la actualidad informativa del pasado martes, con el PP chapoteando en la corrupción y el PSOE que gobierna la Junta de Andalucía poniendo en bandeja de plata 165 millones de euros a Tomás Olivo? Que mucho pleito y mucha gaita, pero el Nevada ahí está, en mitad de la Vega, amasando cantidades ingentes de dinero… sin que su apertura se haya notado un ápice en los insoportables niveles de desempleo de esta provincia. ¿Dónde están los miles de puestos de trabajo que iba a generar? Eso sí: el Metro impulsado por la Junta, bien que tiene una parada en su puerta.

No hay himnos rancios ni nacionalismos patrioteros que, ante este panorama, vayan a parar a Ciudadanos. Tampoco hay casoplones incoherentes ni hipotecas castrantes que, visto lo visto, puedan hundir el suelo de Podemos.

Jesús Lens

Leonardo Padura y el peso del tiempo

“Apenas se alejaron cien metros de la calle alguna vez asfaltada, los forasteros comprendieron que estaban trasladándose a otro universo, como si hubieran atravesado un hoyo negro hacia una dimensión diferente del tiempo y el espacio. Estaban penetrando en el territorio que Conde bautizó como el mundo de los invisibles”.

Hay mucho de viaje en el tiempo, y no solo metafóricamente hablando, en la novela más reciente del maestro cubano Leonardo Padura, galardonado con el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2015 y al que tendremos el privilegio de escuchar en Granada, el próximo lunes 28, a las 19 horas, en la Librería Picasso.

“La transparencia del tiempo” se titula una novela que, publicada por Tusquets, como todas las anteriores de Padura, podemos empezar a contar (casi) por el final. Pero sin fastidiarle nada, estimado lector. Porque la novela (casi) termina con una fiesta de cumpleaños. Y es que Conde, el personaje por antonomasia del policial cubano, cumple 60 años. Y si 20 años son toda una vida, no les digo ya lo que deben ser 60…

Mario Conde, ex policía convertido en librero de lance, profesión a través de la que sobrevive a trancas y barrancas; es más consciente de todo lo que le rodea a medida que se va haciendo mayor. De ahí que el tiempo, además de ir pasando, le pese. Por ejemplo, cuando descubre esas barriadas de aluvión que han nacido en el entorno de La Habana, al modo de los bidonville africanos, pobladas por personas invisibles para el sistema, desplazados de todo el país que buscan su particular El Dorado en la capital… para terminar chapoteando en el barro.

Conde tendrá que visitar esas zonas marginales de La Habana durante su búsqueda de un objeto muy extraño que le han encargado localizar: la imagen de una Virgen de Regla. Una virgen negra sustraída de la casa de un antiguo compañero de estudios de Conde que, apelando a su vieja amistad, vuelve a poner en marcha al antiguo policía.

Y, como ya es tradicional en la novelística de Padura, una investigación del presente conduce al lector a un pasado, más o menos remoto. En este caso, siguiendo los pasos de la Virgen de Regla, haremos todo un viaje en el tiempo, comenzando por la Cataluña de la Guerra Civil, pasando por el Renacimiento y llegando hasta…

Como señala el propio Padura, “La trasparencia del tiempo” es una novela y debe leerse como tal. “Las realidades presentes y pasadas tienen sustentos históricos, contextos y escenarios reales, pero trabajados en función de su escritura y empleo novelescos”.

Eso sí: “los episodios del presente cubano están apoyados en un conocimiento vivo y en una indagación de una realidad que forma parte de mi propia vida y experiencia, aunque el procedimiento investigativo de la trama policial en que participa Mario Conde es pura ficción”, señala un Leonardo Padura que, efectivamente, no le pierde el pulso a la realidad cubana contemporánea.

Si son ustedes seguidores de esta sección, recordarán que hace unos meses escribíamos en El Rincón Oscuro sobre la adaptación al cine y la televisión de las primeras novelas de Padura protagonizadas por Mario Conde, cuando todavía era policía, señalando que La Habana que nos mostraba no es la de ahora, La Habana contemporánea. En su primera tetralogía, Padura nos describía la depauperada ciudad que, a comienzos de los años 90 del pasado siglo, tuvo que sobrevivir al conocido como Período Especial. (Lean AQUÍ)

Pero el tiempo pasa. Y, en “La transparencia del tiempo”, sí que transitamos por la capital cubana contemporánea. Y lo que vemos, a través de los ojos de Conde, da miedo: ¿y si la historia que persigue está “empeñada en mostrarle todas y cada una de las costras de una ciudad que, bien vista, parecía afectada de lepra”?

La clave de la mejor novela negra es precisamente esa: mostrar la realidad que se oculta tras la apariencia, bucear en los intersticios de una sociedad que siempre es más compleja y contradictoria de lo que a primera vista podemos pensar. Y Leonardo Padura es el mejor guía posible para conocer la realidad de una Cuba contemporánea en la que, como en casi todo el mundo, hay demasiado nuevo rico que parece mear colonia, por mucho comunismo que prediquen los voceros oficiales.

El mundo del arte vuelve a estar muy presente en una magnífica novela protagonizada por un Conde en estado de gracia: reflexivo, vulnerable y temeroso. Un Mario Conde que se pregunta por el sentido de la vida mientras se relaciona con traficantes de toda laya que viven en mansiones decoradas de acuerdo al minimalismo imperante. Un Mario Conde que no pierde sus referentes: Tamara, el Conejo, Carlitos o Yoyi; y que sigue escuchando a la Creedence mientras tumba botellas de ron.

Un Conde que vuelve a las andadas, en fin, “por curioso y, sobre todo, por comemierda, el componente psicológico que mejor expresaba su demodé sentido de la responsabilidad y de lo justo”.

Jesús Lens