El guitarrista

Venía hacia casa, del trabajo, pasadas las tres de la tarde. No sé en otros sitios, pero en Granada hace un frío del carajo. Y, para colmo, a esa hora llovía con desafuero.

La Avenida de Cádiz, una de las grandes arterias del Zaidín, estaba vacía. No es que a esas horas suela haber mucha gente por la calle, pero es que hoy estaba especialmente desangelada. Como el patio de un colegio en verano.

Iba maldiciendo el momento en que decidí que la pelliza ya se iba a quedar colgada en el armario hasta la temporada que viene, cuando le vi venir.

Todavía estaba lejos y yo no llevaba las gafas, pero me dio la sensación de que venía… ¡tocando la guitarra!

Y seguía lloviendo.

Y yo tenía cada vez más frío.

El tipo se acercaba, efectivamente, haciendo como que rasgaba las cuerdas de su esplendorosa guitarra negra, cubierta la cabeza con la capucha de una sudadera. Se le veía joven y me pareció que sonreía.

Todavía estábamos a cierta distancia, pero cuando su mirada se cruzó con la mía, lo tuve claro: aquel tipo me iba a agredir. No sé si con el fin de robarme o, sencillamente, por el gusto de hacerlo.

Pero me iba a estampar la guitarra en la cabeza.

No supe cómo reaccionar ni qué hacer. Ni siquiera pensé en cruzar la calle y alejarme de su trayectoria. Como un pánfilo, seguí caminando hasta llegar a su altura.

No puedo decir que ralentizara el paso. Ni que lo acelerara. Sencillamente, seguí mi camino. Y el guitarrista siguió el suyo. Mientras blandía la guitarra. Como si la estuviera tocando. Sonriendo. Bajo la lluvia.

Jesús Lens

¿Y los 19 de abril de 2008, 2009, 2010 y 2011?

Chano Domínguez en NYC

Hoy publicamos en IDEAL este artículo sobre música, Chano Dominguez y los grandes clubes de jazz de Nueva York… ¡Espero que os guste!

Cuando leímos que Chano Domínguez estrenaba su nuevo disco, en directo, en el Standard Jazz, no lo dudamos un instante y tiramos para allá. Puede parecer contradictorio, estar en Nueva York e irse a un club de jazz para escuchar a un pianista gaditano, pero los caminos del jazz también son inescrutables.

Hace un par de años, nuestro músico andaluz más universal se despedía de nosotros para instalarse en la Gran Manzana de la mano del sello Blue Note, por el que acababa de fichar. Le escuchamos en el Festival de Jazz de Granada, presentando su incendiario “Piano ibérico”.

“Estuvo guapo ese concierto ¿eh?”, nos decía Chano hace unos días mientras firmaba a toda prisa nuestro flamante CD de “Flamenco sketches”, la última genialidad parida por una auténtica bestia de los teclados.

¡Ya te digo, si estuvo guapo! Como guapa fue la presentación en vivo de su nuevo trabajo, en el mismo club en que lo ha grabado, en directo, pudiendo escucharse de fondo el entrechocar de los cubiertos con los platos mientras los prodigiosos dedos de Chano se deslizan sobre las teclas de su piano para homenajear uno de los discos capitales de la historia del jazz: el “A kind of blue” del trompetista Miles Davis.

El jazz, en Nueva York, es otra cosa. Bueno, el jazz y todo lo demás, son diferentes en la Gran Manzana, una de las ciudades que acumulan más tópicos por metro cuadrado, muchos de los cuáles son rigurosamente ciertos. Una ciudad que no duerme, que no descansa, radicalmente cosmopolita, que excita los sentidos cada una de las veinticuatro horas del día.

Una ciudad, sin embargo, absolutamente abierta y acogedora con el visitante. Al menos, con el visitante ocasional y temporal, porque imagino que tratar de ganarse la vida en la oficiosa Capital del Mundo no tiene que ser nada de fácil. Ahora bien, comunicativa, al máximo. Y colaboradora. Todo el mundo habla español, o lo intenta. Y te anima, aconseja, ayuda y contribuye a hacer tu estancia lo más cómoda, agradable y sencilla posible.

Y la profesionalidad. ¡Ay, la profesionalidad! Desde el taxista al recepcionista, pasando por el guía ocasional y voluntario, el transportista, el dependiente, el farmacéutico y los camareros, que se merecen un monumento. Así, no es de extrañar que, entre los más efusivos agradecimientos que Chano hace en su disco estén los dedicados al personal del Standard Jazz, uno de esos clubes en los que te sientes como en casa y en el que, para entrar, hay que bajar un puñado de escaleras jalonadas por fotografías de los más insignes músicos que allí han tocado. Y que son todos los grandes de los últimos diez años, claro.

Como ocurre en el “Blue Note”, más grande, más impresionante, más industrial; donde pudimos escuchar un prodigioso concierto del cuarteto del contrabajista Ron Carter, ¡una hora seguida tocando sin darse ni un respiro, antes de saludar al público! O en el Birdland, que teníamos a tiro de piedra de nuestro hotel y que sirve una comida cajún que quita el hipo. Y la respiración. De lo sabrosa y picante que está. El concierto de la banda de Arturo O’Farrill, residente habitual del garito, resultó correcto, pero la presentación de su nuevo trabajo del mítico batería Billy Hart, “All our reasons”, tuvo momentos hipnóticos y arrebatadores.

Si la crisis no lo impide, algunos de estos músicos estarán girando por nuestro país el próximo verano y, si la suerte nos acompaña, podrán pasar por ese imprescindible Jazz en la Costa en que Chano Domínguez se siente tan cómodo y a gusto.

Pero, si la fortuna nos resulta esquiva, siempre nos quedarán los discos. “Flamenco sketches” ya está a la venta. Y es una gozada. Atentos a la letra del tema “Blue in green”, extraída de un poema de Alberti y especialmente alabada por el crítico del New York Times tras el concierto en el Standard Jazz. Y agárrense cuando empiecen a sonar los míticos e inconfundibles acordes del “So what”, con el contrabajo, el piano y las palmas dialogando y vibrando entre sí.

Flamenco y jazz, Chano y Miles, pianos, contrabajos, clubes, comidas, mitos, sueños y realidad que cristalizan en una ciudad prodigiosa, Nueva York, cuyo recuerdo ya está indisolublemente unido a un valiente músico de Cádiz que ha hecho el mismo viaje que millones de personas antes. Y que los más osados, arrojados y decididos seguirán haciendo en los próximos años. Porque, efectivamente, Nueva York es un inmejorable ejemplo de la máxima de Paul Auster: “Lo real siempre va más allá de lo que podamos imaginar.”

Jesús Lens