Amaranta

Me gusta Amaranta. Y me gusta “Amaranta”. Me gustan las dos. Y mucho. Una, es un personaje. La otra, una novela. Protagonizada por ese personaje, por supuesto.

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Amaranta es una chica que, el día de su dieciocho cumpleaños, le va a cambiar la vida. “Amaranta” es la novela de Care Santos que, publicada por la editorial Montena; se ha alzado con la XXX edición del Premio Jaén de Narrativa Juvenil, patrocinado por CajaGRANADA Fundación, en la que se cuenta ese día tan especial. Y los inmediatamente siguientes.

Amaranta es hija y nieta de una familia de banqueros rica. Muy rica. Algunos podrían decir que asquerosamente rica. Y, por eso, para su fiesta de cumpleaños, la familia ha tirado la casa por la ventana: los invitados más selectos, los manjares más suculentos y la animación más moderna. Además, un regalo espectacular. De hecho, dos. Dos regalos.

 Amaranta Santos

Pero Amaranta, chica discreta, se siente abrumada por todo ese despliegue. Ella es sencilla. Maja. Lo que, castizamente describiríamos como “apañá”. Y por eso, por ejemplo, sus ojos se fijan más en un camarero que en el guapísimo hijo de un constructor, socio de su padre en los negocios.

Care Santos ha construido un personaje encantador, con el que los lectores no pueden dejar de identificarse. Un personaje soñador al que la realidad se empeña en cortarle las alas. Un personaje que lucha por tener los pies muy pegados a la tierra, aunque su familia se empeñe en elevarla a los altares.

Y, por supuesto, Care Santos ha escrito una novela emocionante, para nada maniquea, en la que los personajes muestran las diferentes caras de una realidad tan compleja como la que estamos viviendo.

Partiendo de una conversación entre Amaranta y Olga, a través de Güasap, perfectamente reflejada en el libro con el formato que tendría si la leyéramos en un Smartphone; Care Santos va tejiendo una historia de amor, amistad y superación que irá sorprendiendo y enamorando al lector.

 Montena

Y todo ello, como decíamos, en un marco muy reconocible: la crisis financiera y económica que estamos viviendo. Una novela que habla de temas tan actuales como las preferentes y la necesidad de mantener una actitud ética en el mundo empresarial.

A destacar la relación entre Amaranta y su abuelo. Y entre Amaranta y sus padres. Y entre Amaranta y su amiga Olga. Y entre Amaranta y…

¡Ay, Amaranta! ¡Ojalá hubiera más chicas como tú en este mundo!

Jesús Lens

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Ego y yo

Empezaré por confesar que ya conocía el final de la novela, antes de leerla: al haber sido el secretario del jurado que le otorgó a “Ego y yo” la trigésima edición del Premio Jaén de Novela, convocado por CajaGRANADA Fundación; asistí a la deliberación del jurado y, por tanto, no pude evitar enterarme del desenlace.

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Aun así, no me lo pensé a la hora de empezar a leer la novela de Yolanda Regidor: había escuchado tantas cosas, y tan buenas, sobre “Ego y yo”, que ardía por disfrutar de su lectura. Y eso es peligroso: cuando tienes unas expectativas demasiado altas en algo o en alguien (un libro, un disco, una obra de arte, una persona, un partido político, un equipo de baloncesto…) el riesgo de quedar decepcionado, cuando no, de pegarte un batacazo; es muy alto.

Además, la novela arranca con un tipo colgando: “César Vallejo supo que moriría en París, con aguacero, un día del cual tenía ya el recuerdo. Y es así. Es como un flash. Se sabe. Lo sabía el poeta entonces y lo sé yo desde hace tiempo, desde aquel instante junto a mi amigo; porque cuando vi cómo miraba a su padre colgando de aquella soga supe exactamente cómo iba a morir. En términos generales, se entiende, pues nadie muere igual”.

Y es que, hablando de riesgos, las novelas que comienzan así, con esa fuerza tan arrolladora, corren el riesgo de, después, bajar el pistón y perderse entre meandros que, una vez más, puedan decepcionar al lector.

 Ego y yo Yolanda Regidor

Así las cosas: ¿en qué se tradujeron todos estos riesgos? ¿Hubo finalmente batacazos o decepciones, en mi experiencia lectora?

¡En absoluto! ¡Para nada!

