Acero, polonio, memorias y espías

¿Están siguiendo ustedes las informaciones sobre los ciberataques rusos a los Estados Unidos, la campaña contra Hillary y el posible chantaje al que Moscú estaría sometiendo a Ronald Trump?

Hoy, en IDEAL

En ese caso, les sonará el nombre de Christopher Steele, un antiguo miembro del MI6 que el pasado miércoles huyó de su casa a toda velocidad. Fue tan precipitada su marcha que, llevándose a su familia consigo, dejó el gato a sus vecinos, para que lo cuidaran y le dieran de comer durante su ausencia.

Sede del MI6 junto la Támesis, en Londres

Pero, ¿quién es este tipo y qué le ha hecho huir de esa manera? Christopher Steele es un ciudadano inglés de 52 años que, durante mucho tiempo, trabajó para los servicios secretos británicos. Un espía, vamos. Steele está retirado. En teoría. Porque, en 2009, fundó  Orbis Business Intelligence Ltd., una consultoría de la que es cliente… el gobierno de Su Majestad y cuya web afirma disponer de “recursos de investigación sofisticados para empresas”. (https://orbisbi.com)*

Sede de Orbite Bussiness Intelligence

Y este Christopher Steele, tipo de carácter templado como el acero de su apellido, es el autor del célebre informe de 35 páginas que habla de esas cosillas que comentábamos al inicio de este artículo y que fue hecho público por la CNN el martes anterior a la precipitada huida de Steele.

 

De todo el informe, que incluye una serie de gravísimas acusaciones, lo que más bromas y comentarios está provocando es lo de Trump, la habitación del hotel moscovita en que habían dormido los Obama con anterioridad y las señoritas de vida alegre que practicaron una vindicativa lluvia dorada en la suite.

Esta NO es ESA habitación

Si un escritor incluyera un capítulo semejante en una de sus novelas, despertaría todo tipo de suspicacias acerca de la verosimilitud del argumento, recibiendo severas críticas que cuestionarían… su salud mental. Porque no me digan si la historia no tiene delito.

 

Pero no obviemos el hecho de que Steele se haya dado a la fuga para ponerse al amparo del gobierno británico, aterrorizado por las consecuencias de la divulgación de su informe. Y es que nadie olvida la imagen de Aleksandr Litvinenko, agonizando en la cama del hospital tras haber sido envenenado con polonio-210.

Litvinenko fue un agente del KGB especializado en la lucha contra el crimen organizado que, en 1998, denunció a sus superiores, acusándoles de haber ordenado el asesinato de un magnate ruso: Boris Berezovski. El espía fue detenido por haberse excedido en las atribuciones de su cargo y tras varios avatares, fue puesto en libertad, momento que aprovechó para instalarse en Londres, donde trabajó como periodista, escritor y… consultor de los servicios de inteligencia británica.

Alexander Litvinenko, presentando uno de sus libros

El 1 de noviembre de 2006, cuando ya había publicado dos libros sobre el funcionamiento de los servicios secretos rusos, se sintió súbitamente enfermo. Fue al hospital… y ya no volvió a salir: el 23 de noviembre se certificaba su muerte, convirtiéndose en la primera víctima letal de polonio. Así las cosas, ¿es o no es razonable que Christopher Steele se haya evaporado?

 

En España apenas se ha publicado nada de la obra de y sobre Litvinenko. Pero sí hay dos libros muy recientes que hablan de las relaciones entre el mundo del espionaje y el de la literatura: las memorias de dos consumados novelistas especializados en thrillers, servicios secretos y agentes dobles: John le Carré y Frederic Forsyth.

Si han leído ustedes alguna de sus novelas convendrán conmigo en que más allá de las tramas, la acción y la resolución de los enigmas, lo realmente apasionante es cómo dichos escritores conocen los entresijos del mundo del espionaje, la psicología de los espías y sus técnicas y añagazas.

 

En “Volar en círculos”, John Le Carré reconoce que a sus antiguos jefes les irritó sobremanera la composición de algunos de sus personajes literarios, por estar demasiado basados en ejemplos reales. Lo que no es de extrañar dado que el propio Le Carré fue espía en Bonn, en los tiempos de la Guerra Fría. Y aplicó buena parte de lo que aprendió, vio y vivió a una novela, “El espía que surgió del frío”, que fue publicada en 1963 y cosechó un gran éxito, permitiendo a su autor dedicarse en exclusiva a la escritura.

