Peste y virus

El virus que nos ocupa y nos preocupa estos días es el transmitido por Facebook a través de su Messenger, en forma de vídeo letal o falsa foto de perfil que clona cuentas y no sé cuántas otras maldades más.

Los otros virus, los de verdad, los de la gripe o la gastroenteritis que han dejado fuera de juego a miles de personas en las últimas semanas, nos inquietan mucho menos. Vienen con los fríos y ya se irán. Y al pobre agraciado con ellos, sopita, sofá y manta, que tampoco es para tanto.

 

Se cumplen 100 años de la Gran Gripe que asoló el mundo tras la I Guerra Mundial, aniquilando a más personas que el propio conflicto bélico. Se trató de unas de las pandemias más letales en la historia de la humanidad, llevándose por delante a una cantidad indeterminada de personas, entre  50 a 100 millones de muertos. Del 3% al 6% de la humanidad. Que se dice pronto.

 

Ahora, a la gripe no lo concedemos mucha importancia, más allá de las incomodidades que provoca o de las jornadas de trabajo perdidas que conlleva. A la gripe normal, que cuando llegan amenazas como la de la Gripe A, todo es alarma, caos y desinformación.

Se me venía todo esto a la cabeza viendo la magnífica serie “La peste”, con una Sevilla asolada por una epidemia en cuya propagación, la corrupción tuvo mucho que ver. ¡Ay, el virus de la corrupción! Esa sí que es una cepa potente y bien arraigada, capaz de mutar y de adaptarse al signo de los tiempos. (Más sobre la serie «La peste», aquí)

 

Gracias a los avances en medicina y al poder preventivo de las vacunas, gran parte de las enfermedades infecciosas han quedado reducidas a un mero recurso narrativo para poner en marcha una serie histórica. También pueden servir como metáfora. Por ejemplo, las proféticas palabras de un médico, en la serie de Alberto Rodríguez: “La auténtica peste es la ignorancia. Eso es lo que verdaderamente acabará con el hombre”.

Cuando escuché esa sentencia me acordé de los Antivacunas, un colectivo de miserables ignorantes que van de listillos, modernuquis y tope guays. Para mí, son la hez, lo peor de lo peor: una panda de privilegiados egoístas que, con su insensata actitud y amparados en una supuesta libertad individual, se pueden convertir en una amenaza para la salud pública.

 

Jesús Lens

Fantasmas inesperados

Resulta sintomático que, desde que empezamos a oír hablar del caso de los trabajadores fantasma de Emucesa, la respuesta del PP haya sido que la denuncia tiene tufillo electoralista y que el PSOE no está legitimado para hablar de este tema. Será porque también tiene dados de alta a trabajadores incorpóreos en la seguridad social, cotizando por puestos de trabajos que no ocupan, debemos suponer. Pero si no median denuncias y pruebas…

El caso es que la denuncia, aquí sí, de Vamos Granada por la contratación irregular de personas vinculadas al PP en empresas como Emucesa que ni siquiera aparecieron por sus puestos de trabajo, ha pillado a traición a los populares, sin argumentario ni defensa alguna… al margen del consabido “y tú más”.

 

Es como si se tratara de una práctica tan habitual, lógica y normal que no mereciera ser explicada. Ni mucho menos justificada. Las cosas son así. Antes y ahora. Y punto. Un partido gana unas elecciones y lo suyo es que esa victoria electoral suponga la contratación inmediata de decenas y decenas de compañeros de fatigas a través de empresas, consorcios, fundaciones u observatorios.

Unas elecciones no se ganan solas y las arcas de los partidos dan para lo que dan. De ahí que empresas como Emucesa parezcan estar a su servicio, prestas y dispuestas a alojar a empleados fantasma que, como ni siquiera aparecen por allí, al menos no molestan ni hacen gasto, eso sí.

 

Que la cosa podría ser peor, con el empleado de turno haciéndose carne y ocupando despacho, mesa, ordenador, conexión a internet y teléfono; gestionando desde la concesionaria de los servicios funerarios los designios de tanto vivillo que anda por ahí suelto.