Porque a ese arrebatador comienzo le sigue una intensa historia de amistad entre dos personas de las que no llegaremos a conocer ni sus nombres. Dos personas que, al no estar identificadas, se convierten en el propio lector y su amigo. Ese amigo especial que todos tenemos. Ese amigo que, si tú eres el Ying, él funciona como el Yang. Ese amigo que, si tú eres pacífico y calmado; él se convierte en el catalizador que, una y otra vez, te saca de tu zona de confort. Ese amigo con el que quedas para tomar una caña rápida… a sabiendas de que no será tan rápida. El amigo que, cuando le dices a tu pareja: “-He quedado con Fulanito/a”; provoca un inevitable alzamiento de cejas, un suspiro de pesar trufado de hastío y un profundo fruncimiento de ceño.

 Ego y yo Lens

¿Quién no tiene un amigo así? O, siendo más precisos… ¿quién no lo tuvo, al menos, en su infancia y la juventud? Por ejemplo, cuando estabas en pleno exámenes finales, durante la carrera, y aparecía él, conduciendo un coche, con el carné recién estrenado, proponiéndote hacer un viajecillo.

Y ahí comenzará un On the road muy singular. Un viaje que, si bien no aleja geográficamente en exceso a los protagonistas; sí los conduce a una torrencial espiral de descubrimiento y autoconocimiento que tendrá unas imprevisibles consecuencias. Para todos.

 Ego y yo contraportada

Yolanda Regidor ha escrito una novela excelente. Es una novela dura. Muy dura. De las que agarran al lector por la pechera y lo sacuden. Por momentos, violentamente. Un lector que se verá reflejado en algunas de las situaciones, momentos, conversaciones, encuentros y desencuentros que viven los protagonistas de “Ego y yo”.  Y que, por eso, reirá, sufrirá, se sobresaltará y se indignará con ellos. Y por ellos. Por su culpa. Por su comportamiento. Por sus actitudes. Por sus acciones. Por sus ausencias y omisiones.

Un Macallan de 20 años, la mejor bebida para acompañar a "Ego y yo"
Un Macallan de 20 años, la mejor bebida para acompañar a «Ego y yo»

“Ego y yo” es una novela radicalmente contemporánea que bucea en lo más profundo de unos personajes muy bien construidos. Creíbles. Humanos. Imperfectos. Complejos y contradictorios. Personajes que, sin nombre, no serán fácilmente olvidados por los lectores de esta novela que, publicada por la editorial Almuzara, ya estás tardando en leer.

Jesús Lens

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Manos sucias

Si la cara es el espejo del alma, una portada debería ser el reflejo de la novela. Y, en el caso de “Manos sucias”, la más reciente novela de Carlos Quílez; así es.

 Manos Sucias

¡Pedazo de portada, la de esta subversiva novela, publicada por la combativa e imprescindible editorial Alrevés! Editorial a la que le debemos joyas como “Te quiero porque me das de comer” o “La fragilidad del neón”, ya reseñadas y comentadas en este Blog.

Alguien que conozca la trayectoria profesional y literaria de Carlos Quílez, al leer lo de “novela subversiva”, podría pensar que se ha pasado al otro lado. Que es posible. No lo sé. Hace ya dos o tres años que no hablo con él. Pero no lo digo por eso. Lo digo porque “Manos sucias” cuenta y habla de la realidad. De esa realidad que nos mancha los dedos todos los días, cuando leemos el periódico. Y que no por la tinta fresca, precisamente.

 Manos sucias Carles Quílez

Y es que, como bien nos recordaba Juan Madrid hace unos meses, parafraseando a Engels, contar la realidad es ya un acto revolucionario en sí mismo.

Pero vamos a concretar. ¿Quién es uno de los personajes secundarios de “Manos Sucias”? Pues ni más ni menos que el contable y tesorero del partido político del gobierno. Un tipo llamado Cérdenas. En la novela.

¿Y quiénes son los protagonistas?

Pues algunos de esos personajes que nunca salen identificados en las noticias: los Mossos d’Escuadra, los comisarios de Policía o sargentos de Guardia Civil que luchan contra el crimen organizado y las mafias que corrompen la sociedad. Esos tipos anónimos que, tirando del hilito, conectan el chalé de un concejal de urbanismo con una contrata a una multinacional rusa. O que descubren al práctico del puerto de Valencia, cediendo uno de sus yates a un conocido gángster, para que celebre su cumpleaños.

