El cineasta y escritor Agustín Díaz Yanes, III Premio Granada Noir

El guionista y director de “Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto”, “Alatriste” y “Solo quiero caminar”, ganador de varios Goya, recogerá el galardón en el Teatro CAJAGRANADA el martes 3 de octubre

 

Con el patrocinio de Cervezas Alhambra, Agustín Díaz Yanes mantendrá un coloquio abierto con Jesús Lens y con el escritor Fernando Marías, en el que repasará su carrera, hablará de la relación entre la escritura y la realización cinematográfica y contará algunas de las claves de “Oro”, su más reciente película

La tercera edición del Festival Granada Noir, que se inaugurará el viernes 29 de septiembre y culminará el 20 de octubre con la presencia del maestro Petros Márkaris en el Centro Lorca, hará entrega de su III Premio al novelista, guionista y director de cine Agustín Díaz Yanes (Madrid, 1950), en reconocimiento a una carrera cinematográfica y literaria muy vinculada tanto al género negro y policial como al de aventuras.

 

Durante su presencia en Granada Noir y gracias al patrocinio de Cervezas Alhambra, Díaz Yanes asistirá a la proyección de “Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto”, el martes 3 de octubre en el Teatro CAJAGRANADA, y mantendrá un coloquio abierto con Jesús Lens, director de Granada Noir, y con el novelista y guionista Fernando Marías, durante el que hará un repaso a su carrera, hablará de la relación entre la escritura y la dirección cinematográfica y explicará algunas de las claves de “Oro”, su más reciente película.

Hijo de torero y licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid, Agustín Díaz Yanes fue crítico literario al mismo tiempo que daba clases y empezaba a escribir sus primeros guiones cinematográficos.

 

Suyos son los libretos de películas como “Baton Rouge”, una película de género negro estrenada en 1988 e interpretada por Antonio banderas, Victoria Abril y Carmen Maura; “A solas contigo”, “Demasiado corazón” o “Belmonte”.

 

Su salto a la realización cinematográfica llegó en 1995, cuando dirigió uno de sus guiones: “Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto”, una película fundacional en la historia del cine español que, con los personajes de Gloria Duque y Doña Julia, reivindicó el papel protagonista de las mujeres en el género negro.

La película, Premio Especial del Jurado en el Festival de San Sebastián y Concha de Plata a la Mejor Actriz para Victoria Abril, abrió nuevos caminos para personajes femeninos duros, fuertes y complejos en los que las mujeres desempeñaban roles radicalmente diferentes a los habituales del cine negro. Además, la película es una extraordinaria reivindicación de la solidaridad entre las mujeres para enfrentarse a una sociedad machista que trata de cerrarles puertas y ponerles límites.

 

La relación entre Gloria (Victoria Abril) y Doña Julia, una maestra interpretada por una maravillosa Pilar Bardem, enfrentadas a la amenaza de Eduardo, al que dio vida un inquietante Federico Luppi; cosechó los parabienes del público y la crítica, hasta el punto de que “Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto” arrasó en la X edición de los Goya, alzándose con 8 estatuillas, entre ellas, las de Mejor Actriz, Mejor Actriz de Reparto y Mejor Película. Agustín Díaz Yanes se llevó a casa los premios al Mejor Guion y al Mejor Director Novel.

 

Tras escribir el guion de otro thriller, “Al límite”, y después de que el proyecto para una cinta de ciencia ficción, “Madrid Sur”, no saliera adelante por problemas de financiación para una película de alto presupuesto, “Agustín Díaz Yanes” escribe y dirige “Sin noticias de Dios”, en 2001.

 

Acreedora de 11 nominaciones a los Goya, la película interpretada por Penélope Cruz y Victoria Abril en sus principales papeles cuenta una historia celestial en la que se habla del enfrentamiento entre el Bien y el Mal, representados por Abril y Cruz, respectivamente.

 

En 2006, Agustín Díaz Yanes estuvo al frente de una de las películas más ambiciosas de la historia del cine español: “Alatriste”. El guion, del propio Agustín y de Arturo Pérez Reverte, autor de las novelas del célebre soldado español, condensa varias de las novelas de la serie y recrea magníficamente los ambientes, la política y las campañas militares del siglo XVII español. Viggo Mortensen compone un excepcional Alatriste y el resto del reparto es igualmente magnífico, destacando un impagable Juan Echanove como Quevedo.