Pasos para ingresar en el MI6

En sus memorias, sin embargo, John Le Carré pasa de puntillas sobre aquellos años en Alemania, para no perjudicar a ningún antiguo compañero, colaborador o informante: por mucho tiempo que haya pasado, hay historias que nunca se olvidan.

 

Frederic Forsyth, en sus memorias, publicadas con el título de “El intruso”, también reconoce que ha trabajado para el MI6. En su caso, en su condición de escritor. Forsyth fue contratado por Reuters y con 23 años ya estaba en París, en los años de la OAS y los atentados contra De Gaulle. Y, a los 25, en Alemania. En Berlín, nada menos. Posteriormente pasó a la BBC, pero el tratamiento que su país dio a la guerra de Biafra le hizo convertirse en periodista free lance y, desde los 35 años, en escritor.

Y fue a partir de ahí cuando echó una mano a los servicios secretos de su país. Nada especialmente complicado o comprometido: recoger un paquete por aquí, dejar caer unas palabras por allá… Y es que, en su condición de novelista que ha de documentarse para sus complejas tramas, a nadie sorprendía que viajara a países tan improbables como Somalia, por ejemplo. Y una vez allí…

 

Volvamos al presente. ¿Escribirá Steele sus memorias alguna vez? ¿Una novela? Ya se verá. Pero no podemos terminar estas notas sin apuntar que otro informe que Orbis Business Intelligence Ltd. pasó al MI6 está relacionado con el Mundial de fútbol de Rusia 2018. Ahí lo dejamos.

(*)Orbis Business Intelligence Ltd., la empresa de Christopher Steele, tiene perfil en Linkedin, por si a algún lector le seduce la idea de tratar de incorporarse a un mundo tan apasionante como peligroso.

 

Jesús Lens

Genialidades en cartelera

Perdonen que esté tan insistido con el cine estos primeros días del año, pero es increíble el nivel de excelencia de varias de las películas que coinciden en cartelera. Por ello, y en previsión de tiempos más sombríos, déjenme que aproveche esta época de bonanza fílmica para seguir recomendándoles que vayan al cine. De ello hablo hoy en IDEAL.

En La La Land también van al cine

Por ejemplo, tienen que ver “La La Land”. Lo sé. No soy muy original con esta recomendación, que la gente está yendo a verla. Pero es que, y no siendo yo muy aficionado a los musicales, hablamos de una película deslumbrante, en el sentido más literal de la expresión.

 

“La La Land”, convertida por nuestros originales distribuidores en “La ciudad de las estrellas”, permite disfrutar de dos horas de luz y color, de música, baile y alegría, de sueños y decepciones. De la magia del cine, en su más pura esencia.

El argumento no es muy original, pero no importa: una actriz y un músico tratan de alcanzar sus sueños en Los Ángeles. La película cuenta lo que hacen para intentar triunfar y, sobre todo, incide en lo mucho que se ven obligados a renunciar en tan proceloso camino. Hasta llegar a uno de esos finales que ya forman parte de la historia del cine. Como el comienzo de “Up”, por ejemplo.

 

Y está “Frantz”, en el Madrigal, ese templo a la numantina resistencia cultural que, enclavado en el centro de Granada, nos sigue regalando joyas del cine más alternativo y a contracorriente. Como esta obra maestra de François Ozon que está enamorando a (casi) todos los que la ven.

Recién terminada la I Guerra Mundial, en un pueblo de Alemania, una muchacha acude todos los días al cementerio, a cumplimentar a su prometido, muerto en combate. De repente, un extranjero, un joven y atildado francés, empieza a hacer lo propio. ¿Quién es y por qué lleva flores a la tumba de un soldado enemigo?

 

A partir de ahí, todo lo que ustedes ya están imaginando… puede pasar. O puede que no. Porque la relación que se desarrolla entre los protagonistas tiene tantas dimensiones, es tan de ida y vuelta, que maravilla, sobrecoge y emociona.

Apenas llevamos quince días de 2017 y ya hemos disfrutado de “Comanchería”, “La La Land” y “Frantz”, tres obras maestras que nos reconcilian con el mejor cine de estreno. ¡Que siga la racha!

 

Jesús Lens