CORRESPONSALES DE GUERRA

Ayer dejábamos este reportaje sobre periodistas y cine, basado en la actualidad de la película «La sombra del poder». Pero hay un grupo de periodistas sobre la que hay que particularizar: Los corresponsales de guerra.

 

Una estirpe especial de periodistas es la conformada por los corresponsales de guerra, a los que el cine ha retratado en algunas memorables películas. En «Salvador», el Oliver Stone previo al Óscar por «Platoon», ponía de manifiesto la dureza del trabajo de unas personas que se enfrentan a lo peor del ser humano. James Woods interpreta a un periodista que, cargando con sus problemas de alcoholismo y drogadicción, cubre la guerra civil salvadoreña, en la que se termina implicando personalmente, no en vano su novia, María, posee dicha nacionalidad.

 

Mel Gibson, por su parte, interpreta a Guy Hamilton, enviado especial a la Indonesia de Sukarno, en plena descomposición, donde cruzará su vida con un fotógrafo enigmático y singular, Billy Kwan, además de con una representante de la legación diplomática inglesa, interpretada por Sigourney Weaver, en la magnética obra maestra de Peter Weir «El año que vivimos peligrosamente».       

 

«Los gritos del silencio», por su parte, narra el genocidio que se desató en Camboya cuando los americanos salieron precipitadamente de Vietnam, a través de los ojos de Sydney, enviado por el New York Times para cubrir los acontecimientos del hermético país asiático y, sobre todo, a través de la biografía de Dith Pran, el asistente y traductor de Sidney al que, cuando las cosas se ponen realmente mal y los occidentales son evacuados, no dejaron salir del país y terminó dando con sus huesos en uno de los siniestros campos de concentración de los Jemeres Rojos. Una película durísima que, en realidad, cuenta la verdadera historia de Haing S. Ngor, el actor que interpreta al personaje de Dith Pran y que, no siendo profesional, ganó el Óscar al mejor secundario de 1984.

 

Y terminamos este reportaje multinacional en Sudáfrica, de la mano de Sir Richard Attenborough, quién contó la amistad de un periodista blanco y concienciado, interpretado por Kevin Kline, con el activista antiapartheid Steven Biko, al que prestó su rostro un joven Denzel Washington. «Grita libertad» es la bienintencionada crónica de una de las aberraciones más infamantes en la más reciente historia de la humanidad.     

 

Pero volvamos a la actualidad. A esa «La sombra del poder» que tanto éxito de público está cosechando y cuyos títulos de crédito finales son un precioso homenaje a tantos lectores que siguen adorando el mancharse los dedos con la tinta fresca del diario matutino, con esa rotativa pariendo miles de ejemplares de ese milagroso regalo diario que es un periódico calentito, recién salido de las máquinas. Una película que se erige como canto romántico a un periodismo serio, profesional y comprometido que todavía es posible y que, desde luego, sigue siendo absolutamente necesario e imprescindible.     

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

TAILANDIA, CINE Y PERIODISTAS

Amigos todos, nos vamos. Unos días. De viaje. A Tailandia. Aquí hemos publicado los Cuaversos, pero la actualidad manda.

 

Hay que coger fuerzas para la recta final del semestre, que se promete movido. Y hay que viajar. Lejos. Al quinto pino.

 

Las columnas de IDEAL, entrarán cada viernes. Así como otras entradas, programadas para las 8 am.

 

No prometo Postear desde Bangkok. Ni mucho menos desde las montañas del norte del país, por donde haremos un excitante trekking.

 

Así que les dejo con este reportaje, que publicamos hoy en IDEAL, sobre periodistas y cine, que espero les guste y les haga revivir momentos cinematográficamente intensos. Si lo tienen impreso, disfrutarán con la siempre extraordinaria composición de Santos y su equipo. Si no, pinchen en el enlace.

 

Un saludo y hasta pronto.

 

Jesús Lens on the road again!

CUAVERSOS: TIEMPO SIN TIEMPO

¿Han comprado hoy IDEAL? Háganlo. Y miren por la sección Vivir. Y tómense un café mientras leen sobre periodistas y cine.

 

Ahora, Cuaversos. Benedetti. Hospitalizado. Homenajeado.