14 nominaciones a los Goya cosechó una película excelente que, quizá, no fue demasiado bien entendida en su momento. Posiblemente, por lo ambicioso de una historia de aventuras que combinaba poderosas secuencias de acción con líricos momentos de reflexión sobre la época y sobre el destino. Vista hoy, sin la presión del pelotazo de taquilla que todo el mundo exigía, “Alatriste” es una extraordinaria película que, con algunos cabos sueltos en el guion, pide a voces un Montaje Especial del Director, ampliado y revisado.

 

Dos años después, en 2008, llegó “Solo quiero caminar”, en la que Victoria Abril retomaba, 13 años después, el personaje de Gloria Duque. En este caso, el elenco de la película incluye a Aurora (Ariadna Gil), su hermana Ana (Elena Anaya) y Paloma (Pilar López de Ayala), una banda de atracadoras obligadas a hacer un delicado trabajo en México.

Y, por fin, tras varios años de silencio, Agustín Díaz Yanes vuelve a estrenar película. Se titula “Oro”, está basada en un relato de Arturo Pérez Reverte, transcurre en el siglo XVI y, en palabras del propio Agustín, “es la aventura de treinta soldados españoles y dos mujeres, que cruzan la selva en busca de Tezultlan, la ciudad de oro”. Interpretada por Raúl Arévalo, José Coronado y Bárbara Lennie, entre otros varios actores que componen un plantel de campanillas, “Oro” será proyectada en el Festival de San Sebastián, unos días antes de la entrega del premio Granada Noir a su director, y se estrenará en el mes de noviembre en las salas comerciales.

 

Agustín Díaz Yanes, que es el presidente de la Asociación Autores Literarios de Medios Audiovisuales (ALMA), también es autor de una novela policíaca, “Simpatía por el diablo”, publicada en 2012. Se trata de un interesante thriller que vincula la alta política con los estamentos financieros y los medios de comunicación, con la corrupción como protagonista de una espídica narración.

 

Para Granada Noir es un orgullo que Agustín Díaz Yanes se sume al escritor Juan Madrid y al director Enrique Urbizu en la nómina de galardonados con un Premio que reconoce toda una carrera artística vinculada al género negro, en sus más diversas manifestaciones culturales.

El Festival Granada Noir

 

Granada Noir es un festival multidisciplinar de carácter popular dedicado al género negro y policíaco, puesto en marcha en 2015 por Gustavo Gómez y Jesús Lens y que cuenta con el patrocinio de Cervezas Alhambra y la colaboración de Diputación de Granada, CAJAGRANADA Fundación, la Alianza Francesa de Granada, Consejería de Cultura, Turismo y Deportes de la Junta de Andalucía y Ayuntamiento de Granada a través de su programa Granada Ciudad de Literatura UNESCO, además de otras empresas, comercios y particulares.

 

GRN es un festival que promueve un variado maridaje de propuestas culturales de calidad contrastada; una cita de carácter abierto, creador, innovador, participativo y gratuito, que saca la cultura a la calle, a los barrios y a los pueblos y que, además, la lleva a bares, bibliotecas, clubes, cines y cafés.

 

Un festival cuyo programa está abierto a todas las artes y que permite maridar las disciplinas más diferentes, posibilitando el contacto y la relación directa entre autores, creadores, público y aficionados.

Twin Peaks y sus gemelos

No existe un tutorial en Internet para aprender a ver “Twin Peaks”. Ni para entenderlo. De hecho, querer entender “Twin Peaks” es tan inútil como tratar de encontrarle un estribillo a la caótica música de Trent Reznor, buscarle significado a la agónica pintura de Egon Schiele o descubrir un patrón alfanumérico en las llamas que devoran un bosque.

Ha vuelto “Twin Peaks”, veintisiete años después. David Lynch ha cumplido la promesa que Laura Palmer le hizo al agente Dale Cooper. Y aquí estamos todos, estupefactos frente a la pantalla, sin dar crédito a lo que vemos. Y a lo que escuchamos. Porque Lynch ha vuelto más surrealista, hermético y complejo que nunca. Pero, ¿qué esperaban? ¿Una sencilla receta tradicional de tarta de cereza? ¡Por favor!

