Vean «El olivo»

Vayan al cine. Y vayan a ver “El olivo”. No. No es ninguna obra maestra. Como no lo es ninguna de las otras películas que hay ahora mismo en cartelera. Tampoco es una joya. Ni una maravilla. Como la mayoría de películas que se han estrenado en lo que va de año, por otra parte.

El Olivo Lens

Vayan al cine a ver “El olivo” porque es una película interesante, combativa y con espíritu rebelde y contestatario que habla de un tema que nos concierne: la pérdida de esos olivos centenarios que, en algunos lugares privilegiados de Granada, aún echan sus raíces. Ése es mi consejo de hoy en mi columna de IDEAL.

He ido a ver la película unas semanas después de haber estado en Íllora y Alomartes, visitando una finca de olivos centenarios que estuvieron a punto de ser arrancados y convertidos en leña. Salvados in extremis por la almazara Casería de la Virgen, como conté en ese otro artículo de IDEAL, esos olivos podrán seguir produciendo aceitunas durante los próximos cinco años. Al menos. Y de esa aceituna, saldrá el mejor aceite, ya lo verán ustedes.

Ahí está el tío...
Ahí está el tío…

Al entrar en la sala del Neptuno, la primera y agradable sorpresa es que hay bastantes espectadores. Pocos jóvenes, eso sí. Y esta es una película que deberían de ver. Los jóvenes. Porque habla de raíces. De la tierra. De compromiso, voluntad, activismo y amor.

La segunda sorpresa viene dada por la protagonista de la película, una excelente Anna Castillo. Porque ella es “El olivo”. Más allá del guion de Paul Laverty, la dirección, la historia y el mensaje; la cinta de Bollaín se sustenta en el fuego que desprende el personaje de Alma. Sin ella, “El olivo” se caería por su propio peso. Su genio, sus desplantes, sus invenciones, su fantasía y su obstinación son lo que da sentido a una historia tan sencilla como efectiva.

El Olivo bollaín

No. “El olivo” no terminó de encantarme ni me enamoró. Pero me gustó. Bastante. Es curioso que, cuando se estrenan películas como ésta, haya espectadores que incidan en el buenismo del guion o en el positivismo del mensaje… como demérito. Es decir, si una película combativa y comprometida no es una obra maestra, le caen palos extra. Por sus buenas intenciones.

Sinceramente y puestos a elegir entre obras imperfectas, siempre preferiré una cinta combativa y con ideas, que surge de las entrañas de sus creadores y dice cosas, a una nadería argumental que no tiene nada que contar. (A través de este enlace, reseña completa de la película, en mi espacio Lensanity de crítica cinematográfica

Jesús Lens

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