 

TIEMPO SIN TIEMPO

 

Preciso tiempo necesito ese tiempo
que otros dejan abandonado
porque les sobra o ya no saben
que hacer con él
tiempo
en blanco
en rojo
en verde
hasta en castaño oscuro
no me importa el color
cándido tiempo
que yo no puedo abrir
y cerrar
como una puerta

tiempo para mirar un árbol un farol
para andar por el filo del descanso
para pensar qué bien hoy es invierno
para morir un poco
y nacer enseguida
y para darme cuenta
y para darme cuerda
preciso tiempo el necesario para
chapotear unas horas en la vida
y para investigar por qué estoy triste
y acostumbrarme a mi esqueleto antiguo

tiempo para esconderme
en el canto de un gallo
y para reaparecer
en un relincho
y para estar al día
para estar a la noche
tiempo sin recato y sin reloj

vale decir preciso
o sea necesito
digamos me hace falta
tiempo sin tiempo.

ORO CIEGO

Hacía tiempo que no leía una novela tan densa, pegajosa e hipnótica como «Oro ciego», de Alejandro Fernández, publicada por esa editorial de la que tanto hablamos, Salto de página, una bocanada de aire fresco en el panorama literario español y que tantas alegrías nos viene dando en estos meses, como bien hemos reseñado en esta Bitácora, de Carlos Salem a Leo Oyola, pasando por Óscar Urra.

 

En el caso que nos ocupa, el escritor cubano radicado en Madrid, Alejandro Hernández, nos cuenta una historia muy cubana, una novela de aventuras (aunque más bien son desventuras) protagonizadas por el singular Alex Pashinantra, un descendiente de hindúes que combate en el ejército mambí contra los españoles y al que le pasan muchas, muchas cosas.

 

Estamos en 1898, ese año fatídico para los españoles, en que se acuñó la célebre frase «Más se perdió en Cuba». Alex, como cierto personaje mítico de la literatura universal, se encuentra frente a un pelotón de ejecución. Y no es casualidad. Porque estamos ante una de esas novelas que, jugando con el Realismo Mágico de GGM, lo convierten, más bien, en un Crudo Fantástico, dado el tenor de los acontecimientos que están por llegarle al protagonista.

 

El calor, la suciedad, el hambre, la enfermedad, la miseria… todo ello está tan bien contado que, cada vez que cierras el libro, te encuentras sudado, sucio, lleno de barro. Porque no se sale indemne de los campos de concentración, popularizados por la barbarie nazi, pero inventados por los españoles en Cuba.

 

Como no se puede salir limpio de una expedición que parte en busca de oro. Sobre todo, porque, en este caso, el tesoro no está en la superficie de la Sierra Madre, sino en lo más hondo de las tierras más remotas de la Cuba más inhóspita, allá donde los perros de Tata Malanga se han convertido en ciegas fieras sanguinarias que siembran el terror a su paso.

 

Decenas de personajes, escenarios y situaciones nos sirven para mostrar una Cuba dura y permanentemente bañada en sangre, con los mosquitos dándose grandes festines de sangre, una Cuba convertida en escenario para que lo peor de las pasiones humanas se ponga de manifiesto.

 

Lo curioso es que esta novela parte de una idea para el cine que no sé si habrá productor que se atreva a poner en marcha, pero que requeriría de un nuevo Werner Herzog que consiguiera recrear el ambiente de insania, locura y putrefacción de su memorable «Aguirre, la cólera de Dios».

 

Literatura excelente, bien trabajada, que derrocha imaginación, pero también una ingente documentación sobre la Cuba de hace un siglo. Una novela en absoluto complaciente, pero que engancha al lector desde el primer momento, al ir directamente al meollo de las diferentes situaciones críticas por las que pasa un Alex Pashinantra al que ya adoramos como uno de esos personajes que nos acompañarán en nuestra memoria literaria por siempre jamás.

 

Ni lo duden. Lean «Oro ciego». Tiene todo lo que le faltó a aquella blandenguería de película, «Amanecer con hormigas en la boca», una malograda historia cuyo aburrimiento es inversamente proporcional a la potencia de su título y en cuyo guión participó Alejandro Hernández, un autor que sabe bien de lo que habla, no sólo porque es cubano, sino porque ha participado en otra guerra tan sucia, lejana y perdida como fue la de Angola.

 

Lo dicho: «Oro ciego».

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.