Estos días se leen muchas cosas sobre “Twin Peaks”, la serie original. La nueva nos ha cogido tan a contramano que aún estamos rumiando sus primeros dos episodios y no es cosa de hacer juicios acelerados que terminen retratándonos por siempre jamás.

Una de las frases que se oyen por ahí es que la serie de los noventa por antonomasia ha envejecido mal. Y no, oigan, no. Aquí, los que envejecemos somos los espectadores. Y que lo hagamos bien, mal o regular, depende de nosotros. Que las series, las películas, los discos y los libros no cambian y son siempre los mismos.

 

Les confesaré una cosa: en estos veintisiete años he visto “Twin Peaks”, completa, hasta en cuatro ocasiones. Que yo recuerde. Por ejemplo, aquellos jueves en que Tele5 estrenaba el capítulo semanal de la serie, no había nada más importante que estar en casa, fijos frente a la televisión. ¡Si las calles se quedaban medio vacías, todos locos por saber quién había matado a Laura Palmer!

Después llegó el error, tantas veces denunciado por el mismísimo David Lynch, de hacerlo público. Y de contarlo. Y eso que la respuesta era la más terrible de las posibles. La más dura. La más inaceptable. Pero todo eso ya es historia. Porque, una vez resuelto el enigma principal, “Twin Peaks” nos regaló tantos personajes locos, tantos momentos surrealistas y tantas situaciones disparatadas, que nos hizo suyos.

 

Desde aquel lejano 1990, insisto, he vuelto a ver la serie completa varias veces. Un mes de septiembre, por ejemplo, con mi hermano, abrasándonos las pestañas, bien metidos en la madrugada con los ojos enrojecidos y esa oferta que nunca se puede rechazar: ¿un episodio más y lo dejamos? Solo uno. Otro capítulo y nos vamos a dormir.

 

Volví a devorar “Twin Peaks” cuando ya estaba metido en los treinta. Y, pueden creerme, no había envejecido nada de mal… Es más: ¿adivinan qué hice, años después, para comprobar si me había asaltado la crisis de los 40? Efectivamente. Y no. Ni asomo de crisis. De hecho, estoy más mordido por Lynch que nunca. Con decirles que hace unos días volví a ver “Twin Peaks. Fire walks with me”, la película que David dirigió en 1992, en la que se contaban los últimos días de la vida de Laura Palmer, y me pareció extraordinaria… ¡Con lo poco que me gustó en su estreno! ¡Y lo que me costó, las siguientes veces que la he visto! Ahora, sin embargo, me parece magistral. ¿Cosas de la edad?

También he aprovechado para revisar “Carretera perdida”. ¡Y me ha parecido igualmente colosal! La quintaesencia del David Lynch más noir que, como los maestros, vuelve una y otra vez a sus temas de referencia. En la venerada “Terciopelo azul”, sin ir más lejos: el enfrentamiento del joven inocente y virginal con el veterano gángster que representa el mal absoluto. El paladín que trata de arrancar a la dama de las tinieblas en que está atrapada, para conducirla de vuelta a la luz. Solo que la dama no se deja y, en el camino, se pierde la inocencia.

He visto el documental “David Lynch, The Art Life”, sobre su forma de afrontar el proceso creativo, cuando pinta. Que Lynch, antes que cineasta, fue pintor. Que estudió Bellas Artes. Y que, en Granada, pudimos ver la exposición “Action-Reaction: El universo creativo de David Lynch”. ¡Ahí es nada!

 

Estos días, además, he terminado de leer “La historia secreta de Twin Peaks”, un libro descacharrante en el que Mark Frost, el otro creador de la serie, aporta infinidad de datos e información sobre qué pasa en el pueblo maderero y en su entorno. Un libro fresco, rico y muy visual en el que confluyen todas las conspiraciones posibles… y algunas hasta imposibles, de Roswell, los OVNIS y el asesinato de Kennedy a Aleister Crowley, los masones, los boy scout y la teosofía. Una joya bibliográfica que termina de convencerte de que, efectivamente, las lechuzas no son lo que parecen.