“Manos sucias” cuenta lo que está más allá de los titulares de los periódicos y de los cinco párrafos con los que despachamos la mayoría de las noticias. Porque las otras dos grandes protagonistas de la novela son dos aguerridas chicas periodistas, Patricia y Elsa. ¡Y ellas sí que nos pueden dar clases de ética periodística! (Ya las conocimos en esta anterior novela de Quílez, “La soledad de Patricia”, precisamente)

Bares, restaurantes, reservados, conversaciones, filtraciones, interrogatorios, redadas… ¡Cómo se nota que, además de ser un excelente narrador, Carlos Quílez sabe de lo que habla! No por casualidad fue el responsable de Tribunales y Sucesos de la Cadena SER en Barcelona y, después, pasó a trabajar en Anticorrupción.

 Manos sucias

Hace unos meses hablábamos de «RG», un tebeo que podría describirse como el “The Wire” de los cómics. Pues la novela de Quílez sería su equivalente novelesco. ¿Quieres saber cómo se desarrolla una investigación, cómo funcionan determinados protocolos?

Lee “Manos sucias”.

¿Quieres entender, de la forma más clara, adictiva y atractiva posible; cómo funciona esa corrupción que amenaza con ahogarnos?

Lee “Manos sucias”.

Lo vas a flipar.

Jesús Lens

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El Círculo: 1984 en el siglo XXI

Ya os decía que este libro iba a ser importante. De hecho, hoy publico en IDEAL un largo artículo sobre el mismo:

¡Qué buen momento ha elegido el Güasap para lanzar su control de lectura de mensajes, con el famoso doble check azul que a todos nos sorprendió hace unos días! La puesta en marcha de este acuse de recibo automático me sorprendió en plena lectura de “El círculo”, la nueva novela de Dave Eggers, un tipo que, además de ser un excelente escritor; se ha convertido en un activo agitador cultural y social. Eggers publica una revista que combina la literatura y los relatos con las ideas y el estudio de nuevas tendencias (http://www.mcsweeneys.net/) y sus libros mezclan la ficción con la realidad, haciendo que lo improbable sea posible y poniendo a sus personajes en situaciones tan extrañas como amenazadoramente verosímiles.

 El círculo lens

En “El Círculo”, el punto de partida es una corporación que consigue agrupar a buena parte de los usuarios de las redes sociales del mundo, al obligarles a identificarse y, por tanto, a ser responsables de lo que dicen, escriben y comunican a través de sus perfiles. De esa forma, el Círculo consigue terminar con los insultos, las amenazas y toda la verborrea ensordecedora que tan poco le aporta a una Red que, muchas veces, más parece un vertedero que un espacio de debate y confrontación de ideas.

Y como el Círculo mola mogollón y cuida a sus empleados con mimo y delectación (integración, las mejores instalaciones y seguros médicos, los más exclusivos eventos, actuaciones y performances; modernidad a raudales, buen rollo, comida orgánica, gimnasios de diseño, zonas verdes, dinámicas de equipo, terapias, clubes, el management más avanzado y todo el etcétera que el lector sea capaz de imaginar), los empleados de la empresa, los Circulistas, se convierten en lo más de lo más, una élite que marca tendencia… y marca el paso al resto de la sociedad.

 El círculo Eggers

A medida que Dave Eggers nos introduce en las entrañas del Círculo y nos descubre sus secretos, nos sumergimos en un universo cada vez más intrusivo y controlador: ya no se trata de hacer cosas, sino de compartirlas. Un Circulista que no comparte lo que hace, lo que compra, lo que come, lo que ve, lo que escucha… es un mal empleado. Y, lo que es peor, un mal ejemplo para la sociedad y, por tanto, un pésimo ciudadano. ¡La gente tiene derecho a saber! Porque la Transparencia ya no es una demanda de la sociedad. Es una exigencia.

Progresivamente, el Círculo irá facilitando, de forma universal, un acceso casi ilimitado a una tecnología de la comunicación que convierte a los individuos en permanentes observadores (y juzgadores) de la vida de los otros. Por eso, una senadora decide que ha llegado el momento de ser absolutamente transparente y acepta llevar un dispositivo que transmite on line y urbi et orbe cada segundo de su vida: sus reuniones, sus conversaciones, sus comidas, sus compras… Obviamente, lo puede apagar cuando quiera, -para disfrutar de su intimidad familiar o de las visitas al excusado, sin ir más lejos -pero no es recomendable: cuanto más tiempo esté apagada, más sospechas despierta. ¿Qué estará haciendo que no quiere que sepamos? Y, por supuesto, una vez que una senadora se hace transparente, los ciudadanos quieren que todos sus representantes públicos también lo sean. A fin de cuentas, no deberían tener nada que ocultar, ¿verdad? Ejemplaridad extrema, o sea.