 

Los partidos políticos siguen siendo, en la España del siglo XXI, auténticos servicios de colocación de correligionarios, socios, familiares, amigos y conocidos. Por mucho que se nos llene la boca hablando de transparencia, concursos públicos, concurrencia, etcétera, etcétera; contrataciones como las de Emucesa demuestran que, para algunos, todo el monte es orégano.

Urge que el PP de una respuesta a la denuncia realizada por Vamos Granada. Pero una respuesta de verdad, argumentada y con sentido. No sirven ni las excusas ni los paños calientes. Ni las cortinas de humo. Y agradezcamos a Vamos Granada y a Marta Gutiérrez su atención a este tema y que lo haya denunciado con diligencia.

 

Jesús Lens

La Copa como poción

El año pasado no pude disfrutar de la Copa, que estaba participando en el festival literario Pamplona Negra, y me quedé con la espinita clavada. Una espina que por fin me pude sacar ayer. Pero mira que costó. ¡Hasta una prórroga fue necesaria!

Bien está lo que bien acaba, que el partido fue malo, técnicamente impreciso y plagado de fallos y errores por ambos conjuntos. Lo vi perdido un montón de veces, pero los jugadores no se rindieron y, con el apoyo del público, consiguieron solventarlo para deleite de 5.800 de los más de 6.300 espectadores que nos concitamos en el Palacio de los Deportes, que el medio millar de modélicos y señoriales aficionados de La Roda se tuvieron que conformar con ser finalistas.

Al final del partido, tras la entrega de trofeos, el letal base titular de La Roda, Carlos Noguerol, dejaba la cancha llorando a la lágrima viva. Como bien decía Mángeles, mi vecina de asiento, cuando una final es tan emocionante y sufrida, vibras por la victoria, pero no deja de darte penilla ver a los jugadores rivales derrotados, rotos y cabizbajos. Entre ellos, Javi Hernández, el que fuera jugador nazarí durante tantos años.

Las finales no se juegan. Se ganan. Y el CB Granada-Covirán ya tiene otra Copa en la buchaca, peleada a brazo partido en un ambiente alegre y festivo. ¡Qué gustazo, ver pasear por un Palacio de los Deportes abarrotado a tipazos como Fernando Romay o Jorge Garbajosa, leyendas vivas del deporte de la canasta, haciéndose fotos con todo el mundo!

No. No me voy a dejar embargar por los fantasmas del pasado ACB. Por pasados, pesados… y por tanto fantasma que tuvimos que padecer y soportar.

Con la Copa en el bolsillo, toca mirar hacia delante y asentar las tripas, recuperar a los lesionados, integrar al nuevo fichaje en la rotación y trabajar duro para que esos triples que tanto se resisten últimamente, vayan al aro con más acierto y precisión. Con un Wright desencadenado y un Alo Marín letal y decisivo en la prórroga, es hora de que el resto de jugadores recuperen la frescura de otras veces y, más liberados de presión, jueguen con alegría y determinación.

Nos espera la LEB Oro y esta Copa hay que tomarla, y beberla, como si de la poción mágica de Asterix se tratara.

Jesús Lens

Esperpento lorquiano

Hace unos días, el consejero de cultura de la Junta de Andalucía vino a Granada y se permitió pedir “altura de miras” con respecto al Legado de Lorca. ¿Sabía entonces lo del embargo instado por tres antiguas trabajadoras de la Fundación Lorca a quiénes se adeudan diez nóminas, y nos tomó el pelo… o no lo sabía y sencillamente pecó de soberbia? (AQUÍ, toda esa nueva información)

 

(Siento volver al tema, que toqué AQUÍ la semana pasada, pero es muy grave lo que está pasando)

Federico García Lorca escribió poesía, teatro cómico y dramático y hasta un guion de cine. No consta que el esperpento, sin embargo, estuviera entre sus géneros predilectos. ¿Será por eso que los encargados de velar por su Legado se hayan empeñado en protagonizar uno de dimensiones colosales?

