Gente muy ocupada

A comienzos de semana tuve que telefonear a una persona por cuestiones de trabajo. Insisto en el “tuve que” y en que era por asuntos laborales. Nada que ver, pues, con el placer, el gusto, el esparcimiento o el divertimento. Y de ello hablo en IDEAL hoy.

La persona en cuestión, antes siquiera de escucharme, empezó por ponerme en antecedentes de lo muy liada y ocupada que está y del mucho trabajo que tiene. En ese momento, mi primera reacción fue colgar el teléfono… y mandarla a hacer gárgaras. O a plantar cebollinos. O a freír espárragos, que ya sabemos que hay excedente de esta verdura en el Poniente granadino y que todos debemos comprarlos y consumirlos con fruición.

 

En serio: ¿qué me aporta a mí esa información? ¿En qué me afecta? ¿Me debería importar un carajo? O, quizá, al hacer énfasis en esa enorme carga de trabajo que sobrelleva sobre sus hombros, esa persona me estaba mandando mensajes subliminales del tipo “¡Qué cantidad de trabajo tengo! (No como tú)” o “Tengo mucho lío (y me estás molestando con esta llamada)”.


A mí, antes, me daba igual esa gente que no hace más que decir y proclamar a los cuatro vientos lo muy liada que está. -Pues como yo… y como la mayor parte de la gente que conozco- solía pensar, dando por zanjado el asunto. Ahora, será la malafollá entreverada de viejunismo, esa gente me irrita profundamente. Porque las personas que no se hartan de proclamar su alto nivel de estrés, agobio y lío mental, hacen de menos a los que, sencillamente, cumplimos con nuestro trabajo de la mejor manera posible.

 

Pero es que, además, tengo muy comprobado que la gente que va con el agobio por bandera suele ser, por lo general, de lo más ineficiente. E ineficaz. Por decirlo cortésmente. La gente que no deja de hacer postureo con el excesivo trabajo que tiene, cada vez me resulta más sospechosa de, en realidad, no tener mucho que hacer: si tan ocupada estuviera, no perdería el tiempo repitiéndolo una y otra vez.

¿No les ha pasado, llegar a un bar que está hasta los topes y que les atiendan razonablemente rápido y bien mientras que hay garitos medio vacíos en los que todo es lentitud, desidia e ineficiencia? Pues, lo más probable, es que el personal más quejoso esté en este segundo tipo de establecimiento.

 

Jesús Lens