 El círculo Dave Eggers

Dado que los usuarios del Círculo crecen exponencialmente, éste va estando cada vez más presente en sus vidas… y en las del resto del mundo: elecciones virtuales, localización de prófugos de la justicia, vigilancia y control de delincuentes, detección prematura de enfermedades y otro larguísimo etcétera. Además, como todo el mundo quiere trabajar para el Círculo, las mentes científicas más brillantes y los jóvenes más inquietos y mejor preparados trabajan en sus ideas y sus proyectos sabiendo que, si gustan a los gurús de la omnipotente corporación, serán compradas, implementadas y puestas en marcha de forma casi inmediata; por extremadamente complejas que puedan parecer.

El conflicto se produce, por supuesto, con la gente que quiere permanecer ajena al Círculo. ¿Qué pasa con una persona que guste del anonimato y no desee estar permanentemente expuesta en la Red?

A lo largo de 450 adictivas páginas, Eggers sitúa al lector frente a una terrible y reveladora paradoja: por un lado, le hace temer (e incluso odiar) al Círculo. Por otra, le hace consciente de la cantidad de ideas y comportamientos que tiene y comparte… y que son propios de los circulistas y sus usuarios más feroces y convencidos.

 Twitter redes sociales

Estamos, pues, ante una novela radicalmente contemporánea, de las que nos invitan a cuestionarnos el modelo de sociedad que, entre todos, estamos construyendo; cediendo cada vez más parcelas de nuestro tiempo y nuestra privacidad en beneficio de quién sabe qué ni por qué.

Jesús Lens

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Tuiteratura: se acerca la final de noviembre

Un nuevo final de mes supone una nueva final. ¡Hablamos de la #Tuiteratura que hacemos con Jesús Vigorra, en el programa de radio El Público, de Canal Sur.

Tuiteratura

¿Qué aún no sabes qué es la Tuitearura? Te cuento: se trata de escribir, de crear, Tuits temáticos chispeantes, divertidos, provocadores, imaginativos… y publicarlos, además de un tu Timeline, en el de @elpublicocasr y/o en el mío: @Jesus_Lens

 

¿Cómo va lo de los temas? Pues con etiquetas. Cada semana se escriben Tuits que han de incluir una determinada etiqueta. El Hashtag, que le dicen. Esta semana toca #Es.

 

¿Por qué?

 

Pues porque la Tuiteratura homenajea a las palabras encadenadas y a los cadáveres exquisitos y la etiqueta de la semana en curso corresponde con la última palabra del Tuit ganador la semana previa.

 

Con los tres ganadores semanales de noviembre (y que, por tanto, están en la final a cuatro del próximo viernes 28), lo vais a ver muy claro:

 

La etiqueta con la que empezó noviembre era #Aceite. Y @masclaroagua escribió lo siguiente, alzándose con el premio semanal:

 

El pequeño Marcel Proust rechazó la tostada con #aceite y cogió una magdalena. «Este niño no tiene ni idea», dijo la abuela.

 

@Dominique_BT tomó el testigo con el siguiente Tuit, que arrasó:

 

Mi #abuela envolvía sus secretos en un pañuelo de papel que doblaba tres veces y escondía en su sujetador.

Twitter

Y @dicatialmeria lo tuvo más reñido para alzarse con el premio de la tercera semana, con su:

 

El #sujetador miente, como los gobiernos: se empeña en levantar lo caído y pretende juntar, para hacer más grande, lo que no lo es.

 

Porque éste de @elrafa cosechó muchos votos:

 

En homenaje al morro de los políticos y su corrupción, llamaremos a esta ciudad de vacaciones Su-jeta-d’or

 

Pero ganó, por estreco margen, el que decíamos antes y, por eso, esta semana toca escribir con #Es.

 

¿Te animas? #Es invita a la reflexión. A los Tuits sentenciosos. A los aforismos. Pero también al buen humor. ¡Claro que sí!

 

Por ejemplo, ahí va uno mío:

 

-¡#Es inaceptable, tanta corrupción! – tuiteaba furiosamente, mientras terminaba de descargarse la película de Internet.

Twitter tecla

Venga. Pásate por Twitter y participa.

 

¡La Tuiteratura genera adicción!

 

Jesús Lens

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