Estudios nutricionales

Jerry Seinfield ha vuelto. Literalmente. Ha vuelto al club The Strip en el que comenzó su carrera como humorista y el público que le recibió entre gritos entusiastas y estruendosos aplausos era mayoritariamente joven, guapo y encantador.

Jerry, que ya no peina canas porque se ha quedado prácticamente calvo, aprovechó para ironizar entre el antes y el ahora. Sobre lo que fuimos y lo que somos. Y arremetió, por ejemplo, contra un concepto del que jamás oímos hablar hasta tiempos recientes: la nutrición.

 

¡Y que pechá reír, oigan! Entiendo que para la gente más joven, el humor viejuno de los cuarentones que nos criamos sin móviles, sin consolas e incluso sin internet, pueda resultar tan cansino como aburridas nos parecían a nosotros las historias de la mili de los carrozas de entonces.

Pero, de verdad, lo siento. No puedo evitarlo: ¿no tienen ustedes la sensación de que se nos ha ido la pinza con el tema de la alimentación? Si uno le hiciera caso a los suplementos de Salud y artículos especializados de periódicos y revistas, lo mismo estaríamos gordos como cebollos, por comer tres veces a la semana todo lo que dicen que es bueno; que famélicos y en los huesos, si prescindiéramos de todo lo perjudicial para la salud.

 

Seríamos alcohólicos, dados los beneficios de la cerveza y el vino -de acuerdo con los sesudos estudios de ciertas universidades- pero también deberíamos ser abstemios, dados los graves riesgos de la ingesta de alcohol, según estudios igualmente inapelables de otros más o menos prestigiosos centros de estudios. Seríamos adictos al chocolate, dado que reporta la felicidad, a la vez que trataríamos de evitarlo como si de un Obeso Anticristo se tratara.

 

Al final, siempre que se habla de nutrición, acabamos llegando a una entente cordial: en el término medio se encuentra la virtud. Algo que, por otra parte, ya sabían nuestras madres, abuelas, bisabuelas y tatarabuelas, sin tantos estudios. Si no, la humanidad se habría extinguido hace siglos.

No me consideren un retrógrado anticientífico. Me parecen extraordinarios todos los estudios nutricionales. Sobre todo, los que terminan concluyendo que beber cerveza no solo no es malo sino que es beneficioso para el corazón y, además… ¡no engorda! Máxime si me animan a combinar la birra con una buena tapa. De morcilla, a ser posible. Que ya sabemos que la sangre es vida.

 

Jesús Lens