Con este bagaje me he sentado frente al televisor, excitado como un adolescente ante su primera cita, para ver el regreso de “Twin Peaks”. Y, afortunadamente, los dos primeros episodios son el puro caos, el desconcierto y el sindiós argumental que podíamos esperar de la mente de un David Lynch que, para volver, puso una condición: libertad creativa absoluta. Y eso, cuando se le brinda a un tipo como Lynch…

 

Al terminar el arranque de la nueva entrega de “Twin Peaks”, cogí una silla y me senté en el salón de mi casa, frente al cuadro “Tarta de cerezas”, de la maravillosa artista Irene Sánchez Moreno. Un cuadro que le encargué para ilustrar uno de mis libros, “Café Bar Cinema”, en el que el Doble R y el Roadhouse del pueblito maderero tienen tanta importancia. Y traté de buscar respuestas. Y allí sigo, sentado, tratando de comprender.

Insisto: el término “gustar”, en este caso, no aplica. Volviendo al principio de este artículo, no es un término que tenga sentido en el particular universo, onírico y surrealista, de Lynch. Un Lynch que, por si alguien abrigara alguna duda, va a contar lo que le dé la gana y como le dé la gana.

 

Sí. Hay un asesinato. Sí. Está la señora del leño. Sí. Está Dale Cooper. Y la inmensa mayoría de los protagonistas originales de la serie. Aunque Lynch nos los irá racionando. Con decirles que incluso aparece ella, ¡la mismísima Laura Palmer!

Nicole LaLiberte and Kyle MacLachlan in a still from Twin Peaks. Photo: Suzanne Tenner/SHOWTIME

La habitación roja se da la mano con un bar molón: el nuevo y remozado Roadhouse, con el atractivo neón de “Bang Bang”. Y las habitaciones cutres de hotel conviven con cabañas escondidas en lo más intrincado del bosque. Y en Nueva York hay una habitación en la que hay una enorme jaula. De cristal. Son 18 capítulos nuevos de “Twin Peaks”. Van dos. Y David Lynch, por supuesto, ya ha armado el taco.

 

Jesús Lens

Conversando con Rafael Escuredo

Si yo les digo que hoy va a ser un miércoles negro, ustedes se pondrían en lo peor. Sin embargo, si les digo que será noir, me entienden a las mil maravillas. Porque hay palabras, términos y conceptos que adquieren un significado propio que va más allá de su origen, de su fonética y hasta de su idioma materno.

Hoy será un miércoles noir en el que, a las 20 horas, en el Palacio de Bibataubín, tendremos la ocasión de conversar, largo y tendido, con Rafael Escuredo, autor de la novela “Los santos custodios”, publicada por la editorial Almuzara en su colección Tapa Negra.

 

Les confieso una maldad: los aficionados al noir somos especialmente suspicaces con los autores que, de repente y sin previo aviso, se acercan al género negro. De ahí que la burbuja de presentadoras de televisión que se están pasando al policial nos resulte de lo más inquietante y perturbador.

 

Cuando supe que Rafael Escuredo, uno de los primeros presidentes de la Junta de Andalucía, había publicado “El blanco círculo del miedo”, una novela negra protagonizada por un inspector de policía llamado Sobrado, sospeché. Sin embargo, cuando escuché su conversación con Juan Ramón Biedma en la Semana Negra de Gijón, mis suspicacias se volatilizaron. Porque, desde que Escudero dejara la presidencia de la Junta, en 1984, ha trabajado como abogado. Y les aseguro que, de tramas negras y criminales, tiene mucha y muy completa información.

Leí aquella novela con gusto e interés. Me gustaron los protagonistas, los secundarios, los escenarios, el trasfondo y las líneas argumentales. De ahí que no dudara en hacerme con “Laberinto de mentiras”, su siguiente novela, que trata sobre las mafias chinas y está muy relacionada con “Sociedad negra”, del maestro Andreu Martín.

 

Lo he repetido mil y una veces: la novela negra que me interesa es la que alumbra los rincones oscuros de la sociedad. La que ilumina sus zonas de sombra. La que rasca en la superficie de la realidad para profundizar en el meollo de lo que ocurre en las calles… y en los despachos del poder. Esa novela que confiere profundidad dramática y dimensión literaria a los titulares de periódico que un día nos estremecen, pero que olvidamos al día siguiente.

Y, se preguntarán ustedes: ¿qué hay de “Los santos custodios”? Pues… ¡vengan esta tarde, si quieren saciar su curiosidad!

 

Jesús Lens