Mal dadas

Si yo les digo que Mal dadas es una extraordinaria fusión entre el Noir y el Western podrían ustedes pensar que estoy un poco obsesionado con el género del Oeste, al que dediqué mi último libro.

Pero no tendrían razón.

O quizá sí. Depende. Por ejemplo, ¿creen ustedes que las novelas de Jim Thompson, además de ser más negras que el petróleo, tienen ecos westernianos?

Mal dadas

Porque Mal dadas, de James Ross, publicada en la colección Al margen de Sajalín editores, nos traslada a los tiempos de la Gran Depresión, a Corinth, un pequeño pueblo de Carolina del Norte.

A Jack, un agricultor de la zona, le han embargado la granja, por lo que se emplea como camarero y hombre para todo en el nuevo garito que Smut ha abierto junto a la carretera, en mitad de ningún sitio.

Smut es un tipo listo. Emprendedor y avispado. Fue el chico guapo del instituto. El superdotado para los deportes que salía con la muchacha más bonita del pueblo. Y ha sabido reciclarse en empresario. Sobre todo, porque tiene buen oído. Y en los bares, acodados en la barra o retrepados en las sillas, los hombres hablan mucho. A veces, hasta demasiado.

Smut, además, es previsor. Sabe que una cosa es ganarse la vida y otra muy distinta convertirse en un exitoso empresario. Eso, las fuerzas vivas de la zona no lo van a permitir. Nunca. Por lo que Smut siempre anda preparando planes de contingencia. Por si toca replegar velas y salir por piernas.

Lo que pasa con los planes de contingencia es que no siempre son limpios. Y, a veces, requieren de socios para ser ejecutados. Y ahí es donde entra Jack.

La lectura de Mal dadas es, a la vez, apasionante y asfixiante. Porque toda ella transcurre en un mismo lugar: el Salón de Carretera de Smut y sus alrededores. La nada, o sea. Y el gran mérito de James Ross es construir una novela con unos mimbres tan escuetos.

No diré que Mal dadas es una novela minimalista. Pero sí que es muy concentrada. Y lo está. La clave: los diálogos. Y las relaciones entre los personajes. En ese sentido, hay que dar la enhorabuena al traductor, Carlos Mayor. Que no es fácil atrapar a un vecino del granadino barrio del Zaidín, en pleno siglo XXI, a través de la prosa de los años 30 del pasado siglo.

Mal dadas James Ross

También es verdad que la prosa de Ross resulta especialmente hipnótica y muchas de las imágenes de Mal dadas son extremadamente visuales y, por su contenido, muy audaces para la época.

Quizá por eso esta novela no tuvo éxito en su momento, y solo empezó a hablarse de ella cuando fue reivindicada por otros autores, como Chandler, O’Connor o Higgins.

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Jesús Lens

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Tras el harakiri, ¿qué?

En la serie “Juego de Tronos” hay un episodio ya mítico, titulado “La boda Roja”, en el que súbitamente se asesina a un nutrido grupo de los personajes protagonistas de la historia. Lo recuerdo con angustia. En un principio, nada hacía presagiar lo que iba a pasar. Después, cuando lo repasé con detenimiento, comprobé que no había engaño alguno hacia el espectador. Todo había sido primorosamente urdido por unos brillantes guionistas, que habían sembrado la trama de pistas, gestos y detalles, perceptibles para los espectadores más atentos y despiertos.

La boda roja

La tarde de ayer lunes, la actualidad informativa protagonizada por el PP me recordó a aquellas bodas de sangre medievales. El primero en caer, Sebastián Pérez. Con él, el alcalde de Granada y la concejal de urbanismo. Tres por el precio de ¿cuántos?

Sobre todo porque esta inmolación, este harakiri ritual, llega tarde. Es como el triple ganador en un partido de baloncesto que, lanzado desde el centro del campo, entra limpio… pero fuera de tiempo: muy vistoso y espectacular, pero completamente inútil. Y mira que ya lo dijimos en este artículo.

Hara Kiri

Al menos, si Luis Salvador mantiene la palabra dada (y firmada) de desalojar al PP del ayuntamiento en esta legislatura. Que no se trataba (solo) de echar a Pepe Torres, sino de desplazar del poder al partido que lleva más de diez años gobernando y hacer limpieza.

Que Torres Hurtado era un cadáver político era un hecho incontestable. Las dudas estribaban en el cuándo. Por eso, la comidilla está siendo la renuncia de Sebastián Pérez, presidente del PP granadino y senador en cortes, a su acta de concejal.

Personalmente, lo del morir matando que se le aplica al ya ex-alcalde de Granada y lo de llevarse por delante a su enemigo íntimo, no me interesa tanto como el futuro de nuestro ayuntamiento.

Y ahora, ¿qué? Para empezar, Juan García Montero es nuestro alcalde. Esta mañana. Porque Paco Cuenca está recabando apoyos para postularse como alcalde. Y, si Luis Salvador lo vuelve a dejar tirado, incumpliendo nuevamente la palabra dada, su credibilidad quedaría volatilizada, por completo y por siempre jamás.

Paco Cuenca

Ya no valdría la excusa de las órdenes que vienen de arriba. Sería demasiado zafio, demasiado obsceno; recular de nuevo. Queda la opción de Fernando Egea, concejal independiente con mando en plaza. Pero se me antoja demasiado complicada y rocambolesca. Hasta para los guionistas de Juego de Tronos.

Jesús Lens

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