Extraños eones

Creo que han sido cuatro novelas en dos años, poco más o menos. Así que, si hay un autor al que he leído, con profusión, de un tiempo a esta parte, ése ha sido Emilio Bueso.

 Extraños Eones jeroglíficos

Todo comenzó con “Diástole”, cuando fui jurado en el premio Celsius de Semana Negra. Le siguió la anticipatoria y revolucionaria “Cenital” y hace unos meses nos llegó su odisea por la Transtaiga: “Esta noche arderá el cielo”, todas ellas publicadas en nuestra querida editorial Salto de Página y, por supuesto, convenientemente reseñadas en este Pateando el Mundo.

Hace unos meses, Emilio estuvo con nosotros, en Granada. Y, aunque hubo un montón de preguntas y de conversación sobre “Cenital” y sus otras novelas, un lugar empezó a hacerse presente entre los asistentes a la charla: la Ciudad de los Muertos de El Cairo.

Porque en ese barrio de la capital egipcia transcurre su última y más reciente novela: “Extraños eones”, en este caso, publicada por la editorial Valdemar, especializada en el género de terror.

 Extraños Eones portada

Lo mismo, al leer lo de que la Ciudad de los Muertos es un barrio de El Cairo has enarcado una ceja, sabiendo como sabes que tal lugar es el cementerio de la ciudad. Lo que es cierto. Pero que no invalida mi definición. Porque, efectivamente, en la Ciudad de los Muertos vive gente. Mucha gente. Muchísima.

El Cairo es una de las grandes urbes del planeta y, con una demografía desbocada, los problemas de vivienda, desempleo, pobreza y marginalidad adquieren proporciones desconocidas e impensables para nuestros estándares vitales. Por eso hay gente que vive en el cementerio. Todo empezó cuando las familias pudientes contrataron a gente que vigilara los mausoleos familiares y evitaran expolios. Gente que empezó a quedarse en los aledaños del cementerio. Y que luego se mudó allí, definitivamente, lo que provocó un imparable efecto llamada. Ahora son muchos miles de personas las que residan en una Ciudad de los Muertos, uno más de los barrios cariotas. Un barrio, por supuesto, pobre. Miserable. Paupérrimo.

Pero hasta en el cementerio hay clases. Y los niños abandonados, como ocurre en todo el mundo, están al final del escalafón: los protagonistas de “Extraños eones” viven en el cementerio profundo, en una parte no pavimentada y a la que no llegan la luz ni el agua corriente. Porque otras zonas de la Ciudad de los Muertos, como tuve ocasión de comprobar en mi viaje a Egipto de hace unos años, está asfaltada y disfruta de alguno de los mínimos estándares vitales del mas básico de los conglomerados urbanos.

 Extraños eones

Pero volvamos a los pequeños protagonistas de la novela, que (sobre)viven frente a una tumba antigua de origen nubio. Una tumba a la que arriban unas personas extrañas. En un coche. Una tumba que es ocupada por un grupo de gente… y por una cabra.

En principio, nada de ello tiene que ver con nuestros homies, Benipé, Khaldun, Ibrahin y los demás. ¡Bastante tienen ellos con buscarse la vida en la ciudad! Uno es asiduo de los mercados para turistas, donde es fácil levantar algunas monedas. Otro busca cualquier cosa que sea reutilizable en el vertedero. Otro, en fin, sirve a cualquiera que pague por sus servicios en los baños…

Pero los siniestros cánticos que surgen de la tumba nubia hacen presuponer que algo se está cociendo allí dentro. Algo extraño. Algo que podría ser la invocación para el renacimiento de uno de los grandes mitos del terror universal, Cthulhu. ¿Y si el principio del fin hubiera llegado?

Y, a todo esto, ¿qué tiene que ver una joven pareja de Barcelona con este tinglado? Lee. Lee y lo sabrás.

Emilio Bueso ha escrito dos extraordinarias novelas en una. Por una parte, una novela de corte realista, en la que cuenta las míseras vidas de los homies. Míseras, pero ejemplares; cargadas de dignidad, solidaridad y amor grupal. La otra novela es un ejercicio de terror clásico. De terror total y absoluto. De un miedo abisal, directamente conectado a Lovercraft.