Cuando pensábamos que lo habíamos visto todo, en la mejor estirpe de Hitchcock, un nuevo y sorprendente giro de los acontecimientos viene a dejarnos perplejos, otra vez. Y con cara de tontos. De imbéciles redomados. Tras intentar hacernos comulgar con los tres años de usufructo del Legado y los diez de patrocinio del Centro, tres trabajadoras a las que se les adeudan diez nóminas vuelven a sacarle los colores a la Fundación Lorca. (Al final, no fue declarado BIC, como señalamos AQUÍ)

Empieza a ser urgente e imprescindible saber quién es quién en el patronato de dicha Fundación y que papel han desempeñado en su deficiente e indignante gestión, más allá de la omnipresente -aunque invisible- presencia de Laura. ¿A qué se han dedicado los patronos de la Fundación Lorca a lo largo de todos estos años? ¿Quiénes son y a qué instituciones representan? ¿En qué papeles constan sus firmas y en cuáles no?

Ojito que el tema viene de lejos…

Más preguntas que me surgen, al calor de las nuevas informaciones sobre el embargo que planea sobre el Legado Lorca: ¿pagará La Caixa el dinero adeudado a las tres trabajadoras para que sus derechos sobre el mismo sigan incólumes? Quizá alguien podría plantearse que el patrocinio bancario del Centro Lorca se extienda sine die… siempre que se vayan haciendo cargo de todos los pufos pasados, presentes y futuros que sigan apareciendo.

Y la pregunta que nadie responde: ¿a qué se han dedicado los millones de euros que descuadran las cuentas de la Gran Capitana? Insisto: uno de los descuadres nos costará tres años de usufructo del Legado y el otro, diez años de patrocinio bancario del Centro Lorca. ¿Y la pasta? ¿Dónde está la pasta? ¿Y los patronos consentidores de este pifostio? ¿Quiénes son y qué dicen? ¿Acabará en pleito, como ya escribí en IDEAL hace dos años? Leer AQUÍ.

Jesús Lens

Cine o palomitas

Esta noche voy a ver, en casa, una de las películas españolas nominadas a los Goya. Me cuesta 3 euros, en taquilla. Más la parte correspondiente de la cuota mensual de la plataforma digital y el ADSL. Pongamos 5 euros, por redondear. ¿Sería lógico que le añadiera a esa cuenta el importe del queso de cabra de las RRR maraceneras y el jamón de Trevélez que pienso cenar mientras veo la peli? ¿Y el vino con el que pretendo regar dichos manjares? En ese caso, la joía película se me monta en 15 euracos largos y, a nada que lo piense, casi mejor no verla, salir de cañas y eso que me ahorro.

Leo las conclusiones del Observatorio Social de La Caixa sobre ocio y cultura, recién publicado, y me encuentro con personas que no van al cine porque es caro, entre la entrada, las palomitas, los refrescos y tal. Que prefieren gastarse la pasta en irse de parranda con los amigos. Otros encuestados señalan que no tienen interés alguno en ir a exposiciones, museos o al teatro. Y que no se plantean leer -ni mucho menos comprar- un libro a lo largo del año. Que no les llama la atención.

Lo tengo muy dicho y muy escrito: uno de los grandes dramas de nuestra sociedad fue, durante los años en que nos creíamos ricos, no haber conseguido educar a una sola generación de ciudadanos que sintieran la cultura como algo necesario e imprescindible en sus vidas. Ese es el gran fracaso de nuestra política educativa: que no fomentan la curiosidad ni estimulan el placer por la cultura, con tanto utilitarismo.

Guillermo Cabrera Infante tituló su biografía como “Cine o sardina” por una historia que nunca se cansó de contar: “En mi pueblo, cuando éramos niños, mi madre nos preguntaba a mi hermano y a mí si preferíamos ir al cine o salir a comer, con una frase festiva: ¿cine o sardina? Nunca escogimos la sardina. La vida se puede concebir sin sardinas, nunca sin el cine”.

Resulta triste que, en pleno siglo XXI y en un país desarrollado de la Europa comunitaria, haya cientos de miles de personas sin acceso a la cultura, que sigue siendo muy cara, efectivamente. Pero tampoco deja de ser triste que haya tanta gente que no conciba la vida sin palomitas, pasando olímpicamente del cine.

Jesús Lens