 Extraños Eones contraportada

Dos historias que, por supuesto, se entrecruzan y caminan de la mano, protagonizadas por los antihéroes más heroicos de la historia reciente de la literatura española. Como si fueran los Goonies, pero en paupérrimo.

Es posible que, mientras la leas, no seas consciente de la cantidad que cosas que cuenta Emilio Bueso en “Extraños eones”. Por ejemplo, todo lo que tiene que ver con el mítico reino de Meroe, los faraones negros y las pirámides del Sudán. Por ejemplo. Una de las más fascinantes historias desconocidas sobre las civilizaciones perdidas.

En fin. Que cuando te lances sobre “Extraños eones” encontrarás tensión, terror, nervio, poesía, intriga, realismo sucio y, por supuesto, el socarrón humor de un Emilio Bueso cuya personalísima y reconocible prosa resulta absolutamente imprescindible en la literatura española del siglo XXI.

Jesús Lens

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Vaya semanita

–         ¿Cómo andas?

–         Cansado.

–         ¿Y eso?

–         Es que llevo una semana…

–         Como todos. Como todas.

–         No. Ésta está siendo especial. Empezó hace dos jueves, cuando fuimos al concierto que los de Ool Ya Koo organizamos en la Plaza de las Culturas de CajaGRANADA. “Tumbando a Monk”. Una pasada. Y preludio del Festival de Jazz en el Lago de Atarfe.

–         He oído que estuvo muy bien.

–         ¡Hombrééée! Ya te digo… el viernes, nada menos que Paquito D’Rivera.

–         ¡Cierto! Ya leí tu reseña. Tuvo que ser una pasada.

–         Total. Y el sábado, no veas qué cañón con la Big Band de Atarfe. Como una locomotora desbocada y a toda velocidad. Impresionante.

–         Si, ¿no? Y Celia Mur también actuó.

–         Muy elegante, en su jazz clásico…

–         Aunque para clásico, el domingo, en el Festival de Música y Danza: nada menos que Bobby McFerrin.

–         ¡Ya te digo!

–         Que, por cierto, me dicen que escribiste tú el texto del programa de mano…

–         Te dicen bien. Pero aún no lo he publicado en Blog así que hablemos de otra cosa.

–         De acuerdo. El lunes sería tranquilo, al menos.

–         Sí y no. Porque tenía grabación del programa de radio en La Voz de Granada, por la tarde, aproveché para entrar en directo y hablar de Palabaristas y de Nube Negra.

–         Cierto. Como ahora también te has metido a editar…

–         ¡Pedazo de experiencia! El caso es que después me quedé con Juan Pérez y con Alfonso, Blanca, Jesús, Mariana y la gente de La Voz, hablando de la radios, de los medios, del futuro informativa…

–         ¿Hasta muy tarde?

–         Lo justo. Sobre todo porque el martes inaugurábamos la exposición de “Los colores del agua” y aproveché para, después, irme al cine a ver “Open Windows”, aprovechando que este año paso del Mundial.

–         Siempre con el cine español, ¿eh?

–         Al menos, siempre que se puede. Que el miércoles volví a subir al Festival, a escuchar a ese crack de la guitarra que es Tomatito.

–         ¿Flamenco?

–         Música. Extraordinaria. Y no veas la noche, en el patio de los Aljibes. ¡Mágica!

–         Y el jueves, imagino que volverías al Jazz en la Plaza…

–         ¡Cómo lo sabes! Además de descubrir un nuevo garito de esos en los que el dueño te hace sentir como en casa. El Fórum Tapas. Un crack, el tío. Las setas rebozadas con toque de roquefort… un lujo.

–         Al menos, llegas al fin de semana…

–         Sí. Pero antes culminaré el Festival disfrutando del Carmina Burana de La Fura dels Baus.

–         Joder. Qué insaciabilidad…

–         Disiento.

–         Pues ya me dirás.

–         El sábado hay Festival de Swing en Monachil y creo que no subiré.

–         ¡Pero hombre! Si toca nuevamente la Big Band de Atarfe…

–         Sí. Pero ya no doy más de mí y el próximo fin de semana llegan Etnosur y el comienzo del Jazz en la Costa, en Almuñécar.

–         Y vas a ir.

–         Es la intención.

–         Faltaría más…

–         ¡No ni ná!

Jesús Lens

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